Literatura de la onda
emergencia, innovación y espontaneidad
Oliver Eduardo López
We want the world and we want now
-Jim Morrison-
El presente texto tiene como principal objetivo
establecer un análisis de la llamada literatura de la
onda desde su contexto histórico,
estableciendo como premisas los conceptos de emergencia, innovación y espontaneidad bajo
los que se identifica a la onda como movimiento cultural. Con ello se pretende
establecer algunas asociaciones de la generación y literatura de la onda
con la generación Beatnik y la literatura que ésta misma produjo en
Estados Unidos. Además de ello se establece una distinción del tipo de lenguaje
que fue y es utilizado por estos movimientos literarios, resaltando algunos
ejemplos.
Escena
Política mundial
Después de la Segunda Guerra Mundial
la población seguía aterrada, sobre todo en Europa. La bomba de Hiroshima
además de daños materiales dejó daños psíquicos, el terror de que se desatara
una guerra nuclear era la principal amenaza. Ante esto comienzan a gestarse
movimientos pacifistas en los años 50 iniciando un nuevo tipo de revolución, más
que científica, obrera o industrial, se trataba de una “revolución de valores”.
En términos generales el nuevo horizonte cuestionaba
los planteamientos lineales de la ideología del progreso; dando lugar a un
contexto problemático, cargado de ambigüedades, donde se fundía el malestar de
las nuevas generaciones respecto de los valores dominantes de las generaciones
anteriores.
Como premisas para que se desarrollara este giro, de
malestar y aceptación, además de la Segunda Guerra Mundial, influyeron la revolución
cubana y la guerra de Vietnam, ejemplo del triunfo y de lo absurdo de los
gobiernos y las políticas de dominio. Ello daría también paso a creer en una
nueva izquierda, una “tercera vía”, un socialismo renovado, un nuevo orden
mundial posible gracias a la vigencia de un marxismo que no se había consumado
todavía y estaba a medias.
Las nuevas generaciones después de la guerra mundial se
enfrentaban a una época difícil y distinta a la de sus padres: hay una
creciente masificación de los medios de comunicación, la popularización de las
universidades y el acceso a la educación a un mayor número de la población, la
liberación de las mujeres y su lucha por insertarse en la sociedad productiva y
política, con ello la liberación sexual a partir de que en 1960 se popularizara
la píldora anticonceptiva.
Junto con estos radicales cambios surgen también nuevos
ritmos musicales a la par que nuevos instrumentos: el rock progresivo y el folk
en grupos como The Beatles, The Rolling Stones, y personajes como Jimy Hendrix,
Janis Joplin y Jim Morrison .
Es un tiempo de cambios, de manifestaciones, de querer
cambiar el mundo.
Los brotes de descontento ocurren a nivel mundial,
y el torbellino de los acontecimientos sucedió en medio de una confusión tal,
que tal vez hasta ahora nos estamos dando cuenta de su verdadero significado.
Las manifestaciones se inician en Buenos Aires a
principios del 68. Luego en Estados Unidos las juventudes negras organizadas
protestan contra la guerra y proclaman la igualdad de derechos con los blancos.
El 4 de abril, Martín Luther King, el mártir de Atlanta, es asesinado en Menfis
por los mismos motivos. A mediados de abril del mismo año, un movimiento
estudiantil esta vez en Alemania, es reprimido y el líder juvenil Rudi Dustke
es asesinado por agentes secretos del gobierno. A mediados de mayo se subleva
la universidad más antigua del mundo, la Soborna de París, teniendo como resultado muchos
arrestados, que protestaban contra el gobierno y contra la guerra. El 5 de
junio de 1968 el senador demócrata Joseph Kennedy hermano de John, por motivo
de su apoyo a la causa de los negros es asesinado en Atlanta. El 20 de junio,
en Checoslovaquia, los estudiantes organizan una sublevación contra Rusia, que
es brutalmente reprimida con centenares de muertos. Finalmente, este movimiento
mundial es reprimido en México, cuando millares de estudiantes fueron vilmente
masacrados el 2 de octubre en Tlatelolco.
Fue precisamente en 1968, cuando el rock adquirió
proporciones gigantescas. Los instrumentos electrónicos y los magnavoces
aumentaron su tamaño en forma nunca vista y los volúmenes eran ensordecedores.
Hablamos de una época de revueltas, de manifestaciones
políticas y artísticas. Serían muchos los ejemplos para ilustrar esta época;
basta con decir que los protagonistas serán los jóvenes con todas sus pasiones
y reclamos ante una sociedad opresora: las drogas, la música, el sexo, la vida
sencilla más apegada a la naturaleza, la crítica al sistema y la lucha por la
paz mundial son las armas, son lo nuevo, son lo emergente. La juventud protesta
ante el pasado con una historia llena de fracasos de los que ya no querían ser
partícipes, es decir, de las revoluciones nacionalistas. Querían ser más bien
la salvación de toda la humanidad.
Emergencia
Las sociedades han
tenido siempre la particularidad de ser como el agua: a como dé lugar siguen su
cauce dictado por los obstáculos que se le presentan, además, toma la forma del
recipiente que la contiene. Digamos que el recipiente que contiene a las
sociedades es el sistema político y económico siempre dictado por unos pocos,
pero tarde o temprano, por la creciente y constante movilidad de la sociedad,
ésta termina por desbordarse y seguir algunas veces un curso azaroso, otras,
formado por las particularidades que se le pongan enfrente.
A
partir de la década de los sesenta la sociedad se desborda: vemos revoluciones
inconclusas, guerras mundiales de muerte y repartición del mundo, una latente
amenaza planetaria nuclear. Frente a todos estos aspectos es necesario, es
emergente un reclamo, un basta, un podemos hacer otra cosa y podemos hacerlo
nosotros, “queremos al mundo y lo queremos ahora” gritaba Jim Morrison ante las
multitudes. En este caso es la juventud la que se hace conciente de esta
necesidad. Ahora se trata de los jóvenes, nueva clase social, nueva raza
humana que se liquida en oleadas progresivas cada vez que una de sus
generaciones alcanza la terrible edad de los treinta años cada vez que alguien
sobrepasa la inferioridad y la belleza, símbolos de la juventud. El ser joven es
el requisito para la rebelión, para instaurar lo nuevo.
Innovación
¿Por qué será que
le toca a la clase joven responder?, quizás porque se vieron amenazados ante un
mundo heredado, y más que heredado impuesto, además de impuesto obsoleto, con
valores civiles y morales no aptos ante la situación que se les hacía presente, serán diversas las respuestas a la pregunta
planteada y en diferente nivel, pero sí sabemos que fue la clase joven la que
se echó el mundo encima para tratar de hacerlo a su manera, para tratar de
adaptar las cosas al individuo y no el individuo a las cosas, este caso, como
producto de la sociedad de la que, por mucho que hicieron y dijeron, no dejaron
de ser víctimas partícipes:
Esta rebelión de los jóvenes es realmente obra de los adultos, vea
usted: unos centenares de jóvenes arman trifulca por motivo cualquiera en
Nenterre, o en otro lugar, y desahogan así su rencor contra la sociedad. Nada hay en ello de importante. Es más
bien estúpido. Pero entonces, la prensa, la radio, se apoderan del asunto
escandaloso, bueno para comentarlo, sabroso, y los periodistas, los sociólogos,
los filósofos, los políticos emergen toneladas de papel... Y a esta edad es difícil
no creerse un instrumento de la
Historia cuando se ve uno en la primera página de todas las
revistas. Los jóvenes se lo han creído. Se han engreído. Y los adultos,
medrosos, se han “desinflado”. El monstruo de la juventud, tal como se ha
manifestado ahora, es de nuestra propia (y adulta) fabricación.
En esta cita de
Gombrowicz nos damos cuenta de tres cosas importantes: que la juventud desahoga
su rencor contra la sociedad, que aquella es de alguna manera producto de ésta
y que los medios de comunicación masiva influenciaron también —como todavía lo hacen
ahora— en la formación de la conciencia y las actitudes de sus receptores. En
este sentido le damos la razón al autor, a pesar de su terrible afirmación: Nada
hay en ello de importante, cuando la juventud manifiesta su rencor contra
la sociedad. Resultaría más estúpido aún ignorar esta situación: la juventud
rencorosa ante su mundo, ante todo lo que le rodea, y no preguntarse ¿qué está
pasando? Que esa juventud trata de innovar, crear e innovar no solamente quiere
decir meter algo nuevo, sino que también implica alterar las cosas, sacudir,
incluso desescombrar, no parece poco como para decir que no importa. A las
nuevas formas de realidad social, nuevas mitologías; el adolescente ha creado
un nuevo estereotipo de épica y un nuevo tipo de héroe. Si la juventud
reclamaba ante lo heredado y le era emergente un cambio, tuvo que hacerlo, tuvo
que replantearse nuevos valores, hacer su mundo.
Espontaneidad
¿Por qué una
necesidad de cambio resulta espontánea? Si la juventud de la “nueva era” se
encontraba ante un mundo diferente, del que no quería ser parte y más bien
forjarlo a sus convicciones, necesidades y antojos, es de esperarse que en
tales circunstancias lo más viable y posible fuera lo inmediato, por tanto, lo
espontáneo. Pero lo espontáneo no quiere decir que sea negativo o mal hecho,
sino más bien se trata en este caso de una acción que surge desde el interior
de la persona, un impulso al que hay que hacer caso sin pedir permiso a nadie, por
ello que los jóvenes se salieran de sus casas, escucharan música estruendosa y
electrónica, que se dejaran el cabello largo, consumieran drogas y
confeccionaran sus propias vestimentas. La espontaneidad entonces se convertía
en el reclamo hacia el sistema, en la protesta, en lo nuevo, en “lo nuestro”.
Es
una época en la que es emergente hacer algo, es necesario enfrentar lo heredado
y los jóvenes lo hacen. Es emergente y entonces desde la espontaneidad, desde
un impulso interior “más humano”, se innova. La innovación más evidente se dará
en las artes: en la música, en el teatro, en la literatura.
Siguiendo
las premisas antes desarrolladas, emergencia, innovación y espontaneidad,
pasaremos a señalar estos elementos dentro de la llamada literatura de la
“onda”.
¿Qué es la
onda?
De entrada, es del
todo erróneo hablar de “la onda en México”, como si la “onda” fuera un fenómeno
que se pudiera manifestar en cualquier parte del mundo y hablar de “la onda en
Italia” o “la onda en las islas Galápagos”. Pudiera ser que, si “la onda” es un
fenómeno cultural que se puede imitar y seguir, entonces sí se pudiera hablar
de “la onda en.…” pero eso será posible cuando definamos qué es la onda.
Diremos para empezar que “la onda” es generacional, temporal y espacial.
Fabián
Camasotz afirma que la onda —y precisamente la novela de la onda— resulta
ser una adaptación mexicana de lo que fue el movimiento de la generación beat. Qué tan cierta
puede ser esta afirmación, abría que precisar qué es la generación beat y qué
es la onda.
La generación beat surgió durante la década de los cincuenta en la
costa oeste de los Estados Unidos de América como resultado de la oposición
entre los convencionalismos de la sociedad consumista estadounidense y una
juventud inconforme que rechazaba cualquier imposición social artificiosa,
cerrada a la apertura.
Esta descripción
apenas ilustra un poco lo que fue la generación beat, veamos una descripción
más amplia de Joong Kim Lee.
Los beats, o beatniks, ya no se matan en sus coches a gran velocidad.
Por cierto, que el nombre beat lo adoptan como onomatopeya del golpe de la
batería en el jazz; pero puede concedérsele un sentido más amplio ya que, según
Enrique Marroquín, en la ambivalencia propia del caló, significaría la
generación golpeada (del golpe de la batería, la generación del ritmo).
Kerouak fue quien imprimió el nombre beat a su generación; lo de beatnik lo tomaron de Sputnik, nombre del satélite
que Rusia lanzó al espacio en esa época. Ellos lo tomaron como un símbolo pues
los beatniks no creían en nacionalismos exaltados. Intentando definir con
mayores elementos lo que implicaba ser beat, veamos algunas ideas: “...
<Beat> describe un estado de ánimo despojado de toda superestructura,
sensible a las vicisitudes del mundo externo, pero insufrible de la banalidad.
Ser <beat> significa estar calado hasta los huesos de la personalidad,
ver las cosas desde lo profundo, ser existencialista en el sentido de
Kierkergaard más que en el de Sartre. Los beatniks sabían y sentían que
buscaban algo.
Fue una generación
de protesta anterior a los Hippies, marginales blancos que se
identificaron con las sociedades negras y su música el blues, jazz,
el bebop; cansados y temerosos de vivir en una sociedad en constante
guerra y amenaza. Los principales autores de esta generación fueron Jack
Jerouak, Allen Ginsgerg, William S. Borroughs, G. Corso.
¿Pero
efectivamente la generación beat fue similar a la onda? Tendremos que ver ahora
de qué se trata la onda. Nos apoyaremos en el escritor José Agustín para
entender este fenómeno, escritor por demás clasificado como iniciador de la
onda y representante de ésta.
Ignoraremos
en este texto la génesis de la onda, que tiene que ver con la penetración o
importación cultural, con la distinción de un fenómeno como original o como
amalgama de elementos culturales de una época que se manifestaron y se
fusionaron necesariamente. Como preguntas son bastante válidas e importantes,
sin embargo, nos ocuparemos solamente en mostrar las definiciones más o menos
generales.
En
su libro la Contracultura en México José Agustín dice de la onda que:
Abarcaba a chavos de pelo largo que oían rocanrol, fumaban marihuana y
estaban resentidos contra el país en general por la represión antijuvenil de
los últimos doce años. Se trataba de jóvenes de distintas clases sociales que,
como antes en Estados Unidos, funcionaban como pequeñas células aisladas y
diseminadas a lo largo del país, porque el 1969 ya había chavos de la onda en
muchas ciudades, grandes y pequeñas, en México... ... A partir de 1968 se
empezó a hablar de chavos de la onda y ya no tanto de jipis.
Debido a los
sucesos políticos y sociales que se mencionaron arriba es que surge el
movimiento de la onda: la juventud ante una nueva época en donde lo evidente
eran las guerras y guerrillas mundiales y nacionalistas, las políticas
desgastadas y los valores obsoletos. Todo ello fue importante para que se
gestara la onda como movimiento que reclama y surge de manera emergente e
innovando desde la espontaneidad como una forma rebeldía.
En
esa época, hablar de rebeldía era hablar de rock y éste era la manifestación,
el escape, la innovación, la emergencia y la espontaneidad:
El rock-y-rol de los años cincuenta era subversivo de las sociedades
explotadoras porque propiciaba que los jóvenes no se asfixiaran en prejuicios y
convencionalismos, sino que, a través de una música primaria, rítmica,
liberasen todas sus emociones hasta ese momento reprimidas. Con el rock-y-rol
los jóvenes superaron las ideas preconcebidas y por primera vez sintieron
—porque no lo comprendieron hasta después— que podían ser libres, dueños de sí
mismos.
La música rock va a
ser con lo que se identifique a la onda, así como la generación Beat se
identificó con el Jazz. Pero según José Agustín, la onda también es otra cosa:
La onda, pues aparte del rock, no es ni política, ni lenguaje, ni
religión, ni moda ni industria, ni arte, pero al mismo tiempo contiene dentro
de sí manifestaciones políticas, religiosas, artísticas, filosóficas,
económicas y sociológicas. Se han hecho intentos notables por definir a la
onda, y se ha dicho que la onda es subcultura, es una actitud ante la vida, una
tendencia, un movimiento, “una explotación vital que se ha ido aletargando y
que se ha prestado a su comercialización”. Tales definiciones hacen pensar en
la naturaleza, verdaderamente compleja, de la onda, pues debe ser todo eso y al
mimo tiempo no lo es: es algo que va más allá.
Dice el mismo autor más adelante:
Entonces, ¿cuál es la onda? Curiosamente, la pregunta parece implicar
ya la respuesta: la onda es muchas ondas, o si no, la onda es una onda dentro
de la misma onda. ¿Y que es una onda? Antes que nada, una onda es movimiento, y
como tal, es cambio.
La onda como cambio
asociado con el rock and roll y con las juventudes, se puede entender como un
movimiento de una generación, de una época y de una sociedad: las generaciones
jóvenes, los años setentas en México. La onda pues como una reacción, como la
forma y la herramienta de enfrentar el mundo para cambiarlo. Así lo dirá José
Agustín:
Y fue hasta el final que la onda mereció escribirse con mayúscula para
enmarcar una corriente literaria (Onda y escritura en México) y después para
significar el espíritu común, juvenil, universal, auténtico y espontáneo que
permite a los chavos convergir en el rock para preparar un cambio cualitativo
en la sociedad: como sugiere Enrique Marroquín, un cambio cultural, esencial,
que contiene en sí el cambio artístico, político, económico y social.
Aquí llegamos a la
otra parte que nos interesa la literatura de la Onda. Hasta ahora hemos llegado
a comprender el movimiento de la onda como una actitud de vida, como una forma
de vida que eligieron seguir, inventaron y dieron realidad algunos jóvenes.
Efectivamente “algunos” y no toda la juventud mexicana, que es, me parece el
detalle que se les pasa a aquellos abuelos de la “onda” que ahora hablan de
ello como si toda su generación perteneciera a lo mismo, habría que precisar
quiénes fueron “la onda”. En principio, miembros de una “clase social alta” que
tenían acceso a la música de moda, a la ropa del momento, podían viajar a otras
partes del mundo, tenían las posibilidades de aprender y hablar otros idiomas y
podrían pasársela en la “onda”, en el “reventón” como lo vemos en la mayoría de
los personajes de José Agustín.
Podrá
notarse que ese es otro punto de vista desde el cuál abordar el tema de la
“onda”: Los personajes de sus textos son de una determinada clase social, por
sus características podremos decir que se trata de “burguesía renegada”.
Pero
hablemos ahora de la onda como literatura. Y aquí las preguntas: ¿es un género
literario, es un estilo literario, es un método de hacer literatura, sólo una
forma de escribir o la forma en que escribieron aquellos que pertenecieron a la
onda?
Para
poder aproximarnos a alguna respuesta veamos algunos comentarios de Margo Glantz
acerca de la onda y la literatura.
Una narrativa mexicana verdaderamente nueva, porque ofrece otra visión
de México, porque esboza o define otros conceptos de escritura, porque recibe
otras influencias de las que hasta ahora habían prevalecido y porque es una
apertura —o desgarradura, como diría Paz— hasta cierto punto inédita en
nuestras letras, aunque a final de cuentas, todo esto se revele como la simple
pedantería de toda generación.
Lo
anterior ofrece otra visión de México, la de los jóvenes de una determinada
clase social, una visión nueva, por cierto, muy parecida a la que se había
estado gestando en otras partes desde la década de los 50, por ejemplo, la de
los beatniks en Norteamérica.
La
onda creó su propio lenguaje, lenguaje que hablaron algunos jóvenes y con el
que escribieron algunos otros. Margo Glantz afirma que el lenguaje de la onda
es producto del cruce del albur caifanesco de barrio marginado —de frontera— y
del inglés, el lenguaje de la onda surge como producto híbrido, semejante a
esos mestizos producidos e infamados durante la Colonia donde alternaban el
negro, el chino, el mulato, el saltapatrás, el criollo, el indio.
El antropólogo Roger Bartra nos ayudara a entender un poco más este tipo de
lenguaje:
Los dialectos que surgen en los barrios populares son originalmente
formas de defensa; se trata de un lenguaje que no sólo permite que los miembros
de un grupo social se identifiquen con un modo de vida propio, sino también es
una barrera que impide que otros entiendan sus conversaciones. Como es
comprensible, los dialectos populares están muy influenciados por el habla del
hampa y de los presos, que desarrollan formas crípticas de comunicación para
evitar ser comprendidos. Se trata de lenguajes si sentido para los que no
pertenecen al grupo social que los genera, pues para eso precisamente se
desarrollan: tiene sentido solo acá —en el barrio popular— y no allá, en la
sociedad refinada y aburguesada.
Quienes escribieron
dentro de la “onda” utilizaron este tipo de “lenguaje híbrido”, tal es el caso
de José Agustín y Parménides Saldaña, pondré a continuación un ejemplo de cada
autor.
El primero de Parménides
García Saldaña publicado en el año de 1972, En la Ruta
de la Onda.
De riberol pacá, de volada alivianado barniz sin andar azotado, bajando
hasta lo más grasiento, lo mero ñero, donde los aplatanados no circulan en el
lugar de lo negro lo bajísimo donde la vida gira y salta y se clava y se
levanta y guapachea muy acá, ¡jícamas!, porque en el aire de las calles lodosas
está el blues. Simón, el blues, el blues maestros y maestras. Nuestro blues que
está muy cabrón, muy cabrón maestros. Nuestro verdadero blues. Ese blues que
respiramos en “the block”, en la cuadra de las calles de México City. Simón
nuestro verdadero blues, nuestro profundo blues, de todos los grasosos y
prietos del mundo que viven entre el azote y el aliviane. Doncha dig it? Move out motherfuker!
Up against the wall motherfuker de boleto pa’ que no te
apañen porque ñis esta muy cabrera que babalú cuando estás pacheco. Enton’s te
metes a un hoyo y le llegas a las rojas y lo nadagrubi se hace funky y
descuadrado y very heavy, when you’re goin donwn slow, slow, slowwwwwww.
En este fragmento
notamos la combinación del lenguaje de barrio con el inglés y notamos además un
parentesco íntimo con el Beat del los Estados Unidos: la identificación
con la música, en especial el blues y sus diversas interpretaciones de esta
palabra, con la raza negra y las clases sociales marginales. Fragmento que
ilustra por demás el estilo del habla y escritura de la “onda”, o como dirían,
nos enseña la onda de la “onda”.
Ahora un ejemplo
tomado de José Agustín en su texto Cuál es la Onda:
Sí, insistió
Erre con Erre, quisiera leer tus fingers.
La mand, digo
la mano querrás decir.
Nop, Cuasi, yo
sé leer la mano: en tu caso quisiera leerte los dedos.
Trata,
pecaminosa, pensó Oliveira.
Pero sólo
dijo:
trata.
Aquí,
imposible, muy queridísimo.
I wonder, insistió Oliveira, Whay.
You can wonder
lo que quieras, arremetió Raquelle, y luego dijo: con los ojos, porque en
realidad no dijo nada:
porque aquí
hay unos imbéciles acompañándome, chato y no me encontraría en la onda
necesaria.
Y aunque
parezca inconcebible, Oliveira —sólo-un-bate-rista— comprendió; quizá porque
había visto Les Cousins
(sin
declaración conjunta)
Hasta ahí dos
ejemplos más o menos similares en cuanto a los recursos que utilizan para
reflejar un estilo de vida, un tipo de pensamiento y una escritura propia,
aunque sigo insistiendo, curiosamente parecida a la de los beatniks. ¿Se
trata de una copia cultural? ¿Quizá se trata de fenómenos culturales que
obedecen a los mismos patrones y provocan reacciones más o menos similares? Las
preguntas siguen presentes.
Hasta
ahora hemos visto más o menos qué la escritura de la “onda” es lo mismo que el
tipo de vida que propone el movimiento ondero. Quienes escribieron en la
“onda” quisieron reflejar la reacción que tuvieron ante el mundo, identificados
con la música, con la juventud, con la rebeldía, con un tipo de lenguaje, con
la innovación, con la emergencia, con la espontaneidad.
Hasta
ahora, además de afirmar que la “onda” es un movimiento espontáneo, innovador y
emergente, hemos dado por hecho que la “onda” es similar o demasiado parecida
al movimiento Beatnik, aunque por supuesto que hay algunas diferencias, por
ejemplo el tipo de persona “beat” y el tipo de persona de la “onda” pertenecían
a clases sociales distintas, por supuesto, los contextos también son distintos:
los beats en grandes ciudades como Nueva York, Los Angeles, los bares
negros, la pobreza de las calles y el Jazz; la “onda” en la ciudad de México,
en algunas colonias de la clase “media alta” o “alta media”, el rock and roll,
etc. Lo que los emparienta es la rebeldía, la música, un lenguaje propio, una
escritura también propia y por su puesto el carácter que tuvieron de ser
emergentes innovadores y espontáneos.
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