Oliver E. López
Torrente de motores casi acuáticos
o quizá de aire,
destello lejanos,
estridentes.
Pasan y no dejan de pasar,
máquinas de pavimento
incontables miradas de faro,
hedor monóxido,
autómatas del horario
entrechocan
los sudores perfumados,
huelen a día que fue
a día que será.
En el inmenso rio del vaivén
regreso a mi banqueta-puerto,
me ha dejado otra vez el camión.