enero 16, 2012

EL SENTIMIENTO DE ACCIÓN COMO LEY QUE RIGE LA MÚSICA EN LA ESTÉTICA DE SAMUEL RAMOS

Por: Oliver Eduardo López
  
Lo inefablemente íntimo de toda música, en cuya virtud nos hace entrever un paraíso tan familiar como lejano de nosotros y lo que le comunica ese carácter tan comprensible y a la vez tan inexplicable, consiste en que reproduce todas las agitaciones de nuestro ser más íntimo, pero sin la realidad y lejos de sus tormentos. Del mismo modo aquel su inherente carácter de seriedad, que excluye lo cómico de su dominio inmediato, se explica porque su objeto no es la representación, sólo respecto de la cuales posible lo engañoso y visible, sino la voluntad, y ésta es lo más serio que existe, porque todo depende de ella.
Arthur Schopenhauer

Nace de nadie el ritmo
lo echan desnudo y llorando como el mar,
lo mecen las estrellas,
se adelgaza para pasar por el latido precioso de la sangre,
fluye, fulgura en el mármol de las muchachas,
sube en la majestad de los templos, arde en el número aciago de las agujas,
dice noviembre detrás de las cortinas,
parpadea en esta página.
Gonzalo Rojas


Varios pensadores han dedicado amplias reflexiones al tema de la música considerándola desde un sentido metafísico hasta en el ámbito de la ciencia. En el caso de filósofos mexicanos de principios del siglo XX son principalmente José Vasconcelos y Samuel Ramos quienes dedican algunas páginas en su reflexionar al campo de la música. Nos ocuparemos en este caso de Samuel Ramos y sus  indagaciones en torno a este arte.
El filósofo michoacano indaga acerca de la música dialogando con otros pensadores. Si para Schopenhauer la música es la “objetivación de la voluntad” para Ramos es sentimiento en acción. Sigue a Husserl para enfrentarse al fenómeno de la música sin más y entender su naturaleza. Se apropia del vitalismo de Bergson y de Ortega y Gasset para explicar la intensidad del movimiento sonoro y su especificidad psicológica, además, el dualismo que establece es muy similar al propuesto por Nietzsche en El origen de la tragedia. Aún así la propuesta de Ramos no es meramente ecléctica, más allá de encontrar la voz de varios pensadores dialoga con otras filosofías y se inserta en la originalidad de la circunstancia propuesta por Gasset.
Desde 1929 Samuel Ramos escribe sobre la estética de la música, esto lo hace principalmente para comprender “plenamente el significado de la obra de Stravinski.” Su empresa es el compositor ruso y para ello primero trata de definir cuál es la esencia de la música en general.
Para Samuel Ramos la estética “es una reflexión filosófica sobre el arte efectivamente creado y producido en la historia de la cultura.” Este filósofo mexicano considera que reflexiones dentro de la estética hacia la música hay muy pocas, y que por ello “teorías filosóficas sobre la música apenas hagan su aparición en los comienzos del siglo pasado o para ser más exactos durante la época romántica.” Esta afirmación la hace pensado en que la carencia de tratados sobre música es sobre todo dentro de la estética, porque dentro de la musicología o la fisiología ha habido más avances. Ello conduce a la primera pregunta que plantea en su análisis “¿Qué es la música cuando se la considera bajo el ángulo de estética?” No es fácil, sin embargo hay una base sólida para entender la música, esto es, alejar las reflexiones de cualquier teoría metafísica o cómo dice Ramos, “con independencia de cualquier partidismo filosófico.” La misma recomendación es mencionada por Ramos en su Filosofía de la vida artística, y dice que para entender el problema del arte es necesario tener la experiencia directa con las obras artísticas, la experiencia personal del arte es el instrumento de la estética. Parece que Ramos sigue la recomendación de Schopenhauer cuando éste dice “además, para que mi explicación del sentido de la música pueda ser aceptada con perfecto conocimiento de causa, creo necesario que se oiga la música con ininterrumpida flexión”.
Es notoria la presencia del método fenomenológico utilizado por Samuel Ramos, mediante la epojé, abrazar directamente el fenómeno de la música y dar paso a la intuición, y la primer intuición que se tiene de la música es que alude a sensaciones, “principalmente a la esfera emocional, lo que han formulado muchos estéticos, diciendo que la música es la expresión del sentimiento.”
Decir que la música es expresión del sentimiento es la primera intuición que se tiene de la experiencia directa con la obra musical, pero ahora, ¿Qué clase de sentimiento expresa la música? Sabemos que hay una diversidad de sentimientos y según Ramos, estos están en conexión con otros elementos anímicos formando una maraña vital de lo que es el ser humano. Ahora bien, la creatividad es considerada aquí “la virtud más esencial de la vida” y la experiencia de la música lo que nos devela a través del sentimiento es la creatividad de un compositor y ese será el tipo de sentimiento expresado por la música, es decir, un sentimiento que nos muestra nuestra naturaleza de ser. En palabras de Ramos “la razón del carácter emocional o sentimental de la música, es que tiene la virtud de abrirnos situaciones espirituales en las que, por decirlo así, se encuentra la totalidad de nuestro ser, todo lo que somos como hombres.”
La empresa de Samuel Ramos crece conforme avanza en su análisis de la música, no se queda en entender el caso Stravinski, ni tampoco en catalogar a la música como expresión del sentimiento, un sentimiento distinto a los de la vida cotidiana, sino que pretende averiguar su trascendencia cósmica. Ante tal adjetivo es obvio que surgen muchas más preguntas.
De entrada no se pude aislar así nomás a pura sonoridad, a pesar de que la música se abstrae de los instrumentos y del movimiento corporal, porque está íntimamente ligada a la vida y la cultura de los hombres, si hay una ley que rija ésta será siempre puesta por el artista y será pues el sentimiento el que ponga las normas de la música, en este sentido habrá que indagar en el tipo de sentimiento expresado por el sujeto. Ahora bien, “un sentimiento puede desarrollarse en dos direcciones opuestas: hacia adentro o hacia afuera, hacia la contemplación o hacia la acción.”
El primer sentimiento, el de contemplación, no puede ser contenido de la música. El sentimiento de contemplación es animado por el principio de individuación, es decir, “que tiende a resolverse en pura vida interior y el sujeto es un contemplador pasivo que goza en ahondarla y prolongarla. En esta interiorización del sentimiento obra un impulso hacia la plena conciencia, hacia la definición de los rasgos concretos que lo individualizan.” A pesar de ser un sentimiento presente en el fenómeno de la música Ramos lo tacha de antimusical. En cambio el otro sentimiento de la acción es el que se proyecta hacia fuera, es decir, se convierte en acción corporal y de alguna manera, al hacerse exterior el individuo se despersonaliza y se aleja de su conciencia, para Samuel Ramos, se vuelve Danza, entrando así en un mundo universal y colectivo provocado por el movimiento del cuerpo producido por la música pura. Ahora bien, esta universalidad y objetividad del sentimiento de acción se da gracias a los gestos y actitud corporal, así luego, dice Ramos “en estos hechos psiocofisiológicos se debe situar la cuna de la autentica facultad musical, las notas esenciales de la música se destacan ya claramente en la música de danza.” Ramos describe el motor primordial de la música en un sentimiento que produce una intensidad vital, concepto bergsoniano, ésta, al producir movimiento como su aspecto fundamental, abarca también al sentimiento de contemplación. “El movimiento físico no es sino la materialización externa del movimiento psíquico interior. Y cuando la música ha tomado posesión de ese movimiento abstracto, ha encontrado su objeto propio a la vez que un principio de libertad.” Entendemos entonces que Ramos esta en favor de la música de acción, y en su concepción notamos la misma forma dual propuesta por Nietzsche en el Origen de la tragedia, lo apolíneo y lo dionisiaco. Aunque Nietzsche lo que describe son personalidades artísticas bien podríamos establecer analogía con los tipos de sentimientos expuestos por Samuel Ramos, en el caso de lo apolíneo o el “espíritu del ensueño” sería similar al sentimiento de contemplación, y lo dionisiaco “el espíritu de la embriaguez” a la par del sentimiento de acción. Una dualidad tan antagónica pero que tiene su punto de encuentro en el fenómeno estético según ambos autores.
De igual manera podríamos establecer que Ramos sustenta el ser de la música en la vibración, lo que se mueve es lo que vibra, es acción, movimiento, de ahí luego se llega a contemplar, se escucha y se piensa.
Es claro que algunas otras concepciones de la música no estarían en total acuerdo con la de Samuel Ramos. El fenómeno musical es entendido al amparo de varias filosofías y esto es también una idea expuesta por Samuel Ramos en Hacia un nuevo humanismo, en donde dice:

“La filosofía no vive solamente por la creación original de nuevas ideas, sino también en el acto más modesto de volver a pensar lo pensado, en la reproducción mental de todo el proceso de la especulación filosófica que es, en cierto modo, una recreación de la filosofía. Este método es el único que pude conducir al mundo filosófico y abrirnos la comprensión de sus secretos.”

Al menos el secreto de la música se alcanza a entrever.




Lecturas:


JoséOrtega y Gasset, Meditaciones del Quijote, Red editorial Iberoamericana, 1987.

Nietzsche, Friedrich, El origen de la tragedia, Espasa-Calpe, México, 1994.

Ramos, Samuel, El caso Stravinski, Obras Completas III, UNAM, México, 1991.

 Ramos, Samuel, Filosofía de la vida artística, Obras Completas III.

Ramos, Samuel, La música y el sentimiento, Obras Completas III.

Ramos,Samuel, Hacia un nuevo humanismo, programa de una antropología filosófica, F. C. E. México 1997.
Schopenhauer, Arthur, El mundo como voluntad y representación. Porrúa, México, 2005.

enero 07, 2012

SAMUEL RAMOS, SU FILOSOFAR, ¿UNA TEORÍA ESTÉTICA?

Por: Oliver Eduardo López Martínez






La filosofía


Qué es la filosofía para Samuel Ramos. Al respecto tendrá una postura antropológica en donde el hombre resida en el centro de toda reflexión, de todo filosofar. “Considero que todas las cuestiones filosóficas desembocan en un problema central que es más o menos directamente el foco del interés especulativo: el problema del hombre y su mundo” [Ramos, 1997:21]. El hombre se encuentra como sujeto y objeto de las diversas actividades, la historia, la cultura, la ciencia, etc., por tanto una filosofía propiamente dicha tiene que ocuparse en primer y último momento del asunto hombre. Si bien es cierto que la filosofía es conciencia de los problemas y el filosofar es plantearlos y definirlos, para Ramos esto será sólo un primer momento del filosofar, el más abstracto pero específicamente la filosofía es
Una investigación de la conciencia normativa, y su misión no se limita a comprender al hombre empírico, sino además al hombre como idea, lo que el hombre debe ser. Esta última proposición puede interpretarse con igual validez en dos sentidos. En un sentido global, como la determinación de la esencia del hombre, haciendo abstracción de sus manifestaciones empíricas: O bien en un sentido particular como la determinación de las diferentes formas de conciencia humana, conciencia científica, ética, estética, etc. [Ramos, 1997:22]

Aquí el hombre es el punto central de toda reflexión, se trata por tanto de una antropología filosófica en la que se tendrá como referencia al mundo y al ser. Se deriva de todo esto que el hombre está en relación con un mundo inmediato de cosas, que lo que hace es conocer realidades. Ahora bien esas realidades se pretenden conocer desde la objetividad o desde la subjetividad.

Este antagonismo sujeto-objeto, idealismo-realismo, puede ser superando dividiendo la realidad en territorios que están sujetos todos a la existencia humana. Retoma aquí el concepto husserliano de ontología regional [Husserl, 1997:45] y divide los objetos en “reales, ideales, el mundo de valores y la existencia humana” [Ramos, 1997:34]. Este último es el primordial en el que quedan incluidos todos los demás.
Para constituir un nuevo humanismo es necesario emprender una antropología filosófica, ¿en qué consiste esta? Para Ramos consiste en analizar la idea que tenemos de hombre, trazar un a priori sobre lo esencial del hombre, Ramos lo pone a manera de axioma, lo que parece justo, “aquel conjunto de notas que pensamos lógicamente inseparables a la idea general del hombre y cuya evidencia sea tal que no necesite del apoyo de la realidad, de la verificación empírica” [Ramos, 1997:38].

Un axioma sobre el hombre es la conciencia, la revelación del ser, pero no la conciencia aislada, fija, sino una consciencia que fluye constantemente en el amplio caudal de realidades. Unido a la conciencia están los recuerdos y las expectativas; intenciones proyectos y esperanzas, por tanto, la conciencia le da al hombre una dimensión temporal, la realidad óntica derivada de la conciencia de sí y del mundo es el tiempo. Notamos en el proceder de Samuel Ramos la huella indiscutible de Martín Heidegger.

Teniendo ya el axioma de la conciencia el hombre es devenir, por lo que debe de ocuparse de su vida, de su porvenir, en esa medida el territorio del ser del hombre aparece como una entidad teleológica, es decir, “que puede proponerse conscientemente un fin y tratar de alcanzarlo” [Ramos, 1997:42]. En ello se fundamenta no sólo el ser sino el deber ser y entra aquí al terreno del axios, lo valioso. En otras palabras, si el hombre se propone o desea un fin es porque lo considera valioso. “Para definir la esencia del hombre, que es el problema fundamental de la antropología filosófica, es necesario avanzar a una metafísica del hombre que nos diga cómo debe ser” [Ramos, 1997:45]. Finalmente entonces el ser humano es una entidad axiológica.
Hay un orden de valores objetivos que no dependen del placer ni del deseo. El placer es un valor, pero no todo valor es un placer. No valen las cosas porque las deseamos, sino que las deseamos porque valen. En todo esfuerzo desinteresado de valoración tales valores auténticos se muestran a la conciencia. Sólo un espíritu mezquino no reconoce los méritos, cuando los hay, en lo que es contrario a su placer o a su deseo. El hombre de profunda conciencia moral o artística puede dar fe de que sus juicios de valor son dictados por los objetos mismos, en consideración a ciertas cualidades independientes, en su realidad, de la persona que las estima [Ramos, 1997:63].

Para Ramos los valores existen objetivamente así como las ideas existen en la teoría de Platón, por qué negar el valor de la justicia si ésta no se ha visto todavía, resulta que los valores valen, por tanto no es necesario que sean. A esto llama “valores puros”, aquellos que no están todavía realizados, son aquellos que se quiere que sean, el deber ser; que constituye un puente entre el valor como idea no realizada aún y el valor manifestándose adherido a una realidad concreta. “Si algo vale, debe ser”. Así es como el mundo ideal y el mundo real se complementan con el valor, teniendo como mediador al ser humano. “Puede proponerse los valores como fines de su acción y realizarlos en la vida” [Ramos, 1997:66].

De lo anterior observamos que el nuevo humanismo que requiere Ramos es el que considere al ser humano como una entidad espacio-temporal con conciencia de sí mismo en el mundo y con el mundo, capaz de realizarse fines que sean valiosos. El más valioso de los fines es la moralidad, el fin supremo es el valor moral. Dice Ramos “Nosotros consideramos la moralidad como un hecho sentimental en donde el deber sólo tiene sentido como referencia a un fin reconocido como valioso” [Ramos, 1997:69]. A diferencia de Kant quien considera la moral como un fenómeno racional. Es así que si la moralidad de Ramos es un hecho sentimental, estamos hablando de una moralidad estética y como se verá de una estética axiológica.

Al construir un nuevo humanismo sustentado en una antropología filosófica Samuel Ramos nos ha llevado por el siguiente camino: de la conciencia de sí y del mundo que tiene el sujeto llega a la temporalidad; esa temporalidad implica que aparezca el ser como una entidad teleológica, es decir encaminada a fines; así pues esos fines tienen que ser valiosos. De lo valioso nos lleva a la libertad pues una conciencia que estime valiosa una finalidad o varias tiene que ser libre, esa libertad es siempre superior pues está determinada por un sujeto axiológico que se impone deberes valiosos pero que puede así mismo negarlos, pues tiene un ethos. Ramos traduce ethos como un sistema de elección valorativa

El hombre es, pues, el dueño de su propio destino, el nuevo humanismo tiene que dar cuenta de ello, los valores, la personalidad y con ello la creación de una cultura encaminada a un bien serán la libertad tanto social como individual. La historia es hecha por la voluntad del hombre y no al revés. De la autonomía y de la espontaneidad se sirve la inteligencia humana para considerar como valioso aquello que le beneficie, una civilización para el hombre y no el hombre para la civilización, ahorcado, oprimido en su propia creación.

La libertad del hombre tiene que sustentarse en una cultura, en modificar las condiciones naturales sin perder de vista los valores que sustentan la libertad y la personalidad ni dejarse llevar por las condiciones materiales. El materialismo histórico no es el centro de la historia, sino que lo es el hombre. El nuevo humanismo no es el griego que concebía al hombre al nivel de la naturaleza, ni el humanismo cristiano que separa al hombre de la naturaleza y lo pone en un estatus extraño e inconcebible fuera del mundo, con una calidad sobrenatural. Tampoco se trata del humanismo renacentista que baja al hombre del cielo para ponerlo nuevamente al nivel de la naturaleza y que trae como consecuencia un humanismo naturalista, en donde el hombre es concebido por las ciencias naturales y rebajado a la calidad de animal, instintivo, determinado por las leyes de la naturaleza. El nuevo humanismo consiste en determinar la especificidad del hombre al lado de la naturaleza pero elevándolo en la recuperación de sus valores de libertad y personalidad, situándolo en el centro del cosmos con la espiritualidad suficiente para elaborar una cultura en la que la ética y la estética dependan de libre juego de las facultades de su voluntad.

Así mismo el mexicano será libre al ser consciente de su capacidad y su estatus ontológico-antropológico, ya no una víctima más de la civilización-barbarie ni de la historia material de las culturas y los pueblos. El valor más alto es el de crear una cultura en la que el arte sea el medio por el que se exprese la libre voluntad de la persona y el ancla en los valores vitales, sin olvidar el determinismo natural del que no se puede escapar del todo pero sí, con la creación artística, darle la vuelta y hacer alarde de la libertad y la libre voluntad al crear formas y valores estéticos.

Este es el puente que nos llevará de una reflexión sobre el carácter del ser mexicano a una posición central del hombre no ya como miembros de un pueblo o nación, sino como humanidad en general para llegar así a una filosofía de la vida artística en la que se pongan en juego las posibilidades de exaltar como valioso aspectos de la vida del hombre y su relación con el arte.

Filosofía de la vida artística, la estética de Samuel Ramos

Si decimos que la belleza es la representación del orden universal y está vinculada a la perfección del conocimiento, este reconocimiento del orden universal servirá a la perfección del propio sujeto que expresa y conoce un objeto bello. Por tanto la contemplación es fruto de un acto del conocimiento que se esfuerza por acceder allí donde el orden y la belleza se expresan en alto grado. Este esfuerzo ya no implica sólo un acto del entendimiento, sino que requiere necesariamente un impulso de la voluntad y de la virtud. Para Baumgarten, la verdad estética va ligada totalmente a la verdad moral. La verdad estética necesita la adecuación de los elementos representativos, lo conocido sensiblemente, el orden entre las cosas y sus representaciones.

Ramos retoma esta acepción, “la estética en general es una reflexión filosófica sobre el arte efectivamente creado y producido en la historia de la cultura” [Ramos, 1991:5]. Considera entonces que, si el arte es producido por la actividad espiritual del hombre, “la estética debe proponerse, pues, como su objeto peculiar el fenómeno del arte, entendiendo por este nombre todo cuanto sucede en este vasto dominio de la existencia humana, individual y social, que designamos con la expresión de vida artística” [Ramos, 1964:12]. Éste será el punto medular de la estética de Samuel Ramos, la vida artística, en torno a este concepto irá desenvolviendo su teoría estética, que ya desde las primeras páginas de su libro la va perfilando.

Dentro de este concepto -vida artística- quedan incluidas todas las actividades humanas que se refieren al arte, lo mismo la creación que la contemplación artística, la interpretación, la crítica de arte, etc. Naturalmente todas estas actividades se refieren al conjunto de obras, en cuanto que son hechos dados en nuestra realidad humana. El fenómeno del arte se ofrece en una dualidad de elementos que son, por una parte el sujeto artístico, que puede ser creador, espectador, intérprete o crítico y por la otra un objeto real que es la obra de arte. Las notas esenciales del fenómeno estético deben buscarse entonces en las variadas relaciones que se entablan entre estos dos polos: el sujeto del arte y la obra artística. [Ramos, 1964:12]

Allí está la teoría estética de Ramos, su interés es hacerla inclusiva puesto que afirma forma parte de la cultura individual y pública, por ello que contemple al sujeto no sólo como creador, sino que también considera a las otras tantas vertientes que se desarrollan alrededor de una obra de arte, la crítica, la exposición, la contemplación y la interpretación, todo ello dentro del conjunto llamado vida artística que es el objeto de estudio de la estética.

El método más adecuado para el estudio de la estética según Ramos, es “el que busca la ley y la esencia general del fenómeno estético en la realidad misma del arte” [Ramos, 1964:147]. Pero ello no es fácil, se requiere de la intuición de la esencia. Para Ramos la intuición es acercar lo más posible el conocimiento y la vida, por eso es que lo considera el mejor método para acercarse a la estética, aunque, aclara, no se trata de una teoría del conocimiento, sino únicamente de un medio, el más puro, para captar esencias, para aprehender la inmediatez de la vida, aquello a lo que no se llega tan fácilmente con la pura razón, que sola por su parte tampoco puede completar el proceso del conocimiento, sino que es un recipiente que funciona una vez que ha sido llenado con otras facultades como la intuición.

La intuición filosófica, para sus adeptos, se basta a sí misma a causa de un sentimiento de evidencia que la acompaña siempre. Para nosotros, atenerse a esa evidencia equivaldría a meterse a un obscuro subjetivismo. ¿A caso todo lo que parece intuición lo es de veras?, ¿no habrá que cuidarse de las falsificaciones? Mientras la intuición no es demostrada con una técnica intelectualista, no pasa de estado de ánimo personal [Ramos, 1975:76]

El método de la intuición tomado de Benedetto Croce es para Ramos el complemento de la razón, pero cuáles serán las “técnicas intelectualistas” a las que alude Ramos en el párrafo anterior, consideramos que se trata del juicio de valor, recordemos que para este filósofo, los valores son objetivos, entonces, la objetividad de una intuición se hace objetiva mediante el juicio de valor, “mediante el cual se atribuye a los hechos intuidos la categoría de esenciales”[Ramos, 1975:76] Esta idea la hemos rastreado en Croce para quien el arte es “la expresión de impresiones”[Sánchez, 1972:86-94] las impresiones son la intuición que deberá objetivarse como tal, como intuición, más no como expresión.

Samuel Ramos considera el arte como un fenómeno de la cultura, lo que él llama el fenómeno del arte. Lo que entiende por cultura, en términos generales, es el producto de la actividad humana y los accidentes de su historia. La determinación es muy general, en esa medida hay que plantear qué tipo de actividad humana es a la que se refiere específicamente el arte, pues arte no es cultura y viceversa o es que acaso cualquier actividad es considerada arte. No, si se considera el fenómeno del arte de una forma dual: por una parte el sujeto del arte, en donde han de tomarse en cuenta el creador, el espectador, el intérprete y el crítico. Por la otra parte está el objeto del arte: la obra artística, producto del sujeto.

En ese sentido, las características de la estética o del fenómeno estético, deben buscarse en las variadas relaciones entre el sujeto y el objeto del arte. En ese camino, puede llegar a descubrirse su esencia siempre y cuando se determine qué relaciones existen entre las actividades artísticas y la vida humana en su realidad total. Para ello primero hay que determinar el tipo de relaciones que se dan entre arte y vida.

El arte es la manifestación de un interés que emana de ondas necesidades vitales del ser. El arte debe pedir ahora a los estéticos que lo estudien, en conexión con la vida, para que definan cuál es ese interés, propiamente estético [Ramos, 1991:141]

La distinción del concepto no es fácil puesto que lo utiliza de forma indistinta en algunas ocasiones, en otras es claro cuando se refiere a vida como organismo natural, biológico y cuando es la complejidad de todo lo que implica el ser humano, la historia, la cultura y todos los conocimientos que giran en torno al individuo. En el caso de vida artística se refiere al ámbito específico de todo aquello que está relacionado con el arte, la estética misma como reflexión sobre el arte. La vida será el medio artístico con las especificaciones que ello conlleva, es decir, no se trata de la vida común y corriente de cualquier persona, sino de la persona que está en relación directa con el arte. El modelo que seguirá para explicar lo que estudia la estética es precisamente la vida artística, ese cúmulo de relaciones y disposiciones que se dan entre sujeto y objeto.

El estado estético supone una disposición hacia la creación por medio de la imaginación libre en contacto oportuno con la realidad, oportuno en la medida en que se esté consciente de lo que se hace, no un mero arrebato, como la locura y la pérdida del juicio, sino como un accidente controlado dentro de los azares de la libertad artística. En esos términos se hace evidente que el sujeto demande una ruptura con la realidad, un rapto de los sentimientos. Normalmente nadie se guía completamente por los sentimientos o la imaginación, se consideran faltos de lógica, pero si se los sitúa en una posición estética son determinantes. “Quiere esto decir que los estados estéticos se caracterizan por la liberación momentánea de los imperativos de la realidad o de la lógica para entregarse gozosamente a los juegos de la fantasía y rapto de los sentimientos” [Ramos, 1991:28].

En la medida en que la posición estética del sujeto está determinada por los sentimientos o por lo menos en cuestiones de arte los sentimientos juegan un papel importante, habrá que distinguir los límites y alcances de los sentimientos en el arte.

No deja de asaltar finalmente la pregunta por qué el arte produce placer. La respuesta de Ramos es que la emocionalidad artística nos indica la profunda relación que tiene el arte con la vitalidad humana, “el hedonismo por su parte sugiere que el arte debe satisfacer una apremiante necesidad de la vida misma” [Ramos, 1991:32]. En estos términos encontramos una relación de la vida no artística con algunas necesidades satisfechas por la vida artística. “El arte ofrece al hombre la oportunidad de dar una libre expansión a esos aspectos del espíritu que no tienen satisfacción en la vida. El arte es a veces una válvula de escape que permite desahogar esta tención espiritual” [Ramos, 1991:32] Se refiere a la tención entre la voluntad del individuo que reprime en cierta medida, en la vida diaria, la imaginación y el sentimiento.

Al parecer la posición estética del sujeto es únicamente un rapto psíquico en el que se es víctima de la subjetividad pero, ya se ha dicho, la estética no puede ser sólo subjetividad, requiere del elemento objetivo para trascender al sujeto. Para conseguir esa exterioridad debemos de tomar en consideración que el sujeto recurre a la expresión. La vida artística contiene la imperiosa necesidad de expresar, no sólo el creador sino también el espectador del arte. En el concepto de expresión, al igual que en el de sentimiento, hayamos también una relación entre la vida artística y la vida no artística.

El público goza del arte, entre otras cosas, porque encuentra en él una expresión de su propia vida, y así la obra individual del creador adquiere el valor de una expresión colectiva. El simple lector de poesía gusta de ella porque da una voz a sus sentimientos, sus deseos o sus ideales, que él no sabría expresar por sí mismo. Lo que el hombre no artista encuentra en el arte es la imagen de sí mismo. En cuanto a los intérpretes, como el actor o el músico, su misión es desentrañar la expresión artística, contenida en el texto original del autor. [Ramos, 1991:33].

Dejemos en claro la posición estética del sujeto, se trata de la expresión. Tomemos en cuenta no es un expresión común de la vida cotidiana, sino que es una expresión que se caracteriza por ser diferente, selecta, que busca la permanencia al ser plasmada en una obra, es libre, pues se aleja de las formas cotidianas y ayuda a desempolvar aquellos aspectos del espíritu humano que no alcanzan a ser expresados cotidianamente. Es claro que el creador es quien desea expresarse y deja su obra al mundo, pero también para el espectador vale la expresión artística, mediante la comprensión de la obra de arte da paso a desentrañar y expresar la otra dimensión de su vida, la artística. Creador y espectador son participes en estos términos de la posición estética.

La otra parte esencial de toda consideración estética es el objeto, la obra de arte. En la filosofía de la vida artística el objeto estético no es tal sin un sujeto que le juzgue o que se vea afectado por tal obra, por ello tal obra tendrá un valor autónomo e independiente de su creador, aunque siempre será objeto para un sujeto, irremediablemente incluso en términos epistemológicos, esto conduce en la estética de Ramos a considerar los llamados valores estéticos dentro del objeto, que son los que aplicará en todo caso el sujeto al momento de establecer juicios en torno a un objeto estético. Queda claro que “la obra de arte sólo adquiere actualidad con referencia a un sujeto artístico.” [Ramos, 1991:90]. Sin embargo habrá que aclarar que el objeto estético no es algo meramente subjetivo y en este punto Samuel Ramos reclama la ausencia de una categoría que nos ayude a entender el objeto estético; idea, por cierto, tomada de Hartmann quien dice que hay un silencio en los conceptos, y agrega: “Es muy significativa la multiplicidad de los valores estéticos, pero sólo muy pocos de ellos llevan nombres corrientes; la mayoría son anonima, es decir, el lenguaje no los alcanza” [Hartmann, 1977:380] , porque el objeto estético no se ajusta a las categorías ontológicas y al trasladarlo a éstas, ya sea como cosa en sí, real, ideal o de valor, lo único que se consigue es deformar su ser verdadero. Lo único que sabemos es que se trata de un objeto estético, lo que no sabemos es en qué consiste. La solución de Ramos es “dar una idea aproximada de lo que es el objeto artístico, mediante comparaciones y rodeos” [Hartmann, 1977:380]. Es necesario representarse el objeto como independiente aunque éste requiera de un sujeto, en otras palabras no podemos decir que el objeto es subjetivo no obstante sea el sujeto quien le haga vivir.
Otra consideración para no dejar cabida a la total subjetividad del arte y suponer el objeto estético es que no es más que por medio de un objeto por donde se manifiesta el arte, éste puede ser una melodía, una representación teatral o una pieza escultórica, lo esencial es que no es sujeto sino objeto.

Conclusiones

Independientemente del carácter ecléctico que pueda tener la filosofía de Samuel Ramos encontramos en las notas dedicadas a la estética una teoría que está sustentada en marcar una diferencia entre vida artística y vida no artística. El arte marca un distanciamiento de la vida no artística pero en la medida en que trata de aprenderla en su total dimensión, se aparta no para alejarse del todo sino para exaltar el valor de la vida humana y social y el misterio que todo ello implica. Por eso es que llegamos a la filosofía de la vida artística partiendo del caso particular del ser mexicano, la vida comprendida en su total dimensión se exalta no solamente poniendo al ser humano en el centro del universo, sino mediante el arte ver la otra cara de la moneda de la vida.

La teoría estética de Ramos sostiene así que la vida artística comprende la relación de un sujeto estético con un objeto estético. El uno no es sin el otro y en esa medida, al reflexionar sobre la totalidad del arte, se está planteando una estética que además es una estética histórica y circunstancial que se eleva mediante el análisis del ser del hombre a una categoría universal. Y en la medida en que es un modelo explicativo nos atrevemos a decir que sustenta una teoría.

Consideramos que Ramos alcanza a develar en esta teoría los cimientos una estética aunque no establece del todo una estética autónoma, pues lo que alcanzamos a ver en toda su obra es que traslada los ámbitos del arte hacia los terrenos de la ontología y la axiología incluso como se ha dicho ya varias veces, se deja seducir por la psicología. El caso es que Samuel Ramos tuvo la certeza de haber perfilado una reflexión estética bastante original por lo que se logra insertar como un pensador mexicano que hereda una filosofía al saber universal.








Fuentes:

 Bayer, Raymond, Historia de la estética, Fondo de Cultura Económica, México, 1984.

 García Morente, Manuel, Lecciones preliminares de filosofía, Porrúa, México, 1994.

 Gasset, José Ortega, Obras completas, Tomo III.

 Gómez Martínez, José Luis, “La presencia de Ortega y Gasset en el pensamiento mexicano”, Nueva Revista de filosofía Hispánica, 1987, Universidad de Georgia.

 Hartmann, Nïcolai, Estética, UNAM, México, 1977.

 Husserl, Edmund, Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica, Fondo de Cultura Económica, México, 1997.

 Nietzche, Friedrich, El nacimiento de la tragedia, Alianza Editorial, España, 2000.

 Ramos, Samuel, Filosofía de la vida artística, Espasa-Calpe, México, 1964.

 Ramos, Samuel, Hacia un nuevo humanismo, Fondo de Cultura Económica, México, 1997.

 Ramos, Samuel, Historia de la filosofía en México, CONACULTA, México, 1993.

 Ramos, Samuel, Obras completas, Tomo I, UNAM, México, 1975.

 Ramos, Samuel, Obras completas, Tomo II, UNAM México,1990

 Ramos, Samuel, Obras completas, Tomo III, UMAM, México, 1991.

 Salmerón, Fernando, Las mocedades de Ortega y Gasset, Universidad Nacional Autónoma de México, 1983.

 Vázquez, Sánchez, Adolfo, Antología de textos de Estética y teoría del arte, UNAM, México, 1972.