junio 05, 2024

Pneuma

 


 

De pneuma caduco es tu rostro

suspiro extinto.

Letargo caído.

Asomas el final de una vana melancolía.

 

Pneuma escurrido

del que no poder fingir

al que no escondes.

 

Pneuma que te vas

y dejas tu memoria,

vuelve,

¡revive!

Aquí esta tu psique todavía,

aliento de ánima,

soma en respiración.




mayo 30, 2024

Me persigue un caballo negro





Me persigue un caballo negro.

Desde siempre me ha perseguido

un caballo negro

 

Pensándolo bien desde hace algunos años.

Veía su sombra de reojo,

lo ignoraba.

Su trotar era imperceptible,

apenas una presencia cualquiera.

 

En el destile de los años

me ha ido persiguiendo

insistentemente

con su larga cabellera

y sus cuatro patas.

 

Trota detrás de mí,

se aparece en las pantallas,

escribe a través de ellas.

 

Me persigue un caballo negro.

Me saluda en lo lejano, pero por su olor está cerca.

Hiede con su mueca de gran seductor.

Me presume sus ferrosos anillos

caprichosamente adheridos a sus pezuñas.

Me muestra sus tatuajes y ridículas jafas.

Me dice que sabe querer-extrañar y desea palpar,

besar mi orgullo

                                    vengar mi error.

 

Me persigue un negro y horrible caballo.

Entrometido,

Acaso invitado especial,

predestinación quizá.

 

El caballo negro no lo sabe,

pero en el pronto retumbe de sus patas-presencia,

habrá una amplia zanja.

Ha de caer y yacer para siempre. 




mayo 28, 2024

Amanecer visceral

 


Nuestras tripas se llaman mutuamente a las 3 de la mañana,

habitan al lado de la otra,

se guiñan,

se extrañan por las horas

en las que no se escucharon.

Salta un leve sorbo amargo de amanecer.


mayo 23, 2024

SOFISTISERÍA

 





 

Que fuera mariposa
                               ¿Si no vuela sigue siendo?
                                                   o es qué contradice
                  el tamaño de sus alas
con su torpeza de planear…

Detén el horizonte con un no de cabeza,
                                                    córtale las aletas,
deja que se hunda
                      en el amniótico de la necedad,
                                                      en el protagónico destello:
“yo soy la medida de todas las cosas”.
                                      Y las mariposas, entonces,
                                        son peces de ala mutilada.





Los Haikú del suspiro







Atracción toda contorno que olvida tristeza quedó.










Sí, ligero voy,
ligero y vacío.
Sí, acerbo voy.





Y no existo,
Su día va muy lejos,
Suspiro diario.










Erizo de piel,

la caricia de tela

un largo beso












Suspiro vano Tu redoblar el alma Plácido, solo

enero 17, 2024

 

Literatura de la onda
emergencia, innovación y espontaneidad

Oliver Eduardo López

 

We want the world and we want now

-Jim Morrison-

 

 

El presente texto tiene como principal objetivo establecer un análisis de la llamada literatura de la onda desde su contexto histórico, estableciendo como premisas los conceptos de emergencia, innovación y espontaneidad bajo los que se identifica a  la onda  como movimiento cultural. Con ello se pretende establecer algunas asociaciones de la generación y literatura de la onda con la generación Beatnik y la literatura que ésta misma produjo en Estados Unidos. Además de ello se establece una distinción del tipo de lenguaje que fue y es utilizado por estos movimientos literarios, resaltando algunos ejemplos.

 

 

 


Escena Política mundial

Después de la Segunda Guerra Mundial la población seguía aterrada, sobre todo en Europa. La bomba de Hiroshima además de daños materiales dejó daños psíquicos, el terror de que se desatara una guerra nuclear era la principal amenaza. Ante esto comienzan a gestarse movimientos pacifistas en los años 50 iniciando un nuevo tipo de revolución, más que científica, obrera o industrial, se trataba de una “revolución de valores”. En términos generales el nuevo horizonte cuestionaba los planteamientos lineales de la ideología del progreso; dando lugar a un contexto problemático, cargado de ambigüedades, donde se fundía el malestar de las nuevas generaciones respecto de los valores dominantes de las generaciones anteriores.

Como premisas para que se desarrollara este giro, de malestar y aceptación, además de la Segunda Guerra Mundial, influyeron la revolución cubana y la guerra de Vietnam, ejemplo del triunfo y de lo absurdo de los gobiernos y las políticas de dominio. Ello daría también paso a creer en una nueva izquierda, una “tercera vía”, un socialismo renovado, un nuevo orden mundial posible gracias a la vigencia de un marxismo que no se había consumado todavía y estaba a medias.

Las nuevas generaciones después de la guerra mundial se enfrentaban a una época difícil y distinta a la de sus padres: hay una creciente masificación de los medios de comunicación, la popularización de las universidades y el acceso a la educación a un mayor número de la población, la liberación de las mujeres y su lucha por insertarse en la sociedad productiva y política, con ello la liberación sexual a partir de que en 1960 se popularizara la píldora anticonceptiva.

Junto con estos radicales cambios surgen también nuevos ritmos musicales a la par que nuevos instrumentos: el rock progresivo y el folk en grupos como The Beatles, The Rolling Stones, y personajes como Jimy Hendrix, Janis Joplin y Jim Morrison .

Es un tiempo de cambios, de manifestaciones, de querer cambiar el mundo.

Los brotes de descontento ocurren a nivel mundial, y el torbellino de los acontecimientos sucedió en medio de una confusión tal, que tal vez hasta ahora nos estamos dando cuenta de su verdadero significado.

Las manifestaciones se inician en Buenos Aires a principios del 68. Luego en Estados Unidos las juventudes negras organizadas protestan contra la guerra y proclaman la igualdad de derechos con los blancos. El 4 de abril, Martín Luther King, el mártir de Atlanta, es asesinado en Menfis por los mismos motivos. A mediados de abril del mismo año, un movimiento estudiantil esta vez en Alemania, es reprimido y el líder juvenil Rudi Dustke es asesinado por agentes secretos del gobierno. A mediados de mayo se subleva la universidad más antigua del mundo, la Soborna de París, teniendo como resultado muchos arrestados, que protestaban contra el gobierno y contra la guerra. El 5 de junio de 1968 el senador demócrata Joseph Kennedy hermano de John, por motivo de su apoyo a la causa de los negros es asesinado en Atlanta. El 20 de junio, en Checoslovaquia, los estudiantes organizan una sublevación contra Rusia, que es brutalmente reprimida con centenares de muertos. Finalmente, este movimiento mundial es reprimido en México, cuando millares de estudiantes fueron vilmente masacrados el 2 de octubre en Tlatelolco.

Fue precisamente en 1968, cuando el rock adquirió proporciones gigantescas. Los instrumentos electrónicos y los magnavoces aumentaron su tamaño en forma nunca vista y los volúmenes eran ensordecedores.[1]

 

Hablamos de una época de revueltas, de manifestaciones políticas y artísticas. Serían muchos los ejemplos para ilustrar esta época; basta con decir que los protagonistas serán los jóvenes con todas sus pasiones y reclamos ante una sociedad opresora: las drogas, la música, el sexo, la vida sencilla más apegada a la naturaleza, la crítica al sistema y la lucha por la paz mundial son las armas, son lo nuevo, son lo emergente. La juventud protesta ante el pasado con una historia llena de fracasos de los que ya no querían ser partícipes, es decir, de las revoluciones nacionalistas. Querían ser más bien la salvación de toda la humanidad.

 

Emergencia

Las sociedades han tenido siempre la particularidad de ser como el agua: a como dé lugar siguen su cauce dictado por los obstáculos que se le presentan, además, toma la forma del recipiente que la contiene. Digamos que el recipiente que contiene a las sociedades es el sistema político y económico siempre dictado por unos pocos, pero tarde o temprano, por la creciente y constante movilidad de la sociedad, ésta termina por desbordarse y seguir algunas veces un curso azaroso, otras, formado por las particularidades que se le pongan enfrente.

A partir de la década de los sesenta la sociedad se desborda: vemos revoluciones inconclusas, guerras mundiales de muerte y repartición del mundo, una latente amenaza planetaria nuclear. Frente a todos estos aspectos es necesario, es emergente un reclamo, un basta, un podemos hacer otra cosa y podemos hacerlo nosotros, “queremos al mundo y lo queremos ahora” gritaba Jim Morrison ante las multitudes. En este caso es la juventud la que se hace conciente de esta necesidad. Ahora se trata de los jóvenes, nueva clase social, nueva raza humana que se liquida en oleadas progresivas cada vez que una de sus generaciones alcanza la terrible edad de los treinta años cada vez que alguien sobrepasa la inferioridad y la belleza, símbolos de la juventud[2]. El ser joven es el requisito para la rebelión, para instaurar lo nuevo.

 

Innovación

¿Por qué será que le toca a la clase joven responder?, quizás porque se vieron amenazados ante un mundo heredado, y más que heredado impuesto, además de impuesto obsoleto, con valores civiles y morales no aptos ante la situación que se les hacía presente,  serán diversas las respuestas a la pregunta planteada y en diferente nivel, pero sí sabemos que fue la clase joven la que se echó el mundo encima para tratar de hacerlo a su manera, para tratar de adaptar las cosas al individuo y no el individuo a las cosas, este caso, como producto de la sociedad de la que, por mucho que hicieron y dijeron, no dejaron de ser víctimas partícipes:

Esta rebelión de los jóvenes es realmente obra de los adultos, vea usted: unos centenares de jóvenes arman trifulca por motivo cualquiera en Nenterre, o en otro lugar, y desahogan así su rencor contra la sociedad. Nada hay en ello de importante. Es más bien estúpido. Pero entonces, la prensa, la radio, se apoderan del asunto escandaloso, bueno para comentarlo, sabroso, y los periodistas, los sociólogos, los filósofos, los políticos emergen toneladas de papel... Y a esta edad es difícil no creerse un instrumento de la Historia cuando se ve uno en la primera página de todas las revistas. Los jóvenes se lo han creído. Se han engreído. Y los adultos, medrosos, se han “desinflado”. El monstruo de la juventud, tal como se ha manifestado ahora, es de nuestra propia (y adulta) fabricación.[3]

 

En esta cita de Gombrowicz nos damos cuenta de tres cosas importantes: que la juventud desahoga su rencor contra la sociedad, que aquella es de alguna manera producto de ésta y que los medios de comunicación masiva influenciaron también —como todavía lo hacen ahora— en la formación de la conciencia y las actitudes de sus receptores. En este sentido le damos la razón al autor, a pesar de su terrible afirmación: Nada hay en ello de importante, cuando la juventud manifiesta su rencor contra la sociedad. Resultaría más estúpido aún ignorar esta situación: la juventud rencorosa ante su mundo, ante todo lo que le rodea, y no preguntarse ¿qué está pasando? Que esa juventud trata de innovar, crear e innovar no solamente quiere decir meter algo nuevo, sino que también implica alterar las cosas, sacudir, incluso desescombrar, no parece poco como para decir que no importa. A las nuevas formas de realidad social, nuevas mitologías; el adolescente ha creado un nuevo estereotipo de épica y un nuevo tipo de héroe.[4] Si la juventud reclamaba ante lo heredado y le era emergente un cambio, tuvo que hacerlo, tuvo que replantearse nuevos valores, hacer su mundo. 

 

Espontaneidad

¿Por qué una necesidad de cambio resulta espontánea? Si la juventud de la “nueva era” se encontraba ante un mundo diferente, del que no quería ser parte y más bien forjarlo a sus convicciones, necesidades y antojos, es de esperarse que en tales circunstancias lo más viable y posible fuera lo inmediato, por tanto, lo espontáneo. Pero lo espontáneo no quiere decir que sea negativo o mal hecho, sino más bien se trata en este caso de una acción que surge desde el interior de la persona, un impulso al que hay que hacer caso sin pedir permiso a nadie, por ello que los jóvenes se salieran de sus casas, escucharan música estruendosa y electrónica, que se dejaran el cabello largo, consumieran drogas y confeccionaran sus propias vestimentas. La espontaneidad entonces se convertía en el reclamo hacia el sistema, en la protesta, en lo nuevo, en “lo nuestro”.

Es una época en la que es emergente hacer algo, es necesario enfrentar lo heredado y los jóvenes lo hacen. Es emergente y entonces desde la espontaneidad, desde un impulso interior “más humano”, se innova. La innovación más evidente se dará en las artes: en la música, en el teatro, en la literatura.

Siguiendo las premisas antes desarrolladas, emergencia, innovación y espontaneidad, pasaremos a señalar estos elementos dentro de la llamada literatura de la “onda”.

 


¿Qué es la onda?

De entrada, es del todo erróneo hablar de “la onda en México”, como si la “onda” fuera un fenómeno que se pudiera manifestar en cualquier parte del mundo y hablar de “la onda en Italia” o “la onda en las islas Galápagos”. Pudiera ser que, si “la onda” es un fenómeno cultural que se puede imitar y seguir, entonces sí se pudiera hablar de “la onda en.…” pero eso será posible cuando definamos qué es la onda. Diremos para empezar que “la onda” es generacional, temporal y espacial.

Fabián Camasotz afirma que la onda —y precisamente la novela de la onda— resulta ser una adaptación mexicana de lo que fue el movimiento de la generación beat.[5] Qué tan cierta puede ser esta afirmación, abría que precisar qué es la generación beat y qué es la onda.

La generación beat surgió durante la década de los cincuenta en la costa oeste de los Estados Unidos de América como resultado de la oposición entre los convencionalismos de la sociedad consumista estadounidense y una juventud inconforme que rechazaba cualquier imposición social artificiosa, cerrada a la apertura.[6]

 

Esta descripción apenas ilustra un poco lo que fue la generación beat, veamos una descripción más amplia de Joong Kim Lee.

Los beats, o beatniks, ya no se matan en sus coches a gran velocidad. Por cierto, que el nombre beat lo adoptan como onomatopeya del golpe de la batería en el jazz; pero puede concedérsele un sentido más amplio ya que, según Enrique Marroquín, en la ambivalencia propia del caló, significaría la generación golpeada (del golpe de la batería, la generación del ritmo).

Kerouak fue quien imprimió el nombre beat  a su generación; lo de beatnik  lo tomaron de Sputnik, nombre del satélite que Rusia lanzó al espacio en esa época. Ellos lo tomaron como un símbolo pues los beatniks no creían en nacionalismos exaltados. Intentando definir con mayores elementos lo que implicaba ser beat, veamos algunas ideas: “... <Beat> describe un estado de ánimo despojado de toda superestructura, sensible a las vicisitudes del mundo externo, pero insufrible de la banalidad. Ser <beat> significa estar calado hasta los huesos de la personalidad, ver las cosas desde lo profundo, ser existencialista en el sentido de Kierkergaard más que en el de Sartre. Los beatniks sabían y sentían que buscaban algo.[7]

 

Fue una generación de protesta anterior a los Hippies, marginales blancos que se identificaron con las sociedades negras y su música el blues, jazz, el bebop; cansados y temerosos de vivir en una sociedad en constante guerra y amenaza. Los principales autores de esta generación fueron Jack Jerouak, Allen Ginsgerg, William S. Borroughs, G. Corso.


¿Pero efectivamente la generación beat fue similar a la onda? Tendremos que ver ahora de qué se trata la onda. Nos apoyaremos en el escritor José Agustín para entender este fenómeno, escritor por demás clasificado como iniciador de la onda y representante de ésta.

Ignoraremos en este texto la génesis de la onda, que tiene que ver con la penetración o importación cultural, con la distinción de un fenómeno como original o como amalgama de elementos culturales de una época que se manifestaron y se fusionaron necesariamente. Como preguntas son bastante válidas e importantes, sin embargo, nos ocuparemos solamente en mostrar las definiciones más o menos generales.

En su libro la Contracultura en México José Agustín dice de la onda que:

Abarcaba a chavos de pelo largo que oían rocanrol, fumaban marihuana y estaban resentidos contra el país en general por la represión antijuvenil de los últimos doce años. Se trataba de jóvenes de distintas clases sociales que, como antes en Estados Unidos, funcionaban como pequeñas células aisladas y diseminadas a lo largo del país, porque el 1969 ya había chavos de la onda en muchas ciudades, grandes y pequeñas, en México... ... A partir de 1968 se empezó a hablar de chavos de la onda y ya no tanto de jipis.[8]

 

Debido a los sucesos políticos y sociales que se mencionaron arriba es que surge el movimiento de la onda: la juventud ante una nueva época en donde lo evidente eran las guerras y guerrillas mundiales y nacionalistas, las políticas desgastadas y los valores obsoletos. Todo ello fue importante para que se gestara la onda como movimiento que reclama y surge de manera emergente e innovando desde la espontaneidad como una forma rebeldía.

En esa época, hablar de rebeldía era hablar de rock y éste era la manifestación, el escape, la innovación, la emergencia y la espontaneidad:

El rock-y-rol de los años cincuenta era subversivo de las sociedades explotadoras porque propiciaba que los jóvenes no se asfixiaran en prejuicios y convencionalismos, sino que, a través de una música primaria, rítmica, liberasen todas sus emociones hasta ese momento reprimidas. Con el rock-y-rol los jóvenes superaron las ideas preconcebidas y por primera vez sintieron —porque no lo comprendieron hasta después— que podían ser libres, dueños de sí mismos.[9]

 

La música rock va a ser con lo que se identifique a la onda, así como la generación Beat se identificó con el Jazz. Pero según José Agustín, la onda también es otra cosa:

La onda, pues aparte del rock, no es ni política, ni lenguaje, ni religión, ni moda ni industria, ni arte, pero al mismo tiempo contiene dentro de sí manifestaciones políticas, religiosas, artísticas, filosóficas, económicas y sociológicas. Se han hecho intentos notables por definir a la onda, y se ha dicho que la onda es subcultura, es una actitud ante la vida, una tendencia, un movimiento, “una explotación vital que se ha ido aletargando y que se ha prestado a su comercialización”. Tales definiciones hacen pensar en la naturaleza, verdaderamente compleja, de la onda, pues debe ser todo eso y al mimo tiempo no lo es: es algo que va más allá.[10]

Dice el mismo autor más adelante:

Entonces, ¿cuál es la onda? Curiosamente, la pregunta parece implicar ya la respuesta: la onda es muchas ondas, o si no, la onda es una onda dentro de la misma onda. ¿Y que es una onda? Antes que nada, una onda es movimiento, y como tal, es cambio.[11]

 

La onda como cambio asociado con el rock and roll y con las juventudes, se puede entender como un movimiento de una generación, de una época y de una sociedad: las generaciones jóvenes, los años setentas en México. La onda pues como una reacción, como la forma y la herramienta de enfrentar el mundo para cambiarlo. Así lo dirá José Agustín:

Y fue hasta el final que la onda mereció escribirse con mayúscula para enmarcar una corriente literaria (Onda y escritura en México) y después para significar el espíritu común, juvenil, universal, auténtico y espontáneo que permite a los chavos convergir en el rock para preparar un cambio cualitativo en la sociedad: como sugiere Enrique Marroquín, un cambio cultural, esencial, que contiene en sí el cambio artístico, político, económico y social.[12]

 

Aquí llegamos a la otra parte que nos interesa la literatura de la Onda. Hasta ahora hemos llegado a comprender el movimiento de la onda como una actitud de vida, como una forma de vida que eligieron seguir, inventaron y dieron realidad algunos jóvenes. Efectivamente “algunos” y no toda la juventud mexicana, que es, me parece el detalle que se les pasa a aquellos abuelos de la “onda” que ahora hablan de ello como si toda su generación perteneciera a lo mismo, habría que precisar quiénes fueron “la onda”. En principio, miembros de una “clase social alta” que tenían acceso a la música de moda, a la ropa del momento, podían viajar a otras partes del mundo, tenían las posibilidades de aprender y hablar otros idiomas y podrían pasársela en la “onda”, en el “reventón” como lo vemos en la mayoría de los personajes de José Agustín.


Podrá notarse que ese es otro punto de vista desde el cuál abordar el tema de la “onda”: Los personajes de sus textos son de una determinada clase social, por sus características podremos decir que se trata de “burguesía renegada”.

Pero hablemos ahora de la onda como literatura. Y aquí las preguntas: ¿es un género literario, es un estilo literario, es un método de hacer literatura, sólo una forma de escribir o la forma en que escribieron aquellos que pertenecieron a la onda?

Para poder aproximarnos a alguna respuesta veamos algunos comentarios de Margo Glantz acerca de la onda y la literatura.

Una narrativa mexicana verdaderamente nueva, porque ofrece otra visión de México, porque esboza o define otros conceptos de escritura, porque recibe otras influencias de las que hasta ahora habían prevalecido y porque es una apertura —o desgarradura, como diría Paz— hasta cierto punto inédita en nuestras letras, aunque a final de cuentas, todo esto se revele como la simple pedantería de toda generación.[13]

 

Lo anterior ofrece otra visión de México, la de los jóvenes de una determinada clase social, una visión nueva, por cierto, muy parecida a la que se había estado gestando en otras partes desde la década de los 50, por ejemplo, la de los beatniks en Norteamérica.

La onda creó su propio lenguaje, lenguaje que hablaron algunos jóvenes y con el que escribieron algunos otros. Margo Glantz afirma que el lenguaje de la onda es producto del cruce del albur caifanesco de barrio marginado —de frontera— y del inglés, el lenguaje de la onda surge como producto híbrido, semejante a esos mestizos producidos e infamados durante la Colonia donde alternaban el negro, el chino, el mulato, el saltapatrás, el criollo, el indio.[14] El antropólogo Roger Bartra nos ayudara a entender un poco más este tipo de lenguaje:

Los dialectos que surgen en los barrios populares son originalmente formas de defensa; se trata de un lenguaje que no sólo permite que los miembros de un grupo social se identifiquen con un modo de vida propio, sino también es una barrera que impide que otros entiendan sus conversaciones. Como es comprensible, los dialectos populares están muy influenciados por el habla del hampa y de los presos, que desarrollan formas crípticas de comunicación para evitar ser comprendidos. Se trata de lenguajes si sentido para los que no pertenecen al grupo social que los genera, pues para eso precisamente se desarrollan: tiene sentido solo acá —en el barrio popular— y no allá, en la sociedad refinada y aburguesada.[15]

 

Quienes escribieron dentro de la “onda” utilizaron este tipo de “lenguaje híbrido”, tal es el caso de José Agustín y Parménides Saldaña, pondré a continuación un ejemplo de cada autor.

El primero de Parménides García Saldaña publicado en el año de 1972, En la Ruta de la Onda.

De riberol pacá, de volada alivianado barniz sin andar azotado, bajando hasta lo más grasiento, lo mero ñero, donde los aplatanados no circulan en el lugar de lo negro lo bajísimo donde la vida gira y salta y se clava y se levanta y guapachea muy acá, ¡jícamas!, porque en el aire de las calles lodosas está el blues. Simón, el blues, el blues maestros y maestras. Nuestro blues que está muy cabrón, muy cabrón maestros. Nuestro verdadero blues. Ese blues que respiramos en “the block”, en la cuadra de las calles de México City. Simón nuestro verdadero blues, nuestro profundo blues, de todos los grasosos y prietos del mundo que viven entre el azote y el aliviane. Doncha dig it? Move out motherfuker! Up against the wall motherfuker de boleto pa’ que no te apañen porque ñis esta muy cabrera que babalú cuando estás pacheco. Enton’s te metes a un hoyo y le llegas a las rojas y lo nadagrubi se hace funky y descuadrado y very heavy, when you’re goin donwn slow, slow, slowwwwwww.[16]

 

En este fragmento notamos la combinación del lenguaje de barrio con el inglés y notamos además un parentesco íntimo con el Beat del los Estados Unidos: la identificación con la música, en especial el blues y sus diversas interpretaciones de esta palabra, con la raza negra y las clases sociales marginales. Fragmento que ilustra por demás el estilo del habla y escritura de la “onda”, o como dirían, nos enseña la onda de la “onda”.

Ahora un ejemplo tomado de José Agustín en su texto Cuál es la Onda:

 

Sí, insistió Erre con Erre, quisiera leer tus fingers.

La mand, digo la mano querrás decir.

Nop, Cuasi, yo sé leer la mano: en tu caso quisiera leerte los dedos.

Trata, pecaminosa, pensó Oliveira.

Pero sólo dijo:

trata.

Aquí, imposible, muy queridísimo.

I wonder, insistió Oliveira, Whay.

You can wonder lo que quieras, arremetió Raquelle, y luego dijo: con los ojos, porque en realidad no dijo nada:

porque aquí hay unos imbéciles acompañándome, chato y no me encontraría en la onda necesaria.

Y aunque parezca inconcebible, Oliveira —sólo-un-bate-rista— comprendió; quizá porque había visto Les Cousins

(sin declaración conjunta)[17]

 

Hasta ahí dos ejemplos más o menos similares en cuanto a los recursos que utilizan para reflejar un estilo de vida, un tipo de pensamiento y una escritura propia, aunque sigo insistiendo, curiosamente parecida a la de los beatniks. ¿Se trata de una copia cultural? ¿Quizá se trata de fenómenos culturales que obedecen a los mismos patrones y provocan reacciones más o menos similares? Las preguntas siguen presentes.

Hasta ahora hemos visto más o menos qué la escritura de la “onda” es lo mismo que el tipo de vida que propone el movimiento ondero. Quienes escribieron en la “onda” quisieron reflejar la reacción que tuvieron ante el mundo, identificados con la música, con la juventud, con la rebeldía, con un tipo de lenguaje, con la innovación, con la emergencia, con la espontaneidad.

Hasta ahora, además de afirmar que la “onda” es un movimiento espontáneo, innovador y emergente, hemos dado por hecho que la “onda” es similar o demasiado parecida al movimiento Beatnik, aunque por supuesto que hay algunas diferencias, por ejemplo el tipo de persona “beat” y el tipo de persona de la “onda” pertenecían a clases sociales distintas, por supuesto, los contextos también son distintos: los beats en grandes ciudades como Nueva York, Los Angeles, los bares negros, la pobreza de las calles y el Jazz; la “onda” en la ciudad de México, en algunas colonias de la clase “media alta” o “alta media”, el rock and roll, etc. Lo que los emparienta es la rebeldía, la música, un lenguaje propio, una escritura también propia y por su puesto el carácter que tuvieron de ser emergentes innovadores y espontáneos.

 

 


FUENTES

v http//: redescolar.ilce.edu.mc.68.contextointernacional

v Agustín, José —¿Cuál es la onda?Los novelistas como críticos, Tomo II”. Norma Clan y Wilfrido H. Corral (compiladores) F. C. E. Tierra Firme México 1991.

v Agustín, José —La Contracultura en MéxicoLa historia y el significado de los rebeldes sin causa, los jipitecas, los punks y las bandas”. Grijalgo. México1996.

v Bartra, Roger, —La Jaula de la Melancolía¿Tiene sentido se mexicano?” pp. 97-79. Ediciones sin nombre CONACULTA, México 2002

v Camasotz, Fabián Esquivel. “La literatura de la onda frente a la generación beat” en http://www.geocites.com/laletra/onda.htm

v García Saldaña, Parménides —El Rey Criollo, Editorial Diógenes, México 1972.

v García Saldaña, Parménides —En la Ruta de la Onda Editorial Diógenes, México 1972.

v Glantz, Margo. —La onda diez años después, ¿epitafio o revaloración? Texto crítico N.5, Xalapa, Universidad Veracruzana, septiembre- diciembre, 1976.

v Glantz, Margo. —Onda y escritura en México: jóvenes de 20 a 33, México, siglo XXI 1971.

v Hurtado, Vega José —Doors, Una historia La ceremonia está por empezar. Anaya Editores. México 1994.

v Kim, Lee Joong, Cultura y sociedad de México en la obra de José Agustín Universidad de Guadalajara, México 2000.

v Menton, Seymour —El Cuento Hispanoamericano. F. C. E. México 1985.



[1] Vega Hurtado, José. Doors, una historia, “La revolución del 68”, Anaya Editores, México, 1994, p.51.

[2] Glantz, Margo. Onda y escritura en México: Jóvenes de 20 a 33 Siglo XXI, México, 1971, p. 14.

[3] Gombrowicz “Lo humano en busca de lo humano”, Siglo XXI, citado por Margo, Glantz en Onda y escritura en México: Jóvenes de 20 a 33 p.14

[4] Glantz, Margo. Op. Cit., p.16.

[5] Camasotz, Fabián Esquivel. “La literatura de la onda frente a la generación beat” en http://www.geocites.com/laletra/onda.htm

[6] Ibídem

[7] Kim, Lee Joong, Cultura y sociedad de México en la obra de José Agustín, Universidad de Guadalajara México, 2000 p. 18.

[8] Agustín, José. La contracultura el México, Grijalbo, México, 1996, p. 83.

[9] Agustín, José “Cuál es la Onda”, Los novelistas como críticos, Tomo II. Norma Clan y Wilfrido H. Corral (compiladores) F. C. E. Tierra Firme, México, 1991.

[10] Ibídem

[11] Ibídem

[12] Ibidem

[13] Margo, Glantz. Onda y escritura en México: jóvenes de 20 a 33, Siglo XXI, México, 197,1 pp.7-8

[14] Margo, Glantz, “La Onda diez años después: ¿epitafio o revaloración?” Texto Crítico N.5, Xalapa, U. V. México, Sep-dic- 1976

[15] Bartra, Roger, La Jaula de la Melancolía¿Tiene sentido ser mexicano?” CONACULTA, México, 2002, p.  75

[16] García Saldaña, Parménides, En la Ruta de la Onda, Editorial Diógenes, México, 1972, pp. 47-48

[17] Agurtín, José. “Cuál es la Onda, tomado del libro El cuento Hipanoamericano, Seymour Menton, F. C. E. México, 1985, pp..549-584.