febrero 28, 2007

DESDE UN TANGO, AMOR DE PAÑUELO BLANCO


A veces me llega lo buena onda y me acuerdo de ti

Te bebo en el trago no amargo sino sólo trago

de las calles caminadas entre tu perfume solitario

Descaso los minutos

A qué huelen los segundos

A pasitos apestosos

que en el tiempo van cambiando de color

llegan a nostalgia

llegan a esperanza

Y tu piel respira mis suspiros

no la dejas conmoverte

y me dejas que me pudra

febrero 06, 2007

TRES POEMAS 3

Por: Ilse A. Méndez.


LA ESTACIÓN PERENNE








Tu cuerpo desnudo brilla bajo los relámpagos
como ante bajo mis manos.
Todas las estaciones están en tu cuerpo.
La primavera comienza su esplendor en tu abrazo
y concluye en tu boca entreabierta, alborozada, gozosa.
Todos los ríos del mundo están en tu cuerpo,
fluyen en ti en el momento
en que el animal más bello del bosque
-el pegaso, por ejemplo-
bebe de ti y se contempla.
Tu piel es de límite del fuego
donde se refugia el ardor del verano.
Rojas llamas te inundan.
Se mezclan los elementos y tu cuerpo se curva,
hay más aire en tu boca y mi cuerpo sediento
busca en ti salida, la libertad, los deseos.
Se anudan en ti los olivos del mundo
y ardes como una llama.
Somos un cuerpo sólo luchando contra la muerte,

contra lo que no se conoce aún.
El otoño se riega en tu cuerpo como vino rojo en la mesa.
Tus muslos descansan en el borde del mundo.
Vuela una paloma de tu pecho a mis manos.
Después miramos las dos, de alegría cansadas,
como a chimenea en invierno, el fuego pasado
y tu piel que brilla bajo los relámpagos.













EN AQUEL CLARO OCASO

En aquel claro ocaso
sin más pintura que la de mis ojos,
te desnudé
y el viaje de mis manos y mis labios
llenó todo tu cuerpo de rocío.

Aquel mi mundo amaneció por la tarde,
con tantos episodios sin historias,
fue silenciosamente abanderado
y seguido por pueblos de ansiedades.

Entre tu ombligo y sus alrededores
sonreían los ojos de mis labios
y tu cadera,
esfera en dos mitades,
alegró los momentos de agonía
en que mi vida huyó para tu vida.

Estamos tan presentes,
que el pasado no cuenta sin ser visto.
No somos lo escondido;
en el torrente de la vida estamos.

Tu cuerpo es lo desnudo que hay en mí
toda el agua que va rumbo a tus cántaros.
Tu nombre, tu alegría…
Nadie lo sabe;
ni tú misma a solas.






DESNUDA

Amo tu desnudez
porque desnuda me bebes con los poros,
como hace el agua cuando entre sus paredes me sumerjo.

Tu desnudez derriba con su calor los límites,
me abre todas las puertas para que te adivine,
me toma de la mano como niña perdida
que en ti dejará quietas su edad y sus preguntas.

Tu piel dulce y salobre que respiro y que sorbo
pasa a ser mi universo, el credo que me nutre;
ésa aromática lámpara que alcé estando ciega,
cuando junto a las sombras los deseos me ladraban:
-es ella-


Cuando te me desnudas con los ojos cerrados
cabes entre mis manos como el pan necesario,
cabes bajo mi cuerpo más cabal que mi sombra.

El día en que te mueras te enterraré desnuda
para que limpio sea tu reparto en la tierra,
para poder besarte la piel en los caminos,
trenzarte en cada río tú cabello disperso.

El día en que te mueras te enterraré desnuda,
como cuando naciste de nuevo entre mis piernas

y nuestra partitura.