Me persigue un caballo negro.
Desde siempre me ha perseguido
un
caballo negro
Pensándolo bien desde hace algunos años.
Veía su sombra de reojo,
lo
ignoraba.
Su trotar era imperceptible,
apenas una presencia cualquiera.
En el destile de los años
me ha ido persiguiendo
insistentemente
con
su larga cabellera
y sus cuatro patas.
Trota detrás de mí,
se aparece en las pantallas,
escribe a través de ellas.
Me persigue un caballo negro.
Me saluda en lo lejano, pero por su olor está
cerca.
Hiede con su mueca de gran seductor.
Me presume sus ferrosos anillos
caprichosamente adheridos a sus pezuñas.
Me muestra sus tatuajes y ridículas jafas.
Me
dice que sabe querer-extrañar y desea palpar,
besar mi orgullo
vengar
mi error.
Me persigue un negro y horrible caballo.
Entrometido,
Acaso invitado especial,
predestinación
quizá.
El caballo negro no lo sabe,
pero en el pronto retumbe de sus patas-presencia,
habrá
una amplia zanja.
Ha de caer y yacer para siempre.
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