por Óscar Jara
Ron Mueck es un escultor australiano afincado en Londres, que ha dado un increíble salto, de creador de efectos especiales en películas a la National Gallery, el principal museo de Londres. ¿Qué tiene este escultor que utiliza silicona, acrílico y fibra de vidrio en sus creaciones para codearse con Rembrandt, Rafael, Rubens y otros maestros? Probablemente la respuesta está en la perfección de sus creaciones hiperrealistas, el uso de nuevos materiales, y la interpretación que hace de temas como la maternidad, que han sido abordados por muchos de sus vecinos renacentistas, con los que comparte galería.
La exposición de Mueck no distorsiona en el contexto de la pinacoteca londinense, porque su escultura está considerada como parte de una larga tradición, aunque su tratamiento y ejecución es ultramoderno, con obras que ya se consideran piezas maestras, repartidas en prestigiosos museos de Europa, América y Australia, y todo esto con 45 años.
Este artista tuvo una aceptación fulgurante. Su primera aparición en el arte fue en 1997, cuando participó en la exhibición colectiva llamada Sensation, que se realizó en la Royal Academy of L ondon, con una escultura llamada Dead Dad. Una pequeña escultura de apenas un metro, que no pasó desapercibida para nadie. El papá muerto, con su desnudez y rigidez cadavérica, tiene un sentido irónico que no se puede evitar, como tampoco un hálito de ternura, quizás por esa suavidad de materiales que semejan la piel, y que burlan de alguna manera a la muerte.
En la muestra que presenta en la National Gallery, Ron Mueck ha trabajado específicamente en el tema de la maternidad. Una de sus esculturas muestra el momento justo en que ha terminado el parto. La madre apenas ha tenido tiempo de tomarse un respiro después de su labor, y el niño, todavía lúbrico, con el cordón umbilical a cuestas, despierta al mundo. Es una imagen tierna, de una perfección difícil de alcanzar, en que el artista ha cuidado todos los elementos desde los pliegues de una vagina dolorida, hasta cada poro de la madre y del niño.
No ha dudado para hacer evidente esto, mostrarnos este momento de profunda privacidad, en un contexto íntimo pero dentro de la tradición cristiana. Para lograr esa máxima representación, Mueck ha acudido a libros médicos y fotografías de parto, con el fin de dar la humanidad necesaria del nacimiento de todo niño, incluyendo a Jesucristo.
Mueck da acceso sin restricciones al cuerpo de la mujer, con una mirada que humaniza, sorprende, y en todos los casos le sublimiza. Eso sucede no sólo en la maternidad, sino en la colosal figura de una mujer embarazada. (mide 2 metros 60 centímetros).
Otra vez el tratamiento de un tema clásico, bajo un punto de vista moderno y sin complejos. Venus embarazada, la mujer y la fertilidad, un clasicismo que se muestra libre del tabú del desnudo, y muestra la fascinación por el cuerpo humano, y que rompe siglos de polémica y censuras.
Con sus obras este escultor no sólo hace una lograda imitación, sino que la estudiada plasticidad con que muestra sus esculturas, son más bien una invocación a la realidad deseada, ya que la vida misma tiene la necesidad de esa invocación para sentir que es real y, que posee, por tanto, un minuto de perfección.
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