POR QUÉ NO PERSPECTIVISTAS
La objetividad de lo subjetivo
La objetividad de lo subjetivo
Oliver E. López
Estaba lavando mis pantaloncitos, mientras reflexionaba sobre algo que ya sabía pero que no
tenía muy en claro: que no se necesita de la gran ciencia ni de la más pulida inteligencia para poder hacer una crítica ya sea de un libro o de una película, basta con opinar y decir lo que se piensa, sin seguir ningún teorema, esquema o metodología. Que la cinematografía es para los que hacen cine desde la academia y la teoría literaria es como explicar los trucos del mago, convertir la magia y el misterio en ilusiones ópticas y luego esas ilusiones explicarlas desde la física. No falta quien opte por esta vía para poder dárselas de excepcionales, o sentirse de una raza selecta de personas, aquellos que saben la química botánica retórica, retórica botánica y sistema decimal. Optemos por la objetividad de lo subjetivo, después de todo no es más que opinión y “me parece” que la subjetividad de la opinión es hasta cierto punto esencial cuando se trata de disertar y en la disertación nos entendemos. Dejemos la objetividad a secas no a la física sino a los cuadrados físicos, o a la matemática con la que no se puede contar una película o una novela, ni hablar de poesía. El problema de tal afirmación es: ¿entonces todo vale? ¿todo esta permitido? Por supuesto que no, si hablamos de la objetividad de lo subjetivo es necesario que dejemos ver que hay algo que no es cambiante y que es precisamente la validez de la opinión.

Esto me vino a la mente recordando las críticas que he leído o escuchado sobre algunas obras
de las cuales se tiene una opinión propia, después, conociendo la visión u opinión de otras personas sobre la misma obra, se encuentra el sinfín de verdades. Por ejemplo, el caso de la periodista Lydia Cacho, hay personas que consideran tanto su obra literaria como su acción social como algo verdaderamente valorable, digno de apoyar y tener muy en cuenta, por otro lado, he leído críticas de quien la quiere mandar de nuevo a la escuela elemental, para que aprenda a escribir mejor y a entender la naturaleza humana. De igual forma pasa con la película ¿Y tú cuánto cuestas? Considerada por unos como un documental apantalla-pubertos que muestra cosas disparatadas sin ninguna conexión narrativa, de baja calidad y peor contenido, otros, la ven como película de culto, digna de todo mexicano que se
respete, pues ahí se muestra la verdad de muchas de las cosas que suceden con México y los mexicanos, etc. Hay que sumar el caso López Obrador, por demás ejemplar, algunos de los que ven el documental Fraude, México 2006 terminan diciendo, es cierto, la política mexicana es una mierda y lo ha sido desde siempre, basta leer la historia. Están los otros, los que dicen que es el compló del compló, es decir, la mitología creada por un líder mesiánico necesaria para confabular un Estado totalitario con todo y sus síndromes sumada a una bola de creyentes y dogmáticos que conforman la mayoría de un país. Habrá más variantes de estos casos por supuesto que sí, pero sólo trato de mencionar los casos extremos.



Y qué decir de la película La brújula dorada que gracias a ser condenada por el Vaticano en el 2007 (véase la editorial del periódico l'Osservatore Romano publicado por el Vaticano) ha sido considerada como anticristiana y promoviendo un mundo frío y sin la esperanza de Dios. Pero está la otra parte, quienes consideran esta película como un excelente ejemplo para la física cuántica, pues nos nuestra la posibilidad de los mundos alternos y la capacidad de las partículas de ocupar múltiples espacios a la vez, cosa ya por demás demostrada por la mecánica cuántica. Claro que quien ve la película de buenas a primeras lo único que ve es una “caricatura” extremadamente fantástica, pero hay que considerar que no es más que otra vil adaptación más de una obra literaria, Luces del norte, el primer


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