junio 01, 2010

Alfred Adler como uno de los sustentos teóricos de El perfil del hombre y la cultura en México de Samuel Ramos

Por: Oliver E. López


El perfil del hombre y la cultura en México del filósofo michoacano Samuel Ramos escrito en 1934 ha sido una de las obras clave para indagar sobre la naturaleza o situación psicológica y social del mexicano. De esta obra son herederos infinidad de autores entre ellos Octavio Paz y Roger Bartra. Aquí rastreamos las influencias que toma Ramos directamente del psicólogo alemán Alfred Adler.






La idea general



La tarea primordial de Ramos es emprender una reforma espiritual en México. Esto lo interpretamos al observar que reforma era una consigna que portaban los intelectuales de su generación: Gómez Morín, Lombardo Toledano, Antonio Caso, José Vasconcelos y un sinfín de personajes que desde las artes, el pensamiento o la ciencia tenían como tarea darle un vuelco a la historia y a la nación en nombre del progreso y la modernidad. En el campo de la política la bandera era el progreso de la sociedad mexicana en el nombre de la revolución y sus postulados heredados por convicción de 1910. En el caso de las artes y las ciencias sucede algo similar, se trata de innovar, de ser punta de lanza en cuanto a nuevos descubrimientos y hazañas. Esta tendencia quizá sea representativa de toda época, es decir, lo nuevo siempre estará de fondo en el quehacer humano dentro de las sociedades, pero es en el siglo XX en el que se nota más marcada esta tendencia. Desde la revolución industrial a finales del siglo XIX, y las revoluciones socialistas en Europa, el progreso ha sido el insomnio de la cultura. La industria, la política, los avances científicos, las vanguardias artísticas, las nuevas tendencias filosóficas en coqueteo con la ciencias naturales y el lenguaje, todo se halla con miras hacia la renovación, hacia la novedad, al modus odiernus constante en todos los discursos. A pesar de las catástrofes científicas, de las decepciones políticas y las guerras mundiales con todo lo que implican, la fe en el progreso continúa, quizá porque sigue siendo abaratada por las políticas de la democracia totalitaria vigente aún en el siglo XXI. Un populismo exacerbado tiene como bandera siempre la diferencia, por lo tanto lo nuevo; un pueblo acrítico siempre padece del afán de novedades. El caso es que Samuel Ramos no escapa a ser redentor de la sociedad, para ello habrá de darse a la tarea de entender la historia y analizar el comportamiento generalizado del mexicano. En el prólogo a la tercera edición de El perfil del hombre y la cultura en México Samuel Ramos clasifica su trabajo como “un ensayo de caracterología y de la filosofía de la cultura”[1]. Es aquí en donde entra en diálogo con el psicólogo alemán Alfred Adler quien define en varios de sus tratados lo que es el rasgo de carácter, punto de vista que es tomado por Ramos para elaborar la “caracterología del mexicano”, partiendo de la idea de que el mexicano no es así, se hizo así, y por lo tanto puede ser de otra manera. “Lo que por primera vez se intenta en este ensayo, es el aprovechamiento metódico de las teorías psicológicas de Alfred Adler al caso mexicano.”[2]

Si la idea general del autor es una renovación de la cultura mexicana, el método que utiliza es similar al de la medicina, recordemos que Samuel Ramos es a la medicina como Ortega y Gasset al periodismo.[3] De no dedicarse a la filosofía se dedicarían a la medicina o al periodismo y de alguna manera emparentaron estas profesiones. Pero más que un método aplicado en la medicina humana podemos aventurarnos a desmenuzarlo con lo que Leslie Stevenson llamó filosofía aplicada. “La aplicación del análisis conceptual a cuestiones de creencia y de ideología que afectan a lo que pensamos que debemos hacer, tanto individual como socialmente.”[4] Quizá no encaje del todo la teoría del estadunidense Stevenson en el análisis de Ramos, aunque hay una estructura primordial que sigue Stevenson que sí podemos aplicar, claro, con ciertas limitantes y algunas distancias. Al analizar algunas teorías, Stevenson sigue el siguiente esquema que, según afirma, siguen muchas teorías e ideologías: “(1) Como trasfondo, una teoría sobre la naturaleza del universo; (2) una teoría básica de la naturaleza del hombre; (3) un diagnóstico de lo que hay de malo o equivocado en el hombre, y (4) una prescripción para corregirlo”[5]. Es claro que ese modelo no se aplicará tal cual a la filosofía de Ramos, puesto que Stevenson lo aplica en mayor medida sobre algunas ideologías, como el cristianismo y el marxismo, “sistemas cerrados”[6] como les llama, y hasta ahora Samuel Ramos no ha sido la génesis ni el sustento de ninguna ideología como tal. No será necesario que busquemos una teoría sobre la naturaleza del universo en Samuel Ramos, ni en buena medida una naturaleza del hombre, sino un tipo de hombre, el mexicano. El diagnóstico de ese tipo de hombre sí lo hace Ramos, por lo tanto la prescripción para corregirlo también.


Acoplando un poco el modelo de Stevenson llamemos al punto (2) el problema, al (3) el diagnóstico y al (4) la prescripción. Es decir, encontrar el problema haciendo una introspección, encontrar los vicios y actitudes, los comportamientos del mexicano, después viene el análisis para determinar de qué tipo de enfermedad se trata, finalmente se da una prescripción para cumplirse al pie de la letra y remediar la situación padecida. Así podremos asomarnos con detenimiento a El perfil del hombre y la cultura en México.


¿Qué hace Ramos en El perfil…? De lo que se trata es de analizar la cultura mexicana y se parte de una definición más o menos general de lo que es la cultura. Lo esencial de la cultura está en el modo de ser del hombre. “Una cultura está condicionada por cierta estructura mental del hombre y los accidentes de su historia.”[7] En estos términos y de acuerdo con lo que se verá de Adler, nos atrevemos a decir que la cultura está, en cierta medida, determinada por el carácter. Lo que trata de buscar Ramos es el ser psíquico del mexicano y así pues, para hacer un estudio de la cultura, habrá que partir de que éste posee una cultura “derivada”, es decir, es producto de varios años de historia.


Recordemos que el método utilizado para detallar el carácter del mexicano es detectar el problema, hacer un análisis del mismo y establecer una prescripción para mejoras. El análisis es muy sencillo, si la cultura es producto del carácter de los hombres forjado en la historia, la cultura mexicana se caracteriza por la autodenigración, producto del interés de los mexicanos por lo extranjero.

No se puede negar que el interés por la cultura extranjera ha tenido para muchos mexicanos el sentido de una fuga espiritual de su propia tierra. La cultura, en este caso, es un claustro en el que se refugian los hombres que desprecian la realidad patria para ignorarla. De esta actitud mental equivocada se originó ya hace más de un siglo la autodenigración mexicana cuyos efectos en la orientación de nuestra historia han sido graves.[8]

Otro concepto clave de la cultura mexicana es la imitación, concepto emparentado con la autodenigración. Si no se quiere así mismo, tendrá que dar la apariencia de ser otro y hacer lo que ya se hizo, sistemas políticos, económicos, tendencias artísticas, etc.
Los mexicanos han imitado mucho tiempo, sin darse cuenta de que estaban imitando. Creían, de buena fe, estar incorporando la civilización al país. El mimetismo ha sido un fenómeno inconsciente que descubre un carácter peculiar de la psicología mestiza. No es la vanidad de aparentar una cultura lo que ha determinado la imitación. A lo largo que se ha tendido inconscientemente, es a ocultar no sólo la mirada ajena, sino aun de la propia, la incultura. Para que algo tienda a imitarse, es preciso creer que vale la pena ser imitado. Así que no se explicaría nuestro mimetismo, si no hubiera cierta comprensión de valor de la cultura.[9]

Autodenigrarse e imitar, dos situaciones que conducen a un complejo de inferioridad. Estas tendencias han surgido en el mexicano debido a la conquista española, momento de la historia en donde dos culturas chocan y se asimilan. La tarea es pues, superar ese sentimiento de inferioridad. No es que sea inferior, es sólo que se siente inferior. No es que el mexicano desprecie el valor de la cultura, lo que sucede es que sintiéndose inferior considera que dar apariencias es lo más sano. Pero entra en el engaño de creer que tiene una cultura auténtica cuando sólo es una imagen de la misma. Se tiene una vida partida en dos, la de la realidad y la de la ficción, la del ser y la del querer ser. Ramos apunta que una vida así, en donde la legalidad le gana a la realidad, explica la serie de conflictos y revueltas sociales constantes desde el siglo XIX. Se imita una carta magna proveniente de otros países con una historia diferente, “el primer texto de la Constitución Americana que se conoció en México a decir de Carlos Pereyra fue una mala traducción traída por un dentista.”[10] Se instalan unas leyes ajenas a la realidad y por consecuencia la sociedad reclama, obviamente el reclamo tampoco se adapta a la legalidad y no hay más que la revuelta y los conflictos armados.

Precisemos: Alfred Adler


Visto el análisis que hace Ramos a la situación del carácter mexicano, resaltamos las ideas que le ayudan a esbozar una imagen del mismo: el mexicano imita, se autodenigra y por lo tanto posee un sentimiento de inferioridad. Ese sentimiento será lo que determine de alguna manera el ser del mexicano. Si el análisis hecho por Ramos en cuanto al carácter del mexicano es una supuesta aplicación de las teorías de Alfred Adler, surgen algunas dudas, por ejemplo ¿qué es lo que específicamente toma Ramos de Adler? Recordemos que se trata de contemporáneos.


Al observar la definición que da Ramos de cultura dice que: “está condicionada por cierta estructura mental del hombre y los accidentes de su historia”[11] y la definición de carácter de Adler dice que se trata de un asunto social, “la manera como una persona se sitúa con respecto a su mundo circundante, es decir, una línea directriz en la que se exterioriza su afán de prerrogativa en unión con su sentimiento de comunidad,”[12] entonces ¿cuál es la diferencia entre carácter y cultura?

Lo que de manera definitiva toma Ramos de Adler es la teoría del carácter acompañada del llamado complejo de inferioridad. Veamos con detenimiento la teoría de Adler sobre el carácter para saber qué es lo que le debe Ramos y precisar las diferencias entre carácter y cultura.

Alfred Adler nace en 1870 en Viena. Se titulo como médico en 1895, fue simpatizante socialista y se inclinó a la psiquiatría en el año de 1907 cuando se unió al círculo de discusión de Freud. A pesar de no concordar del todo con las teorías freudianas fue nombrado presidente de la Sociedad Analítica de Viena y coeditor de la revista de la misma. Debido al debate con Freud se separó formando la Sociedad para el Psicoanálisis Libre en 1911. Viajó posteriormente a Estados Unidos y aceptó el cargo de visitante en el Colegio de Medicina de Long Island. En 1937 murió de un paro al corazón mientras daba clases en la Universidad de Aberdeen.[13]
Seguidor de Freud aunque con ciertas distancias, Adler minimiza el papel de la sexualidad. Divulgó el concepto de “complejo de inferioridad” que abarca tanto las deficiencias psíquicas como las físicas y puso de relieve la tendencia de “compensación” que conduce a una corrección. Esta situación invita a Ramos a decir que la situación del mexicano puede corregirse, lo que será parte de su prescripción.

En cuanto a la teoría del carácter de Adler, encontramos el desarrollo del concepto en dos de sus obras: El carácter neurótico de 1912 y El conocimiento del hombre, de 1926. En el primero es obvio que se concentra en la neurosis y apenas apunta, al lado de ésta, lo que es el carácter: “un patrón inteligente que utiliza la imagen directriz y del cual se sirve tanto la tendencia aseguradora como las disposiciones afectivas”[14]. En la segunda obra lo define de la siguiente manera:



Por rasgo de carácter entendemos la aparición de una cierta forma expresiva del alma en un ser humano que trata de adaptarse a las necesidades y obligaciones que la vida le impone. El “carácter” es, por consiguiente, un concepto social. Del carácter sólo se pude hablar asociándolo con el mundo circundante. En el caso de un Robinson, por ejemplo, carecería de importancia el carácter que tuviera. El carácter es, pues, la actitud, la manera como una persona se sitúa con respecto a su mundo circundante, es decir, una línea directriz en la que se exterioriza su afán de prerrogativa en unión con su sentimiento de comunidad.[15]

En comentario a El carácter neurótico, Jaime Berstein menciona que utiliza el concepto de manera muy rigurosa, “del griego charasso, marcar, sellar, grabar, acuñar. El carácter es para él estilo de vida que es peculiar a cada hombre, que hace de él un ser único, reconocible, inconfundible e indisgregable, en suma, un individuo, un ser indivisible, indesmembrable.”[16] El carácter es pues una identidad que posee el individuo que está determinada por una interrelación de varios factores, genéticos y sociales. Lo que quizá pueda ser también la cultura.

A la par del concepto de carácter, Adler desarrolla también el concepto de “complejo de inferioridad”. En 1907 publica su Estudio de la inferioridad de los órganos en donde habla sobre un sentimiento de inferioridad que padecen todos los hombres desde su nacimiento, el cual motiva al individuo a realizaciones constructivas.[17] La pequeñez y el ser inválidos es lo que produce en los niños recién nacidos sentimientos de inferioridad. Desde que aparece el sentimiento de inferioridad, el niño trata de superarlo, debido a lo intolerable que le resulta. “Pero el niño no tarda en darse cuenta de que su misma debilidad y desvalidéz, su angustia y sus numerosas aptitudes le suministran también medios para asegurarle el auxilio, el apoyo e interés de quienes lo rodean.”[18]

El individuo, durante toda su vida, trata de responder a su sentimiento de inferioridad con una actitud de superioridad. Esta búsqueda constante de significación y/o poder constituiría lo que él llama “sentimiento de comunidad”[19] y engloba también la empatía y la identificación con otros seres humanos.

El hombre es un ser impulsado por un deseo innato de dominar a los demás a fin de compensar los sentimientos profundos, pero ocultos de su propia inferioridad. Adler hizo hincapié en que los sentimientos de inferioridad nacen de las que él consideraba las tres relaciones más importantes: las que el individuo mantiene con su trabajo, tomándolo como actividades útiles a la sociedad; con los amigos, con quienes se expresa el carácter de ser miembros de la raza humana y de la necesidad de adaptarse e interactuar con los demás, y con su objeto amado, pareja del sexo contrario con la que lleva una estrecha unión en cuerpo y mente. [20]



Los sentimientos de inferioridad, conscientes o inconscientes, a los que denominó complejo de inferioridad, combinados con mecanismos compensatorios de defensa, son las causas básicas de su carácter psicopatológico. La función del psicoanalista, en consecuencia, sería descubrir y racionalizar tales sentimientos para terminar con el deseo incontrolable de compensarlos, que acaba determinando actitudes neuróticas egocéntricas, sobrecompensaciones e, incluso, la huída del mundo real y sus problemas o adoptar objetivos de vida poco realistas, que a menudo se manifiestan como una voluntad poco razonable de poder y dominio, que conduce a diversos tipos de comportamiento antisocial, desde la intimidación y la presunción a la tiranía política.

Adler afirma que el consciente es la fuente de neurosis, en vez del inconsciente, como decía Freud, y dice que los trastornos psicológicos provienen de un modo de vida equivocado, que supone la adopción de opiniones y metas erróneas, por un escaso desarrollo del interés social pues mientras que la persona neurótica puede perseguir el poder y la “automagnificación”, la persona normal persigue metas de carácter social y en su realización se toman en cuenta las necesidades de otros.[21]

En personas normales, esta búsqueda de superioridad consiste en encontrar un nivel más alto de desarrollo o una personalidad mejor integrada. Todos los impulsos del hombre no son apetencias separadas y distintas sino una manifestación de esforzarse por alcanzar esta superioridad. Hay una meta final que los hombres tratan de alcanzar, la cual da unidad a sus personalidades; esta meta es alcanzar su imagen directriz, que es un ideal de personalidad. Éste es un punto hacia el cual se va a edificar el carácter del individuo.

Los rasgos de carácter, tal como se manifiestan en la vida del hombre, deben ser considerados como líneas directrices para el pensamiento, el sentimiento, la volición y la acción; como artificios de la psique humana que acusan su mayor relieve cuando el individuo intenta salir de su inseguridad y realizar su idea directriz ficticia. […] El objetivo y la dirección de los rasgos de carácter se reconocen fácilmente en las líneas originarias: rectas, combativas, agresivas. Pero las necesidades y dificultades de la vida imponen modificaciones al carácter, excepto aquellas construcciones adecuadas a la idea de personalidad.[22]

Cuanto más precisa y rígida sea la imagen directriz, tanto más dogmáticamente trazará las líneas directrices de su vida, adecuándolas lo más posible al mundo exterior para evitar un choque. El material para la formación del carácter está latente en todas las regiones de la vida psíquica. Pero las necesidades y dificultades de la vida imponen modificaciones al carácter en ciertos aspectos que no pueden adecuarse a la realidad externa del individuo. Toda esta energía empleada en la compensación de las deficiencias proviene de un impulso agresivo.

Por eso Adler concibe el carácter como un patrón que se dirige a la imagen directriz y es preciso entenderlo como símbolo de plan de vida, como un valor metafórico.

Cada persona descubre su propia manera de esforzarse por realizar el fin fundamental de la superioridad, su propio estilo de vida, y cada estilo es único. Es el camino de cada persona para seguir una meta. Está conformado por tres factores: la herencia, el yo interior y el medio ambiente; siendo la estructura más importante el yo interior ya que éste regula las relaciones entre las dos estructuras restantes. Según Adler una imagen directriz exaltada y reforzada en un niño afectado de alguna inferioridad, puede dar resultado a una serie de intentos de compensación de la psique que pueden degenerar en neurosis o psicosis.[23]

Los neuróticos se aferran con fuerza a sus moldes de seguridad, a su plan de vida y con mayor energía aún si presienten que, de abandonarlos, caerían derrotados. Entonces el neurótico se apodera de la realidad para transformarla o someterla a su ideal de personalidad. Cuando se ve amenazado con una derrota, los dispositivos neuróticos entran en acción impidiendo el despliegue de la acción peligrosa.[24]

Para no adentrarnos más en asuntos que competen a la psicología e ir a nuestro tema, podemos arriesgarnos a resumir la teoría de Adler en tres puntos clave. Todos tendrán que ver con la formación del individuo.

1. El afán de perfeccionamiento. Las personas queremos llegar a nuestro ideal, a lo que queremos ser y a lo que podemos ser. Sin embargo el perfeccionamiento ideal no existe del todo, por lo que generalmente esta tendencia se ve frustrada. “Adler considera que los sentimientos de inferioridad son universales en el hombre. El primer desarrollo de su idea lo hizo en relación con la inferioridad orgánica, ya sea morfológica o funcional.”[25] Ante la situación de algún órgano inferior un individuo tiene dos opciones. Desarrollar otro órgano para compensar el inferior como cuando algún invidente perfecciona su oído o el tacto, o bien puede concentrarse demasiado en sus deficiencias y superarla como en los casos de rehabilitación.

Hasta aquí es claro que el cuerpo reacciona algunas veces de manera inconsciente, pero según Adler también psíquicamente hay tendencias a compensar las inferioridades. La mente busca ese perfeccionamiento ideal y superior, lo que conduce a crear ficciones, algunas veces benéficas para la persona otras veces perjudiciales, pues le alejan de la realidad.

2. La pulsión agresiva. Esta surge cuando se ven frustradas algunas otras necesidades como el sexo, el amor, el comer. El individuo tiende hacia la agresividad.

3. La protesta masculina. Es una tendencia un tanto sexista y patriarcal, determinada en mayor medida por la sociedad. El ser hombre, género masculino, es ser superior. Adler cree que hombres y mujeres tienen las mismas capacidades sólo que las mujeres han sido alejadas de esa igualdad.

Adler estaba a favor de un holismo al momento de considerar y entender a las personas a diferencia de Freud que manejaba conceptos más abstractos y sumamente reduccionistas. Por ello es que llamó a su teoría “Psicología individual” considerando el concepto de forma literal, “lo no dividido”, entender a los demás como un todo y no en partes. En este sentido, la preocupación de Adler era el estilo vital, es decir, la forma en que vives y manejas tu vida, no de manera mecánica y fisiológica puesto que no estamos totalmente determinados por el pasado, y si lo estamos, siempre existirá la opción de cambio. En esta cuestión estará sustentada la prescripción de Samuel Ramos, como ya hemos dicho, para mejorar la vida y cultura del mexicano. Al respecto de la opción de cambio Adler habla de una “teleología,” ser impulsados por ficciones parciales, como los paradigmas científicos. Quien abordó esta perspectiva de los paradigmas fue Thomas Samuel Kuhun en La estructura de las revoluciones científicas. Hablando de los paradigmas dice: “Considero a éstos como realizaciones científicas universalmente conocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica.” [26] Las llamadas ficciones de Adler son una analogía a los paradigmas, verdades parciales que ayudan al descubrimiento de nuevos horizontes. Llama finalismo ficticio cuando consideramos que sabemos en su totalidad lo que es bueno o malo, cielo e infierno, como ficciones claras que ayudan en el comportamiento. Así, cada uno posee una serie de ficciones que están relacionadas con quienes somos y a donde queremos ir. Una clave para entender al individuo es conocer sus ficciones.

Los tres puntos arriba señalados nos conducen a enfocarnos en lo que fue retomado por Samuel Ramos. Aparte del carácter, encontramos el sentimiento de inferioridad, que es compensado con la manifestación de cualquiera, o todos, de los tres puntos que hemos señalado, ambos importantes para ayudar a construir una caracterología del mexicano en El Perfil del hombre y la cultura en México.

Perfilando el perfil

Hay algunas anotaciones en El perfil… que forman parte del análisis de la situación del mexicano. Ya en páginas anteriores Ramos había comentado que la cultura mexicana “tiene que ser derivara;”[27]para ser derivada requirió de un proceso de asimilación y transplantación[28] y fueron dos factores los que ayudaron en este proceso. Primero la transplantación de la cultura española a América en el siglo XVI, después la asimilación del tipo de vida traída por los europeos.

Entendemos por cultura no solamente las obras de pura actividad espiritual desinteresada de la realidad, sino también otras formas de la acción que están inspiradas por el espíritu. Desde este punto de vista, la vida mexicana, a partir de la época colonial, tiende a encausarse dentro de formas cultas traídas de Europa. Los vehículos más poderosos de esta transplantación fueron dos: el idioma y la religión.[29]

Es pues el idioma y la religión de España lo que es asimilado por el aborigen americano que, según Ramos, es el aborigen la niñez de la cultura mexicana y de acuerdo con Adler, en la niñez es en donde comienza a formarse el carácter en contacto con el medio. Por lo tanto el carácter del mexicano está siendo determinado en principio por su pasado criollo, contagiado por la esencia española primordialmente católica. De este modo el espíritu español esta presente en América, sobretodo en su “pasión religiosa” y en su “individualismo rebelde”. La revolución de independencia de México es el síntoma visible de ese rasgo español. “No hacíamos otra cosa que emanciparnos de España a la española.”[30] Es considerable el hecho de que a Samuel Ramos se le escape en su análisis el tema del indígena, población mayoritaria en México y que a pesar de ello sólo le dedique algunas menciones sin profundizar demasiado. Se centra más en la cultura del europeo y en el criollo que en los nativos de quienes menciona “eran reacios a todo cambio, a toda renovación. Vivían apegados a sus tradiciones, eran rutinarios y conservadores.”[31] En cuanto al europeo y al criollo los considera la parte medular de la fisonomía mexicana. En ese sentido se le considera “eurocentrista”[32] por algunos autores, aunque él mismo afirme que no está por el europeísmo ni por el mexicanismo puro, sino por un punto medio.

La herencia criolla es lo que ha estado determinando en el fondo el carácter del mexicano, esto por la influencia del medio y los azares de la historia, el europeo no pudo ser más europeo y el indio no pudo ser más indio, ambas culturas se desvanecían en una nueva, la mexicana que tiene su niñez en el criollismo.

Las pretensiones de Ramos no son sólo descriptivas, ya hemos señalado que el autor se sitúa en una generación en la que promulgan el cambio en todos los sentidos, por lo que advierte no sólo perfilar el carácter del mexicano, “sino que ahondamos hasta descubrir sus causas ocultas, a fin de saber como cambiar su alma”[33]. Menuda empresa. Supone que el mexicano padece de un complejo de inferioridad que se hace latente a partir del siglo XIX, pero que se inicia en el XVI. Para descubrir la situación del mexicano lo hace examinando algunas clases sociales, apuntando que “el mexicano se comporta en un mundo privado lo mismo que en la vida pública”[34].

El análisis

Debemos recordar que estamos adaptando el modelo de Stevenson para desglosar la teoría de Ramos. Hasta ahora hemos presentado el problema que consiste en que el mexicano posee una cultura derivada y que por ello presenta un complejo de inferioridad, este se manifiesta en “una exagerada preocupación por afirmar su personalidad; que se interesa vivamente por todas las cosas o situaciones que significan poder, y que tiene un afán inmoderado de predominar, de ser en todo los primeros.”[35] Situación que encaja hasta cierto punto con la teoría del complejo de inferioridad de Adler, el único problema y, quizá el definitivo para desconfiar de Samuel Ramos es que no está hablando de un individuo sino de toda una sociedad, y hasta donde hemos visto Adler habla únicamente de individuos. Es de suponerse que lo que aplique para uno no puede aplicarse a todos, aunque de ser cierto esto, la psicología no tendría razón de ser, pues se parte de casos específicos para posteriormente aplicarlos a un mayor número de personas. Al respecto hay algunas críticas como la del doctor Gabriel Vargas Lozano quien comenta:

Por mi lado, tengo una serie de objeciones a este planteamiento. En primer término considero que la filosofía no debe diluirse con otras disciplinas como la antropología, la psicología o la sociología sino interrelacionarse en forma creativa. En segundo lugar, un determinado estereotipo como el llamado “complejo de inferioridad” no puede ser extendido a todos los habitantes de un país […] En cuarto lugar Ramos muestra, en este libro, un desprecio a la cultura indígena al caracterizarla como “egipticismo” (hecho que tendrá que corregir después en su Historia de la filosofía) y al hacerlo, está eliminando de tajo, el otro componente central de nuestra cultura[36].

Sea lo que sea, Samuel Ramos toma modelos para entender la mente del mexicano, principalmente modelos de clases sociales: El pelado que “constituye la expresión más elemental y bien dibujada del carácter nacional”[37].El mexicano de la ciudad, quien desempeña un papel activo en la vida del país.[38]Finalmente El burgués mexicano, “el grupo más inteligente y cultivado de los mexicanos”[39].Debemos dejar hablar a Samuel Ramos para entender que imagen formó del mexicano a partir del “pelado”:

Su nombre lo define con mucha exactitud. Es un individuo que lleva su alma al descubierto, sin que nada esconda en sus más íntimos resortes. Ostenta cínicamente ciertos impulsos elementales que otros hombres procuran disimular. El “pelado” pertenece a una fauna social de categoría ínfima representa el deshecho humano de la gran ciudad. En la jerarquía económica es menos que un proletario en la intelectual un primitivo. La vida le ha sido hostil por todos lados, y su actitud ante ella es de un negro resentimiento. Es un ser de naturaleza explosiva cuyo trato es peligroso, porque estalla al roce más leve. Sus explosiones son verbales y tienen como tema la afirmación de sí mismo en un lenguaje grosero y agresivo. Ha creado un dialecto propio cuyo léxico abunda en palabras de uso corriente a las que da un sentido nuevo”[40].

Considera además que el pelado asocia su concepto de hombría al de nacionalidad, así que ser mexicano es ser macho, en todo caso ser un pelado.
En cuanto al mexicano de la ciudad, su nota más característica es la desconfianza. Desconfía de todo lo que le rodea, ideas y personas, es un ser instintivo que trabaja para hoy y no más. Debido a su desconfianza en todo, siempre se siente ofendido y ofende de manera inmediata y sin razón. “Estas transposiciones psíquicas son ardides instintivos para proteger al yo de sí mismo. La fase inicial de un complejo de inferioridad experimentado como desconfianza de sí mismo.”[41]El mexicano vive a la sombra de un fantasma creado por sí mismo, un fantasma que sustituye su complejo y le hace levantarse mediante una vida ficticia.

No hay mucha diferencia en los tres casos, quizá la diferencia mínima sea el grado de peladez asociado con la clase social. El burgués mexicano padece lo mismo que el proletariado, sólo que disimula un poco más sus sentimientos de menor valía, acompaña su ficción con dotes y recursos intelectuales, pero en el fondo se trata de lo mismo, crearse un yo ficticio.

La prescripción

La primer tarea propuesta por Ramos como prescripción al drama mexicano es la sentencia socrática de conócete a ti mismo. “Los fantasmas son seres nocturnos que se desvaneces con sólo exponerlos a la luz del día.”[42]Mediante el autoconocimiento el mexicano podrá darse cuenta de quién es y así acabar con su ficción. La cultura, en cierta medida, ayudará en el desarrollo del individuo y en su carácter, y no será el carácter el que forme una cultura.

A la pregunta planteada antes acerca de cuál es la diferencia entre carácter y cultura no hemos respondido todavía. De acuerdo con lo que nos presenta Samuel Ramos en El perfil… no alcanzamos a notar una clara diferencia entre estos dos conceptos y pareciera ser que son indistintos. Si el carácter se adquiere por las experiencias de vida, la cultura igualmente se forja de acuerdo a las circunstancias, cualquiera de los dos puede ser ficticio, cualquiera puede estar enfermo o engañado y siendo enmascarado por diversidad de ficciones si se quiere, para seguir con el lenguaje de Adler. Pero la cultura es social y el carácter es individual, quizá éste sea el error de Ramos, como lo hace saber Gabriel Vargas Lozano, determinar toda una cultura por un solo tipo de carácter. Podemos entonces responder que la diferencia entre carácter y cultura es la individualidad, la cultura se desprende de la individualidad, que parte de ella formada por el carácter, para dar forma a una sociedad. El carácter le ha hecho creer al mexicano ser otra cosa y en esa creencia descansa toda una cultura que no es del todo propia ni original; o se inclina al nacionalismo aislándola de todas las demás culturas y pueblos, o se asocia directamente con Europa. Samuel Ramos está en un punto medio, decíamos, no hay una cultura de primera mano pura, ni tampoco una herencia directa de europa, por ello que la cultura mexicana sea una cultura derivada, aceptando ambas herencias. Pero antes de establecer una cultura, herencia de Europa y con matices propios, es necesario eliminar el velo que no la deja avanzar como propia y libre. La solución es el conocimiento y éste se obtiene con la educación.

Es decir, que sólo podremos conocernos a nosotros mismos como individuos o como pueblo, cuando a nuestras pequeñas pasiones podamos oponer la gran pasión de la verdad, que es una de las formas de amor desinteresado hacia las personas y las cosas, reales o aun ideales; amor por el conocimiento cuyo símbolo mejor es el eros platónico. Desarrollar este amor por el conocimiento, tiene que ser una de las tareas iniciales de la educación.[43]

Bastante platónicas las pretensiones de Ramos, la filosofía es la panacea del mexicano, el conocimiento desinteresado. Por ello que considere también a la cultura como una función del espíritu destinada a humanizar la realidad y a la educación como aquello que deberá de fomentar y contribuir para formar una cultura humanista, noción que se ha perdido en México.

“Después de estas reflexiones, tal vez el lector se sienta mejor dispuesto a concedernos que más que nunca es oportuno instaurar el humanismo en la educación para contrarrestar los efectos de una civilización engañosa que esconde, como una Circe moderna la potencia mágica de transformar en máquinas a los hombres que se dejan seducir por su aparente belleza. Pero es indispensable primero rebasar el marco antiguo de las “humanidades” –que se reduce a una especie particular de estudios- dándole el sentido de una inspiración general que, dentro de la actualidad, impulse todo un esfuerzo de cultura hacia la meta superior.”[44]

El asunto de la educación humanista no lo desarrollará hasta 1940 en su libro Hacia un nuevo humanismo. Programa de una antropología filosófica en el que pretende aclarar qué entiende por humanismo.


[1] Ramos Samuel, Obras completas I, p. 89.
[2] Idem. p. 117.
[3] Cfr. Guy Alain, Ramos y el humanismo filosófico, DIANOIA, N°6, pp.163-169.
[4] Stevenson, Leslie, Siete teorías de la naturaleza humana, p. 9.
[5] Ibid. p. 21.
[6] Ibid. P 28.
[7] Ramos Samuel, Op. Cit., p. 97.
[8] Ibidem.
[9] Idem. p. 98
[10] Ibidem.
[11] Ibid. p. 97.
[12] Cfr, Adler, Alfred, El Conocimiento del Hombre, p.136.
[13] http://www.psicologia-online.com
[14] Adler, Alfred, EL carácter neurótico, Introducción y apéndice de Jaime Berstein, p. 331.
[15] Adler, Alfred, Conocimiento del hombre, Madrid, 1968, p.136.
[16] Adler, Alfred, EL carácter neurótico, p.16.
[17] Cfr. Wolf Werner, Introducción a la Psicología, pp. 276-283.
[18] Adler, Alfred, El carácter neurótico, p.61.
[19] Adler, Alfred, Conocimiento del hombre, pp.139.
[20] Cfr. Adler, Alfred, Conocimiento del hombre, pp.64-104
[21] Cfr.. Adler, Alfred, Práctica y teoría de la psicología del individuo.
[22] Adler, Alfred, Conocimiento del hombre, pp.330.
[23] Cfr. Adler, Alfred, El carácter neurótico pp. 77-86.
[24] Ibidem.
[25] Thompson, Clara, El psicoanálisis, p. 164.
[26] Kuhun, Thomas Samuel, La estructura de las revoluciones científicas, p.13.
[27] Ramos, Samuel, Op. Cit., p. 97.
[28] Idem. p. 102.
[29] Ibid. p. 103.
[30] Ibid. p. 105
[31] Ibid. p. 107.
[32] Cfr. Toscano, Marco Arturo, Una cultura derivada. El filosofar sobre México de Samuel Ramos, p. 213.
[33] Ibid. p. 117.
[34] Ibid. p. 119.
[35] Ibid. p. 118.
[36] Ramírez, Filosofía de la cultura en México, Vargas Lozano, Gabriel, Esbozo histórico de la filosofía mexicana del siglo XX, p. 9.
[37] Ramos Samuel, Op. Cit. p.119.
[38] Ibid. P. 122.
[39] Ibid. p. 124.
[40] Ibid. p. 119.
[41] Ibid. pp. 123-124.
[42] Ibid. p. 127.
[43] Ibid. p. 144.
[44] Ibíd. p. 157.