Por: Oliver Eduardo López
Martínez
Fue Mario Vargas Llosa quien
escribió en La verdad de las mentiras
que el Santo Oficio, específicamente los inquisidores españoles, fueron los
primeros en entender la naturaleza de la ficción y sus propensiones sediciosas.
Pues mantuvieron prohibida la lectura de novelas en la Nueva España hasta 1816,
durante trescientos años la lectura de ficción fue cosa de contrabando y
clandestinidad. La necesidad de recordar a Vargas Llosa es por el asunto de que
la novela así como miente muestra una verdad, como ficción toca, y quizá,
trastoca la realidad. Por mucha ficción que se escribiera en los siglos XVI y
XVII su lectura era prohibida en América.
Para nuestros
días la ficción sigue mintiendo como siempre y sigue develando como siempre una
realidad, por no decir una verdad o por decir de la verdad como adecuación. En
otras palabras, por medio de la ficción contrastamos nuestra cotidianidad y
viceversa. Vargas Llosa dice que las novelas mienten pero que expresan una
curiosa verdad, la verdad de las mentiras y es la novela de Gerardo Laveaga Justicia que expresa mentirosamente un fragmento
de nuestra cotidianidad.
Gerardo
Laveaga escritor mexicano que combina con maestría la verdad de las mentiras,
en su novela Justicia de 2012, nos
devela y revela que la Justicia y el Derecho son dos cosas que en muchas
ocasiones aparecen juntas pero que finalmente nada tienen que ver. De alguna
manera el teórico austriaco del derecho Hans Kelsen nos advierte que a la
pregunta ¿qué es la justicia? No tiene respuesta definitiva, Gerardo Laveaga
nos hace ver en su novela que el Derecho no tiene nada que ver con la Justicia.
Novela
entrelazada en tres voces, 1ª, 2ª Y 3ª personas, y las vivencias de una estudiante de derecho, un taxista y
algunos magistrados de la Suprema Corte, Justicia
aterriza el ejercicio del Derecho como una profesión más, igual de digna y
desidealizada como la de un chofer de taxi: “lo llevamos a donde el cliente
pida y pueda pagar”. El Derecho en México como una forma de enriquecerse, nada
más:
Dispositivos legales cuya existencia no creería un abogado de Francia o
Alemania: la apelación, la denegada apelación, la queja, la reposición, el
amparo, el amparo en revisión… Aprendiste que, dentro de un juicio, un abogado
diestro puede provocar muchos pequeños juicios y conseguir que el problema
principal no se resuelva nunca, cuando así convenga a su cliente. El litigio
puede ser un modo de enriquecerse a costa de clientes incautos.
Y entonces las
páginas de Justicia, en la narrativa
de Gerardo Laveaga, más que encaminarnos a una reflexión sobre la Justicia y el
Derecho, nos hace pensar en la relación que tiene la Injusticia con los
abogados. Si bien no alcanzamos a definir lo que significa la Justicia sí
podemos entender que la Injusticia está estrechamente relacionada con el
ejercicio de los abogados mexicanos y las leyes que los amparan. Así la ética
del abogado se relaciona con las reglas del juicio y la interpretación de las
leyes que haga y no con la Justicia o la moralidad de los asuntos. Finalmente la
novela Justicia es el desencanto de
una estudiante de derecho, advierte que “El derecho no puede cambiar al mundo,
ni garantizar que éste funcione a la perfección”. Afirmación que oscila entre
la verdad y la mentira.
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