mayo 05, 2014

Cuando te comiste una manzana

Oliver E. López



No pude entender a la expulsada
hasta que te vi comiendo una manzana.

Con tus manos pequeñas,
libres de pecado alguno
sostenías religiosamente el fruto rojo,
               sí,
                        era rojo.
Que mordías ceremoniosa
       sorbiendo,
                     labios húmedos,
                                esa poderosa droga.

A cada mordisco tu mirada
se iba en la contemplación
de lo absoluto.

No habrá castigo que valga
ni penitencia que cueste
después de aquél deleite.

Droga de fruta te hacía
la más perversa de las vírgenes.
Besabas desquiciada
al compás del torrente jugoso
dulce y beso eran lo mismo.

Tenías en aquél malévolo acto
el control de lo pasado y venidero,
devorabas una realidad circundante
haciéndola un acto amoroso,
             sólo eso,
                        desenfreno,
              pasión,
besos y mordidas,
la sonrisa dilataba más y más
                                              aquél atrevimiento.

Pasmado ante ti
comprendía la serenidad de tu presencia,
la necesidad de tú toda en la historia,
el efecto narcótico

con el que castigas a quien te ama.