diciembre 09, 2008

Kurt Wenner y la pintura de la calle

La pintura en la calle es una práctica artística que nació en el siglo XVI en Italia. Los Madonnaris eran artistas vagabundos que viajaban de pueblo en pueblo realizando ilustraciones de la virgen María (la Madonna, de ahí su nombre) en cualquier superficie disponible, y se procuraban sustento gracias a las monedas que los transeúntes les arrojaban, ya fuera por su habilidad o por devoción a la virgen María. Kurt Wenner, ilustrador profesional que había trabajado para NASA, decidió viajar a Italia para estudiar directamente las obras maestras de la escultura y la pintura. Un día caminaba en la calle y vio un artista afanarse con tizas de colores sobre una acera. Al preguntarle al artista qué es lo que estaba haciendo, éste le compartió la historia de los madonnaris, cuya tradición había menguado durante la Segunda Guerra Mundial. Tras ver algunas de las ilustraciones de Wenner, el artista italiano lo invitó a terminar de dibujar la cabeza de un ángel mientras él asistía a la iglesia. Desde ese momento Kurt Wenner, comenzó por si solo el renacimiento de una práctica artística cercana al olvido. Armado con tizas de colores que él mismo fabrica, Wenner desarrolló su propia técnica, llamada anamórfosis, mediante la cual, con cuidadosa planeación y un instinto que ha desarrollado a lo largo de los años, logra imágenes de una cualidad tridimensional cuando el espectador las aprecia desde la perspectiva correcta. La habilidad de Kurt Wenner logra escenas que parecen salir de la tierra y estimulan la imaginación de los espectadores, al convertir un aburrido pedazo de suelo en una fascinante ventana a un mundo de maravillas. Su obras, sin embargo, tienen corto tiempo de vida: los elementos naturales y el tiempo se ocupan de borrar sus creaciones. Werner no se entristece demasiado: "la pintura en la calle es arte performance", explica. "Es como asistir a un recital sinfónico. Cuando la música termina todos parten con un recuerdo de la música. Mi obra es similar, sólo que la que queda es una impresión visual. Y así como un disco ayuda a preservar el momento, siempre fotografío mis pinturas cuando termino".




























































octubre 31, 2008

Filósofos hienas


He llagado a la conclusión de que la filosofía no es más que un credo repetido por hienas. Y quizá el asombro que provoca a los poco inteligentes es precisamente su carácter de curiosidad cirquera, como el loro que parla y parla seduce y atrae, el mono que fuma o el tigre que brinca el fuego, así la filosofía. Ver a las hienas rumear su credo es cosa de asombro. Lo que no he comprendido aún es para qué sirve, si no es el entretenimiento por un boleto muy barato en unos casos, excesivo en otros.


Habría que replantear el concepto de filósofo y fundarlo sobre el de pensador o personaje, porque no todos los que dicen ser filósofos son hienas parlantes, estos últimos se limitan a repetir lo que los pensadores o personajes han dicho seriamente, como seres excepcionales, hay pocos, los hay, lo demás, son animales de circo.

Mi bambú

De todo lo que podría tener sólo tengo este bambú,
hojipuerto de las moscas cuando en frío se posan
quien sabe que rezan.


Bambú siempre alegre,
húmedo en sus entrañas
flotantes en el rojizo hálito que lo retiene,
único bambú.

De todo lo que podría extrañar es este solo bambú,
unos cuantos pesos de pasaje,
unos versos en italiano y el chirriante eléctrico a los oídos,
el montón de ropa arrugada,
un amor que lacera en su silencio,
las gotas de té sobre úlceras aferradas.


Pero de todo lo que puedo tener
sólo tengo este bambú

octubre 30, 2008

Amanecer

Debajo de esa sábana,
sin aliento mordisqueando un sueño
otro más y dos que ya se fueron
cuelga la maraña de un tedio sin remedio.



Te dio, los pataleos se tornan irreparables
al igual que la canción
porque afuera los círculos se siguen
y la función continúa
el curriculum es inútil
mejor habría que ignorar el fin,
aún así debajo de esa sábana
un sueño mordisquea sin aliento.

octubre 24, 2008

EL NEFASTO SEXISMO

Por: Oliver E. López

En la sociedad hay cosas verdaderamente desagradables para el buen convivio entre los individuos, tal es el caso de la discriminación entre géneros, ya sea la estúpida creencia en que un sexo es superior o el alegato banal de las cualidades y características “únicas” del genero, finalmente se trata de un desatino para interpretar la otredad.


Quiero asociar eso “desagradable” que mencioné al principio, con lo nefasto del sexismo. Vayamos despacio, ¿por qué nefasto? La palabra nefasto procede del latín nefastus compuesto de "ne", no y "fastus", día en que se puede administrar justicia. En el calendario romano se denominaban dies fasti (días fastos) aquellos días que era permitido hacer justicia y ocuparse de los negocios públicos, mientras que los dies nefasti, eran los que no se permitía hacer negocios públicos; también se denominaba así a los días de luto o cuando se rememoraba algún acontecimiento desagradable. Se completaban el calendario con los dies comitiales, días de los comicios y en los que no se reunía el senado. Pero la palabra nefasto hoy en día tiene otros usos más específicos, siguiendo su etimología se aplica ahora al día o tiempo funesto, triste, desdichado. También hay una acepción que se refiere al causante de todos los desequilibrios cósmicos, finalmente se aplica también a lo fastidioso, a lo desagradable, lo desventurado, y es una verdadera desventura ser sexista.


Se ha dicho ya cómo se entiende el sexismo: la discriminación entre géneros, ya sea la estúpida creencia en que un sexo es superior o el alegato banal de las cualidades y características “únicas” del genero. Cosa común en esta sociedad, se habla de la “Mujer”, “el ser Mujer”, “nosotras las mujeres” o de “los Hombres”, “nosotros los hombres”, de lo que se trata pues, es de una falsa e innecesaria exaltación del género, “nosotras las mujeres sí podemos”, “eso es cosa de hombres” o también se dan los casos de “ustedes no nos entienden”, “pero quien los entiende”. Parece ser que el hecho de encontrar efectivas diferencias de género da pie no a comprenderse y a no armonizar sino todo lo contrario, se trata de una guerra declarada, a veces con tintes de mofa, a veces la cosa va muy en serio. En este caso la otredad da paso a la discriminación, al rebajamiento de lo que es el otro. Quizá sea que el hecho de reconocer al otro no únicamente sea necesario para encontrarme a mi mismo reflejado, sino para rebajar al otro. Sabemos que en el otro encuentro de alguna forma mi ser, es decir, en el ser del otro me reconozco como otro para el otro, un perfecto espejo. Pero en el caso del tan difundido y practicado sexismo el efecto espejo de reconocimiento del otro da lugar al desprecio.


Sí, hay diferencias fundamentales entre sexos, debilidades, meritos, de unos y de otros, pero eso no quiere decir que tengamos que hacernos menos o pavonearnos de nuestra suerte de tener el sexo que tenemos, como si hubiéramos hecho la mejor de las elecciones al ser hombre o mujer. “Elegí esto restriéguenselo en la cara”.


Lo peor de todo es que incluso los que celebran la mejor de sus elecciones se encuentran entre sí, entonces vemos “el espacio para la mujer”, revistas, programas de radio o tv, facciones políticas, espacios web y un sin fin de pequeñas islas de seres orgullosos, en otros casos, muy pocos, resignados por pertenecer a un género. “El mejor sito exclusivo para hombres” el mismo caso, personas que encuentran comunión para sumarse a la bastedad de las discriminaciones. Quizá la explicación sea esa, encontrar comunión como muchas de las especies animales, y si se trata de leyes naturales, qué se le pude hacer. Aunque, ¿no se supone que nuestra sociedad esta conformada por voluntades libres, pensantes y racionales? Se supone.


El esencialismo entre los individuos, o mejor dicho, el esencialismo entre géneros, es una bobería, nada nos cuesta el reconocimiento y la armonía entre nosotros. No quiero dejar de citar unas palabras, por cierto sexistas, de Alejandro Jodorowsky a propósito del tema.


La mujer no es ningún misterio y el hombre tampoco. Cuando la unión se realiza, ya no hay curiosidad sexual; solamente los impotentes y las frígidas creen que existen “el mundo de los hombres” y “el mundo de las mujeres”.

octubre 23, 2008

Cuarenta días para no callar

Por: Oliver E. López

I

Serpiente, déjame contarte el constante aleteo
de los sueños tan pesados,
a la hora que desnuda se despoja del desespero, serpiente,
un alma que no lo es sin la tribulación.
Y partamos de la noche a la calle
para resbalar otra vez el beso que como la memoria es invención,
mientras las sábanas revueltas cobijan
el aliento de su embriaguez,
la de todos los días,
en el regazo enorme,
el de tú, mi última tranquilidad.


II

Que del silencio al ruido hay mil deseos
y tú eres el deseo,
tú que te quedaste a los 80 kilómetros por hora,
que peor tortura no merecías
que en la burla y el coraje baila el arrepentimiento,
el de los días nublados,
el de las marcas de tinta nube,
el de los orgasmos a la media noche,
los orgasmos a la media noche,
el de tú, mi última tranquilidad.

Pero callar no basta,
hace falta el verdadero silencio,
el que raspa decididamente las entrañas,
congestiona pensamientos,
anida el destino de la horrible predestinación,
el silencio que al querer volar
destroza los pechos con raíces,
como lombrices bailan y mastican este corazón.

Donde había gotas de sangre crecieron arboles,
y las raíces entrelazaron otro nombre,
otro rostro.
Donde había soledad crecieron arboles
y los frutos se cayeron insistentes
sólo tú sólo tú sólo tú
solo tu solo tu solo tu
cuando lo nublado se nublaba.


III

Del padre fue la música para distraer el hambre
y la madre dejó el hastío
para no tener otra cosa que hacer,
porque no la hay.

De la calle
los sorbos de tranquilidad a solas
y del alcohol los tragos del arrepentimiento.

Del tuyo tu rostro eterno ahí,
dejado en la piel, en el cosquilleo,
en un alzar la mirada y lamentar no ver más que estrellas.


IV

De la luna, serpiente, no se ha dicho nada, a menos que las azoteas sean lechos de fantasía, de lo contrario muertas en un inexplicable acto de civilidad, ante las cámaras, los veloces desafíos, los así llamados amigos, los que dejan su digital huella en el pergamino de la costumbre, sí, es eso, la maldita costumbre.

¿Pero los besos, no valen los besos? ¿será que también te han robado las preguntas para evadir y girar? La maquina no se cansa, es el corazón o palpitar el que aumenta, el que no se calla después de que dijo no y sí. Lo cierto es que nada se calla.

De no callar, que no se calla, ahí están las convulsiones del comportamiento. Que todo es para siempre a veces disfrazado de silencio, unas sonrisas, una masturbación sin dedicatoria, la rutina en trueque quizá por la inanición o la muerte. por qué dijo la madre al igual que el poeta: no hay otra cosa que hacer mas que lo irreparable, esperanzas en la sala de espera, y todo para no callar.


V

De viento en viento,
soplo o cosa parecida,
regresa el cabello casi dorado,
esa muñeca que olvidaste,
ese ojo que no vio más que un silencio que no era.

¿Qué hace falta para dejar la carretera por un día igual a todos los demás?
canjear los versos,
en cuarenta días no callar,
embustero de la enfermedad en cuarentena de silencio.
La noche por el abrazo,
el trago de delirio por contemplar el techo,
la diferencia
por eyacular sin miedo ni sentimientos de culpa,
el silencio por la sonrisa y el guiño seguro,
el pasado por futuro
teniendo en cuenta que el pasado es
y el futuro es.
La rutina del camino a la muerte con todo pagado
por cuarenta días para no callar.


VI

Serpiente, regresa
ahoga más de ruido el falso silencio,
lo sé,
para qué tanta poesía
si es la misma derramada como nube que derrama
gotas iguales a las gotas similares a las gotas
que se parecen a las gotas y que son mismas gotas.
Para qué poesía, tanta misma en ese terrible cyber aleph.
Lo único que verás, serpiente,
el reflejo de cadáver,
no pasado ni presente,
sino la desnudez de los huesos que implica
derramar versos y versos.
Para que poesía
si han pasado cuarenta días sin callar.

julio 18, 2008

Marcel Duchamp, La vanguardia negada

Por: Oliver Eduardo López


Habremos te tomar en cuenta la común opinión de que existen dos figuras paradigmáticas en el territorio del arte del siglo XX, Pablo Picasso (1881-1973) y Marcel Duchamp (1887-1968). Al parecer el trabajo artístico de estos dos personajes queda un tanto opacado por el caudal de obras y reflexiones que se han hecho en torno a su obra y figura. Aún así no cabe duda de que todo el universo alrededor de estos artistas es precisamente por su obra. Octavio Paz apuntaba que la mayor influencia de Picasso era debido a sus obras, en cambio Marcel Duchamp lo que dejó fue la negación de sus obras y por lo tanto, más que de imágenes se trata de reflexiones, de ideas.

Al hablar de vanguardias artísticas del siglo XX es necesario contemplar la obra Marcel Duchamp, ejemplifica las ideas principales de las vanguardias y representa además un momento muy notorio para la historia del arte, esto es, el paso de la obra de arte al pensamiento sobre la obra de arte. Marcel Duchamp dejará en claro la diferencia especifica que hace al arte tal: la reflexión, la idea, el pensamiento sobre lo artístico. Este pensar el arte será una arma de dos filos, por un lado invita a establecer y ampliar las dimensiones de los significados de arte, por el otro lado termina eliminando la esencialidad del arte, la espontaneidad, lo antirutinario, la libertad. Si se piensa muy en serio y se supedita la idea a la obra, el resultado es un arte conceptual vacío, por lo tanto sujeto a una diversidad de factores externos que le hacen perder su dimensión puramente artística, o sea, se sacraliza la idea de arte sin arte, muy común ahora entre los artistas, se exhibe, se vende, se organiza, pero únicamente el concepto con un arte ocioso y sin vida. Fueron las consecuencias extremas o quizá necesarias de tomarse muy en serio la revuelta que provocó Duchamp. Ahondemos un poco más en qué consiste esta revuelta y por qué es primordial para entender las vanguardias.

No faltan aún en pleno siglo XXI las declaraciones sobre la muerte del arte y el fracaso de las vanguardias. Para el historiador británico Erick Hobsbawn el eminente fracaso de las vanguardias consiste en que se “convirtieron en auxiliares de la mercadotecnia.” Desde sus inicio el arte vanguardista adquiere una actitud provocadora contra lo antiguo, lo naturalista o lo que se relacionara con el arte burgués. No será causalidad que todas las primeras manifestaciones de estos vanguardismos estén repletos de actos y gestos de impacto social, como expresión de un profundo rechazo a la llamada cultura burguesa. La Primera Guerra Mundial, como expresión del afán imperialista y del profundo fracaso de esa burguesía por conseguir la paz, será el período en que, junto a actitudes diversas de rechazo a la guerra, afloren todas estas manifestaciones artísticas extraordinarias con una versatilidad y agilidad desconocidas hasta entonces.

“El tiempo de las vanguardias, aunque a algunos les parezca el tiempo dorado del arte, ya ha pasado. Y el resultado ha sido un rotundo fracaso, que ha dejado tambaleante la justificación teórica del arte. Las vanguardias propusieron una Unión entre Arte y Vida, mediante la negación del carácter de obra de arte y la elusión de los museos. Sin embrago continuaron acentuando la altitud de la cultura y su carácter salvador para unos escogidos estetas.”

Hoy por hoy se lamenta el fracaso del proyecto de las vanguardias pero necesitamos antes comprenderlas para dar razón o no a dichos funerales. Mencionaremos cuál era ese proyecto de vanguardia y veremos en seguida que Marcel Duchamp es quizá de los pocos autores que son consecuentes con tal proyecto. Cabe decir, que además de ser consecuente con el vanguardismo, lo es específicamente con el dadaísmo, movimiento de vanguardia originado en Alemania. El movimiento dada nació en un café cantante de Zurich en 1916, donde se recitaban poemas. Esta ciudad, se había convertido a partir del estallido de la Primera Guerra Mundial en un centro de refugio para emigrantes procedentes de toda Europa que querían escapar de la guerra. Allí se reunieron representantes de diversas escuelas como el expresionismo alemán, el futurismo italiano y el cubismo francés. El dadaísmo, más que constituir un movimiento artístico concreto, trata de reflejar una disposición particular del espíritu, representa una negación intelectual violenta, un acto extremo de antidogmatismo, por lo que se vale de cualquier medio para llevar adelante su batalla. Más que la obra, es el gesto lo que interesa a los dadaístas, gesto que va más allá de los puros canales de expresión artística para manifestarse en la política, en las costumbres, en la misma sociedad, siempre que este gesto sea entendido como provocación contra el sentido común, la moral, la ley y cualquier normativa u ortodoxia. De aquí que el escándalo fuera el instrumento preferido para hacer públicas sus acciones. El dadaísmo va más allá del puro significado o la simple noción de un movimiento artístico para llegar a proponer una forma de vivir. En el fondo, lo que desea su áspera polémica contra el arte y la literatura, entendidos como valores eternos del espíritu, es transformar todo lo que llamamos poesía en acción. También los dadaístas, mejor que nadie, tratan de unir estrechamente dos conceptos que separados, arte y vida, y soldar cualquier ruptura que pueda diferenciarlos.

Es cierto, las obras de Marcel Duchamp por muy dadaístas que pudieron ser descansan en paz en los museos, “los objetos cualquiera que estableció como obras de arte fueron elevados a categoría de objetos-obras de arte gracias a la intervención de la institución arte. Los ready-made de Duchamp no son objetos como todos los demás. Son intocables, inutilizables; se exponen para ser observados y no manipulados.” Pero al hablar del ser consecuente de Duchamp, nos referimos a él como persona y no como obras de arte, además, debemos afirmar que más que obras Duchamp dejó ideas.

En arriesgada síntesis el proyecto de las vanguardias es el siguiente:
1 Oposición a las estéticas de corte naturalista

2 Arte de minorías, surgió en sus orígenes separado del gusto popular, aunque progresivamente se ha ido integrando en el actual arte de masas.

3 Arte condenado a la fugacidad, en perpetuo cuestionamiento de uno mismo, en continua experimentación de nuevas formas.

4 Constante adaptación a las necesidades de la expresión de las nuevas experiencia de conciencia.

5 Subjetividad creadora capaz de captar por anticipado el espíritu de los tiempos y la crisis histórica.
papel crucial del lenguaje como medio de expresión de esa experiencia.

Marcel Duchamp Perteneciente a una familia de conocidos artistas de vanguardia parisina con miembros tan relevantes como su hermano Raymond Duchamp Billón, escultor cubista, y su hermano Jaques Billón, pintor. La primera etapa de Marcel Duchamp se caracteriza por sus frecuentes visitas a la academia Julian de París y por realizar una pintura que pone de manifiesto referencias al impresionismo, fauvismo, cubismo y futurismo. En este periodo, que abarca lo años de 1908 a 1912, pintó obras tan relevantes como Un decendant un escalier n° 2, hoy en día en el Museo de Arte de Filadelfia. Es una obra que evidencia el alejamiento del cubismo en una búsqueda más próxima con el futurismo. El rechazo de esta obra en la exposición del Salón de París, permite su presentación en España, en la exposición de arte cubista celebrada en las Galerías Dalmau de Barcelona en 1912. al año siguiente, sería presentada en el Armony Show de Nueva York. Entre 1915 y 1923 se puede hablar del siguiente periodo de Duchamp caracterizado por el abandono de la pintura. Desde 1914 había comenzado una corriente estética nihilista, planteando polémica e ironía en sus obras de arte, sobre todo, en objetos cotidianos ya realizados y creados de manera industrial o en serie. Los sacó de sus contexto y les puso firma, son los llamados ready-made como Rueda de bicicleta, A bruit secret o La fuente, una taza de urinario que fue rechazada por la Society of Independent Artist. Durante la década de los 20 se dedicó a la investigación de teorías ópticas, realizó varios cortometrajes surrealistas como Anemic Cinema y fotografías experimentales.
Su más compleja obra es la novia desnudada por sus solteros, también conocido como El gran vidrio. Es propiamente un panel de metal de 272 x 175 cm dividido horizontalmente a la mitad por una estructura metálica
“La obra es contradictoria en varios sentidos, fue creada en un periodo muy largo de tiempo y con suma arbitrariedad, tratando, en la medida de lo posible evitar al máximo hacer ver la mano del artista dentro de la obra. El color rojo industrial de las formas en el interior se alejan de toda connotación que lo relacione con el óleo. Algunas otras de las formas dentro de los paneles de vidrio son pedazos de metal que fueron acumulando polvo en la cornisa de su ventana en Nueva York. Más tarde serían sellados entre los dos vidrios. Por fin, en 1923, la obra fue terminada y camino a la exhibición durante la mudanza los vidrios se rompieron, la reacción de Marcel al enterarse de la aparente desgracia fue: por fin está terminada”.


El gran vidrio, según el instructivo anexo en la caja verde, es una máquina y las notas explican de alguna manera como funciona. Todo bien hasta allí, lo malo empieza cuando se junta el arte con la ingeniería, la cosa no promete mucho para los ingenieros, pero funciona a las mil maravillas para los artistas. Por principio de cuentas las hojas no están en orden. Si empezamos a analizar entenderemos la propuesta perversa de Duchamp y comparando, los manuales de ingeniería tienen un carácter sistemático: pieza A sobre pieza B, ensamble y atornille con el sujetador etc. Estos deben ser sumamente explícitos en sus explicaciones de lo contrario no habría manera de que fueran interpretados por el pobre sujeto que se dispone a ensamblarlo o entenderlo en la realidad.
Como provocador Duchamp era todo un experto, sin embargo la última pieza étant donnés es perturbadora y tranquila. La pieza que sólo debería de ser expuesta después de su muerte, tiene analogías con el Gran Vidrio, por un lado, le toma 10 años realizarla y fijándose bien es un montaje teatral del gran vidrio. La novia en este caso una niña púber se encuentra del otro lado de una puerta, el espectador se convierte en el novio y la tiene que descubrir detrás de la puerta mirando a través de unos pequeños agujeros. En esencia la idea es la misma, las formas cambiaron, creando nuevamente una dicotomía entre lo prohibido y lo aceptable.
Tras un periodo de dedicación como asesor de arte para coleccionistas y museos estadounidenses, regresa a la creación de objetos irónicos y absurdos. Fue precursor con estas series de la conceptualización del arte. Sin embargo Duchamp no era un iconoclasta. Lo que atacaba no era el arte, sino el abuso del arte, el aburrimiento causado por la repetición y la decadencia de la obra de arte que la llevaba a convertirse en un artículo de consumo.

“En última instancia, el artista puede gritar a los cuatro vientos que es un genio, pero tendrá que esperar el veredicto del público para que sus declaraciones adquieran un valor social y que, finalmente, la posteridad lo incluya en los libros de historia del arte. Yo me doy cuenta de que esta afirmación no hallará aprobación de numerosos artistas que insisten en la validez de su plena conciencia durante el acto de creación, sin embargo, la historia del arte, en varias ocasiones, ha reconocido los valores de una obra basándose en consideraciones completamente independientes de las explicaciones racionales dadas por el artista.”

La crítica radical de Marcel Duchamp tenía su origen en una concepción del arte ambiciosa y hasta utópica, pero además, llena de sarcasmo e ironía.
“Sólo en un intercambio mental entre la obra de arte y el espectador, en el imaginativo, ‘coito’ de Duchamp, se podía producir una experiencia de la belleza y de la propia individualidad. El carácter fragmentario y la imposibilidad de terminar las grandes obras son un claro indicativo de esta creencia. Así permanece abierta la cuestión de si la obra de los últimos vente años de Duchamp constituye un documento de éxito o de un fracaso definitivo en el intento de satisfacer sus propias y exigentes demandas”

Los ready-made de Duchamp y demás obra pictórica ilustran su consecuencia con el dadaísmo. El movimiento Dada tiene la particularidad de no ser un movimiento de rebeldía contra otra escuela anterior, sino que se funda en un cuestionamiento de todo el marco conceptual del arte y de la literatura. “Dada es antiartístico, antiliterario y antipoético. Dada está contra la belleza eterna, contra la eternidad de los principios, contra las leyes de la lógica, contra la inmovilidad del pensamiento, contra la pureza de los conceptos abstractos y contra lo universal en general.” En ese sentido entendemos que tanto para los dadaístas como para Duchamp, lo primordial no es la obra, sino el acto. Con Los objetos hallados, listos y hechos, Duchamp confunde pone en cuestión las definiciones de arte. ¿Qué es arte? ¿Hasta dónde llega el arte o lo artístico?
A pesar de su trágico destino, los Ready-made en su momento histórico representan una crítica a los museos que alejan el arte del pueblo que convierten las grandes obras humanas en simples objetos de culto.
La obra de Marcel Duchamp representa un parte aguas en la historia, fue necesario cambiar las definiciones y ampliar los conceptos. Este hombre se burló de todas las vanguardias comulgando con ellas: fue más impresionista que los impresionistas, más futurista que los futuristas, más surrealista que los surrealistas y fue quien llevó a su máxima expresión el dadaísmo. Si Dada era la negación de la negación por la negación, Duchamp la siguió al pie de la letra, tanto así que dejó de pintar y de pensar en el arte sentándose a jugar ajedrez, ya nada le importó más que buscar el jaque al rey después de haber dado jaque mate a las vanguardias y al arte heredado.


suceso60@hotmail.com












FUENTES:



 Angulo Díaz, Raúl, El fracaso de las vanguardias, Revista Catobeplas, # 9, noviembre de 2002.



 De Michelli, Mario, Las vanguardias artísticas del siglo XX, Alianza Forma, Madrid, 1992.



 Duchamp, Marcel, Una no definición de arte, el Proceso Creativo, Art News, 1957, vol. 56 n°4, New York



 Hobsbawn, Erick, “Historia del siglo XX” editorial Crítica de Madrid publicó en 1995



 Paz, Octavio, Corriente alterna. Apariencia desnuda / La obra de Marcel Duchamp, ERA



 http://docentes.uacj.mx/fgomez/cursos/Duchamp/marcel_duchamp.htm

junio 08, 2008

Pesadilla

Oliver E. López



Me dan ganas de llevarte a la orilla de la orilla

y lanzarte

para que en el vuelo exploten tus entrañas y tus miembros,

caigas en pedazos, te partas y te partas,

ya en el fondo,

el tiempo y el viento, cualquier cosa parecida

te disuelva eternamente en nada,

como si nada

desaparecer

de donde hayas una vez aparecido.

junio 07, 2008

Esta mano

Oliver E. López


Esta mano
que no sabe de horarios ni de hambres
levanta el fantasma
del aroma
muy parecido al tacto
que envenenó tu piel
en el milenio inconcluso
del beso que arrancaste
a lo inesperado.

Era tarde,
lo recuerdo no por el hastío ya de moda en esos días,
más que nada
por el revoloteo,
espanto del baile nupcial,
unos labios cómplices del mismo compás,
la música del deleite.

Y no hay acorde que se atreva con semejante palpitar,
aún la mano
esta mano,
peleada con el intacto de la página,
recuerda semejante fiesta
en todos los sentidos que le alcanzan al cuerpo.

Y de aquella danza
labio con labio,
la mano deja
en palabras
lo que el tinte de tus besos
ha plantado a mi corazón.

Porque la R

Oliver E. López



De ser tonto miope
ignoraría esa R ahí,
ruidosa y palpitante R ahí,
brilla cuando el taladrado afirma:
es una R, no es más sino una R ahí.

Pero el calambre cartesiano de la duda
sacude la hipocondría,
por qué tiene que ser la R,
por qué no la nada,
un gato,
el otoño
y no la R ahí.

Si la imaginación fuera igual de tonta y miope
acabaría de contar las veces en que suena esa R,
pero suena y suena
como suena,
vibra y zumba,
los vocablos infinitos de la R ahí,
lo ya no visto,
la cosa presente u olvidada,
el paisaje más cercano,
el nombre de un hombre sin nombre
un arma que no hiere
pero como duele.

Queda
de estremecido extremo
el escalofrío del cuerpo,
la noche se hace larga,
sin vuelta de hoja
sólo es una R ahí.

mayo 12, 2008

Carta a Huidobro

Por Gonzalo Rojas

1. Poca confianza en el XXI,

en todo caso algo pasará,
morirán otra vez los hombres,
nacerá alguno del que nadie sabe,
otra física en materia de soltura hará más próxima la imantación de la Tierra
de suerte que el ojo ganará en prodigio
y el viaje mismo será vuelo mental,
no habrá estaciones,
con sólo abrirla llave del verano por ejemplo nos bañaremosen el sol,
las muchachas
perdurarán bellísimas esos nueve meses por obra y gracia de las galaxias
y otros nueve por añadidura
después del parto merced al crecimiento de los alerces de antes del Mundo,
así las mareas estremecidas bailarán airosas otro plazo,
otro ritmo sanguíneo más fresco,
lo que por contradanza hará que el hombre entre en su humus de una vez y seamás humilde, más terrestre.


2. Ah, y otra cosa sin vaticinio, poco a poco envejeceránlas máquinas de la Realidad,
no habrá drogas ni películas míseras ni periódicos arcaicos ni-disipación y estruendo
mercaderes del aplauso ignominioso,
todo eso envejecerá en la apuesta de la creación,
el ojo volverá a ser ojo,
el tacto tacto, la nariz éter de Eternidad en el descubrimiento incesante,
el fornicio nos hará libres,
no pensaremos en inglés como dijo Darío,
leeremosotra vez a los griegos,
volverá a hablarse etrusco en todas las playas del Mundo,
a la altura de la cuarta década se unirán los continentes
de modo que entrará en nosotros la Antártica con toda su fascinación
de mariposa de turquesa,
siete trenes pasarán bajo ella en múltiples direcciones
a una velocidad desconocida.


3. Hasta donde alcanzamos a ver Jesucristo no vendráen la fecha,
pájaros de aluminio invisible reemplazaran a los aviones,
ya al cierre del XXI prevalecerá lo instantáneo,
no seremos testigos de la mudanza,
dormiremos progenitores en el polvo
con nuestras madres que nos hicieron mortales,
desde allí celebraremos el proyecto de durar,
parar el sol, ser -como los divinos- de repente.

mayo 09, 2008

VISITANDO A LOS MUERTOS

Por: Oliver E. López


a los cincuenta grados de agobio
de kilómetros por hora sobre el crepúsculo
al jardín de jardines llegamos

no pueden esperar los silencios
la postración
el abandono a las cavilaciones de ultratumba

porque estamos solos venimos
para ablandar esa última sentencia
falta de compañía
y las flores
se relevan
música que flota

por que lo saben seguramente ríen
bajo tierra todo es risa
pero acá
los del aire
los de la lágrima
los del odio
los de la espera
los de la falta de
todo es soledad

estén tranquilos
han de retornar
y serán flores
tierra
mientras tanto estén solos
ahí
respirando
que acá
tendrán compañía

los muertos no están solos
los abandonados
son los que aún creen en el guiño
de la pálida
pálida compañía

mayo 04, 2008

Versículos

Por: Gonzalo Rojas

Gracias a la fundación Gonzalo Rojas http://www.fundaciongonzalorojas.cl/content Va este versaso.



A esto vino al mundo el hombre,
a combatir la serpiente que avanza en el silbido de las cosas,
entre el fulgor y el frenesí,
como un polvo centelleante, a besar por dentro el hueso de la locura,
a poner amor y más amor en la sábana del huracán,
a escribir en la cópula el relámpago de seguir siendo,
a jugar este juego de respirar en el peligro.

A esto vino al mundo el hombre,
a esto la mujer de su costilla: a usar este traje con usura,
esta piel de lujuria,
a comer este fulgor de fragancia
cortos días que caben adentro de unas décadas en la nebulosa de los milenios,
a ponerse a cada instante la máscara,
a inscribirse en el número de los justos de acuerdo
con las leyes de la historia o del arca de la salvación: a esto vino el hombre.

Hasta que es cortado y arrojado a esto vino,
hasta que lo desovan como a un pescado con el cuchillo,
hasta que el desnacido sin estallar regresa a su átomo
con la humildad de la piedra,
cae entonces,
sigue cayendo nueve meses,
sube ahora de golpe,
pasa desde la oruga de la vejez a otra mariposa distinta.

De DEL RELÁMPAGO, 2.- Las hermosas, (1981). Versiones: Versículos, de Oscuro, 1977.

abril 21, 2008

DOLOR DE LUNES

Por Oliver E. López


De media noche a medio día

partidos como parten

lo que falta por vivir.


Dolor, se llama dolor y se duele

Se nubla la visión, se siente caer

caer

caer

dejarse ir,

reconocer el piso

dejarse a lo nauseabundo,

hacerlo de mi.



Qué sería del placer sin ese tormento,

de lo contrario da igual,

esperamos entonces al borde de la puerta a que el sol,

ese sol

deje de calentar el dolor,

finalmente de eso se trata.

De tres en tres

Por: Oliver E. López

I


De tres en tres

y de más en más

se pierden las ganas,

se deja al olvido

atormentado de días

cualquier otro.

Una,

la noche en color de piel

como para colgar estrellas

andar andar,

sostener en el rincón bajo la escalera

el diálogo fugaz fermentado en risas

dialéctica de cantina.

La noche se hizo más al séptimo trago

levantado entre la recóndita cantera

que en relieve graba

las mordidas en la espalda,

el calor de semen esparcido en el abdomen

o guardado en cáliz de pasado.

La noche se hizo más,

las saliva fue mas vino,

el placer fluía

de la cama a la ventana

¡He ahí un culo

con todas sus partes

perfecto y palpitante

guiñando de placer

por la fiesta de las lenguas excesivas

y la excitación!

Es tuyo

siempre ha sido así,

fue guardado en una caja

de tiempo, inclemencias y deseo,

ha sido el deseo.


II



De tres en tres nos vamos,

de la noche a la cumbre

de los tantos metros más allá del mar,

cerca de las aves invernales,

sonámbula,

que tus manos además del cuerpo

son para perderse,

arribar y navegar por carreteras

previas al forniqueo,

a lamer las pieles tibias,

jugar a los suspiros de la lengua,

sabor a más deseo.

Olvidar el títere que soy

de lunes a viernes

de cada semana hallado en el olvido,

los hilos perdidos

el juguete sin quien le juegue.

Pero llega la claridad,

la de tus ojos,

la de tu piel,

la de tus ganas de revolcar

hasta el último hueso que soy

en simple metro cuadrado.

Títere de palo

arrojado al fuego

por desaires del oráculo.

También los senos en cerveza,

lengua camina

refrescando poros y vellos,

saliva que marca un recuerdo.



III



Tres

fueron las veces que perdiste el juicio,

te encontré,

vestido rasgado y lágrima en espera.

Tres cuchilladas a este trapo de mortal.

Tres besos,

tres orgasmos

y de ahí a la pureza infinita

de sólo contemplar los sonidos

en la quietud de la montaña que compartimos.

El tres

que forman tus nalgas

tirada en esa piedra,

el tres

que deja ver al interior de tu sexo

siempre húmedo,

celoso, frágil,

tres

los segundos que dura el eterno abandono.

(cuánta soledad...)

abril 11, 2008

Apagala

Por: Oliver E. Lopez



Apaga la luz para que no se marchite lo que marchita
develada en sonrisa misterio como el misterio.

De la calle al cuerpo hay sólo veinte pasos
y de corazón a corazón
quizá palabras ¿veinte?

Deben ser más
las que no se dicen,
las que se olvidan
las que predicen el poema y te dicen y te dicen corazón

Yo me quedo en esas
Las que además de ser palabras llevan nombre
las que lanzan piedras a la luna
las que brincan
pulgas inquietas

esas que van a ti y cubren en aroma cualquier tarde de venusino paisaje

Ya que nos quedamos muy lejos
de banqueta a banquete
vamos disponiendo de lo que nos queda
el siniestro baile de los cuerpos
el temblar
el único tacto de pieles en deseo deseo de todo

a sentir
hasta las últimas consecuencias
el aquelarre del sentir
la lluvia en el sudor
el apropiarse


apagada la luz
habremos de recuperar la vista
lo que nos quitaron
habremos entonces de ser dos
que se regeneran y se ahogan así mismos
tan hermosos como lo hermoso
escupiendo
a risa y risa
la mano en la otra amando lo que se tenga que amar.

marzo 08, 2008

UNA Historia de la pornografia

El porno empezó en España con ilustraciones eróticas

El artista Eusebi Planas fue un pionero en este campo gracias a sus trabajos de un altísimo contenido sexual


Por Galderich
galderich@gmail.com

El
sexo ha sido en España el eterno tabú domesticado. Hemos vivido sumisos
durante muchos siglos a una férrea censura controlada por la
Inquisición, lo que ha provocado que, en estas condiciones, pocos
artistas y libreros estuvieran en condiciones de jugarse la vida
publicando obras clandestinas, y mucho menos de pornografía.


Aunque todos sabemos que el sexo no tiene fronteras, así que ciertas
clases privilegiadas importaban las ilustraciones y los libros
(denominados libertinos) desde Francia, tal y como demuestra la
documentación de la Inquisición con reos que fueron detenidos por
posesión de pornografía francesa.

A pesar de que en 1820 la Inquisición fue derogada, esta situación permaneció hasta 1868

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llegando
a su fin con la aparición de la Revolución La Gloriosa, la cual supone
unos años de libertades más amplias, dejando entrever que la libertad
de imprenta es algo más de lo que las diversas Constituciones liberales
aseguraban, lo que permite cierto erotismo.

En España empiezan
a aparecer ilustraciones para novelas por entregas con mujeres
mostrando algún pecho, esto siempre que el guión de la novela lo
exigiera. El introductor de este cierto erotismo, que hoy nos hace
reír, en la ilustración es el artista Eusebi Planas (1833 -1897);
formado en París, donde recibe la influencia estética romántica a la
manera de Garvarni, regresó a Barcelona, lugar en el que triunfa con
unas ilustraciones de mujeres con gruesos pechos, cintura estrecha y
cadera ancha (tipo diábolo), realizadas entre 1860 y 1890. Planas era
el típico burgués, personaje conocido en los círculos de juego, fiestas
y tertulias de todo tipo; iba vestido siempre a la última moda e
impecable, es decir, lo que en su tiempo se denominaba un dandi.

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Planas fue considerado el mejor ilustrador catalán del siglo XIX y
obtuvo los mejores encargos. Entre los libros más importantes que
ilustró destacan La Dama de las Camelias, Historia de una mujer o
Historia de la prostitución,

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éstos
como ejemplos de cierta entidad erótica. Un poco más procaz, fueron sus
40 desnudos sin vello púbico, tal y como exigía la estética clásica,
que en 1884 publicó bajo el nombre de Academias de mujer,

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justificando así unos eróticos desnudos bajo la coartada artística.


Pero Eusebi Planas, conocedor de las primeras fotografías y, sobretodo,
de los grabados pornográficos franceses de técnica litográfica, inicia
lo que podríamos denominar el primer negocio pornográfico en España;
producido en Barcelona y distribuido también en Madrid, como consta en
las noticias de las requisas de la policía en este trayecto.

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Hasta hace poco nadie sabia nada de este negocio, sólo algunos datos
dispersos en su biografía explicaban que su taller estaba situado en
plenos barrios bajos. Era un saloncito burgués del año 1850 adornado
con cuadritos y estampas pornográficos. Encima de una cómoda-papelera
de caoba, unos cromos de mujeres desabotonadas, sobre una venerable
arquilla de taracea, fotografías de mujeres desnudas en posiciones
ultraacadémicas…

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en
todas partes la imagen de la Eva libidinosa, reproducciones
fotográficas de las fantasías, las uvas de Faleno… fotografías de
desnudos femeninos… Todo clasificado por series, arreglado por
paquetes, dispuesto por géneros, numerado por artículos, con la
disposición que había de envidiar el más ordenado hortera de mercería.
Así cuando el amateur (coleccionista de arte) visitaba el estudio… ya
sabía Planas en qué cajón guardaba las figuras libres, las escenas
verdes o los grupos de más subido color, que se hacían pagar a muy buen
precio.

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Se
sabe también que Planas sufrió un registro en su taller donde le fueron
confiscadas grandes cantidades de fotografías y grabados eróticos y
pornográficos. Sus contactos le debieron salvar de la pena de prisión.



De su producción pornográfica sólo se conocía el título de una serie de
litografías con el nombre del Noble juego del billar pero poca cosa
más. Estas ilustraciones fueron publicadas en forma de postal hacia
1930 y sólo eran sabedores de ellas los libreros de viejo y algún
coleccionista de tema erótico.

Después de unos años indagando
sobre el asunto hemos conseguido resucitar una parte de la obra
clandestina (80 dibujos y 120 litografías) de Planas, el cual contó con
la colaboración de otros miembros de su taller, de menor calidad, que
copiaban los diseños previos de su maestro.

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Así pues, además de localizar los dibujos originales y litografías
correspondientes a dos ediciones del mítico Noble juego del billar,
hemos localizado El juego del tresillo, El portero de los Cartujos,
Paca (aventuras seminales)

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y
La mujer además de un cuaderno de litografías sin nombre, y posteriores
a su muerte y debidos a sus discípulos el Teatro por dentro y Un
Capricho.

Toda esta serie de litografías demuestran la alta
producción del taller de Planas. Cabe añadir que, de algunos de ellos,
hemos llegado a localizar hasta cuatro ediciones diferentes, lo que
afirma la gran aceptación que tuvieron estos productos en España, que
empezaba a abrirse al mundo en todas las perspectivas.

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Sus ilustraciones pornográficas acostumbran a presentar a hombres
vestidos con el falo fuera y en ristre y, por contra, muestra mujeres
desnudas pero con medias y zapatos. Las mujeres acostumbran a seguir la
estética de Planas de mujeres rellenas y de grandes pechos.
La
temática va desde relaciones heterosexuales (que comprenden la mayoría
de las ilustraciones), a la masturbación masculina y femenina con
diversos consoladores, felaciones y cunningulis, escenas lésbicas

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(de las homosexuales masculinas sólo conocemos un ejemplar porque es copia de un original francés), tríos y sexo de grupos

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dobles penetraciones, sexo anal, enfermedades venéreas, con preservativo…

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Destacan, también, las escenas donde los protagonistas son curas,
monjes, frailes, monjas, obispos … que captan el ambiente anticlerical
que ya se respiraba en la España del siglo XIX.

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Pero estas producciones no son las únicas que se realizaron en el
taller de Planas, sino que creemos que aún se publicaron otros libros
como La cortina corrida o La Educación de Laura del Marqués de
Sentilly, Costumbres sociales íntimas (cuadros al natural), Mujeres
solas (colección de cuadros plásticos por un aficionado), Las noches de
amor, Los amores de un ministro. Novelas de costumbres madrileñas de
Pepe Tronera, Florinda la Cava. Pieza (de las mayores) en un acto con
las divisiones ó cuadros que a los ejecutantes plazca y El nuevo tren
expreso. Poema en tres cantos archicachondos por R. de Campo Amor . La
referencia de estos libros la conocemos a través de catálogos de
subastas o libreros de viejo o en alguna referencia bibliográfica pero
no los hemos podido localizar porque desconocemos sus actuales
propietarios.
Uno de los máximos problemas con este tipo de obras
es que no se encuentran en bibliotecas públicas para ser consultadas
con normalidad (como pasa en Francia e Inglaterra, por ejemplo) porque
nunca hubo interés en recogerlas y sí en obviarlas. Sólo son
localizables a través de colecciones privadas, a veces muy celosas de
divulgar lo que guarda una colección erótica

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El otro gran problema ha sido la destrucción sistemática de los
ejemplares existentes, bien porque su propietario consideró que ya
estaban superados por otras técnicas de producción más realistas, por
anticuadas o remordimientos morales posteriores; porque los herederos,
al revisar la biblioteca del abuelo o el padre, quedaron escandalizados
y decidieron destruirlos para no pasar la vergüenza social, o por
simple destrucción de bibliotecas a lo largo de los últimos 125 años.
Aún, al comprar bibliotecas burguesas algún librero encuentra en
trampillas preparadas algunos de estos ejemplares junto con propaganda
política u otros documentos familiares secretos …

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Toda esta problemática ha provocado que los libros eróticos de esta
época sean más raros que los incunables. Pensemos que algunos de ellos
pueden ser los únicos ejemplares conservados, y también, que quizás
algunos de estos libros ya han desaparecido para siempre.

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Por este motivo, ahora que el estudio de estas obras está llegando a su
fin de recopilación e inicio de redacción, Torbe nos ofrece la
posibilidad de pedir ayuda a través de una de las páginas de
pornografía más visitadas del mundo, volviendo así al origen. Este
llamamiento se dirige a quien pudiese tener cualquier ejemplar de estas
características y estética, sea libro entero

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cuaderno,
lámina suelta o dibujo original. Se necesita para completar su estudio
y catalogación por lo que os rogamos que os pongáis en contacto con
galderich@hotmail.com y, si es posible, enviéis una fotografía aunque
sea de mala calidad. Si interesa para el estudio y su posterior
reproducción, ya nos pondríamos en contacto para reproducirla como se
merece e integrarla en el estudio que se está realizando para posible
publicación.

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febrero 26, 2008

CON LOS PINTORES


Con los maestros, Víctor Hugo Cazares y Oscar López, en una vieja y perdida vecindad de una nueva urbe.

febrero 12, 2008

Sobre verdad y mentira en sentido extramoral









Por
Friedrich Nietzsche

1
En algún apartado rincón del universo centelleante, desparramado en innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue el minuto más altanero y falaz de la "Historia Universal": pero, a fin de cuentas, sólo un minuto. Tras breves respiraciones de la naturaleza, el astro se heló y los animales inteligentes hubieron de perecer. Alguien podría inventar una fábula semejante pero, con todo, no habría ilustrado suficientemente cuán lastimoso, cuán sombrío y caduco, cuán estéril y arbitrario es el estado en el que se presenta el intelecto humano dentro de la naturaleza. Hubo eternidades en las que no existía; cuando de nuevo se acabe todo para él no habrá sucedido nada, puesto que para ese intelecto no hay ninguna misión ulterior que conduzca más allá de la vida humana. No es sino humano, y solamente su poseedor y creador lo toma tan patéticamente como si en él girasen los goznes del mundo. Pero, si pudiéramos comunicarnos con la mosca, llegaríamos a saber que también ella navega por el aire poseída de ese mismo pathos, y se siente el centro volante de este mundo. Nada hay en la naturaleza, por despreciable e insignificante que sea, que, al más pequeño soplo de aquel poder del conocimiento, no se infle inmediatamente como un odre; y del mismo modo que cualquier mozo de cuerda quiere tener su admirador, el más soberbio de los hombres, el filósofo, está completamente convencido de que, desde todas partes, los ojos del universo tienen telescópicamente puesta su mirada en sus obras y pensamientos.








Es digno de nota que sea el intelecto quien así obre, él que, sin embargo, sólo ha sido añadido precisamente como un recurso de los seres más infelices, delicados y efímeros, para conservarlos un minuto en la existencia, de la cual, por el contrario, sin ese aditamento tendrían toda clase de motivos para huir tan rápidamente como el hijo de Lessing. Ese orgullo, ligado al conocimiento y a la sensación, niebla cegadora colocada sobre los ojos y los sentidos de los hombres, los hace engañarse sobre el valor de la existencia, puesto que aquél proporciona la más aduladora valoración sobre el conocimiento mismo. Su efecto más general es el engaño --pero también los efectos más particulares llevan consigo algo del mismo carácter.

El intelecto, como medio de conservación del individuo, desarrolla sus fuerzas principales fingiendo, puesto que éste es el medio, merced al cual sobreviven los individuos débiles y poco robustos, como aquellos a quienes les ha sido negado servirse, en la lucha por la existencia, de cuernos, o de la afilada dentadura del animal de rapiña. En los hombres alcanza su punto culminante este arte de fingir; aquí el engaño, la adulación, la mentira y el fraude, la murmuración, la farsa, el vivir del brillo ajeno, el enmascaramiento, el convencionalismo encubridor, la escenificación ante los demás y ante uno mismo, en una palabra, el revoloteo incesante alrededor de la llama de la vanidad es hasta tal punto regla y ley, que apenas hay nada tan inconcebible como el hecho de que haya podido surgir entre los hombres una inclinación sincera y pura hacia la verdad. Se encuentran profundamente sumergidos en ilusiones y ensueños; su mirada se limita a deslizarse sobre la superficie de las cosas y percibe "formas", su sensación no conduce en ningún caso a la verdad, sino que se contenta con recibir estímulos, como si jugase a tantear el dorso de las cosas. Además, durante toda una vida, el hombre se deja engañar por la noche en el sueño, sin que su sentido moral haya tratado nunca de impedirlo, mientras que parece que ha habido hombres que, a fuerza de voluntad, han conseguido eliminar los ronquidos. En realidad, ¿qué sabe el hombre de sí mismo? ¿Sería capaz de percibirse a sí mismo, aunque sólo fuese por una vez, como si estuviese tendido en una vitrina iluminada? ¿Acaso no le oculta la naturaleza la mayor parte de las cosas, incluso su propio cuerpo, de modo que, al margen de las circunvoluciones de sus intestinos, del rápido flujo de su circulación sanguínea, de las complejas vibraciones de sus fibras, quede desterrado y enredado en una conciencia soberbia e ilusa? Ella ha tirado la llave, y ¿ay de la funesta curiosidad que pudiese mirar fuera a través de una hendidura del cuarto de la conciencia y vislumbrase entonces que el hombre descansa sobre la crueldad, la codicia, la insaciabilidad, el asesinato, en la indiferencia de su ignorancia y, por así decirlo, pendiente en sus sueños del lomo de un tigre! ¿De dónde procede en el mundo entero, en esta constelación, el impulso hacia la verdad?
En un estado natural de las cosas, el individuo, en la medida en que se quiere mantener frente a los demás individuos, utiliza el intelecto y la mayor parte de las veces solamente para fingir, pero, puesto que el hombre, tanto por la necesidad como por hastío, desea existir en sociedad y gregariamente, precisa de un tratado de paz y, de acuerdo con este, procura que, al menos, desaparezca de su mundo el más grande bellum omnium contra omnes. Este tratado de paz conlleva algo que promete ser el primer paso para la consecución de ese misterioso impulso hacia la verdad. En este mismo momento se fija lo que a partir de entonces ha de ser "verdad", es decir, se ha inventado una designación de las cosas uniformemente válida y obligatoria, y el poder legislativo del lenguaje proporciona también las primeras leyes de verdad, pues aquí se origina por primera vez el contraste entre verdad y mentira. El mentiroso utiliza las designaciones válidas, las palabras, para hacer aparecer lo irreal como real; dice, por ejemplo, "soy rico" cuando la designación correcta para su estado sería justamente "pobre". Abusa de las convenciones consolidadas haciendo cambios discrecionales, cuando no invirtiendo los nombres. Si hace esto de manera interesada y que además ocasione perjuicios, la sociedad no confiará ya más en él y, por este motivo, lo expulsará de su seno. Por eso los hombres no huyen tanto de ser engañados como de ser perjudicados mediante el engaño; en este estadio tampoco detestan en rigor el embuste, sino las consecuencias perniciosas, hostiles, de ciertas clases de embustes. El hombre nada más que desea la verdad en un sentido análogamente limitado: ansía las consecuencias agradables de la verdad, aquellas que mantienen la vida; es indiferente al conocimiento puro y sin consecuencias e incluso hostil frente a las verdades susceptibles de efectos perjudiciales o destructivos. Y, además, ¿qué sucede con esas convenciones del lenguaje? ¿Son quizá productos del conocimiento, del sentido de la verdad? ¿Concuerdan las designaciones y las cosas? ¿Es el lenguaje la expresión adecuada de todas las realidades?
Solamente mediante el olvido puede el hombre alguna vez llegar a imaginarse que está en posesión de una "verdad" en el grado que se acaba de señalar. Si no se contenta con la verdad en forma de tautología, es decir, con conchas vacías, entonces trocará continuamente ilusiones por verdades. ¿Qué es una palabra? La reproducción en sonidos de un impulso nervioso. Pero inferir además a partir del impulso nervioso la existencia de una causa fuera de nosotros, es ya el resultado de un uso falso e injustificado del principio de razón. ¿Cómo podríamos decir legítimamente, si la verdad fuese lo único decisivo en la génesis del lenguaje, si el punto de vista de la certeza lo fuese también respecto a las designaciones, cómo, no obstante, podríamos decir legítimamente: la piedra es dura, como si además captásemos lo "duro" de otra manera y no solamente como una excitación completamente subjetiva! Dividimos las cosas en géneros, caracterizamos el árbol como masculino y la planta como femenino: ¿qué extrapolación tan arbitraria! ¿A qué altura volamos por encima del canon de la certeza! Hablamos de una "serpiente": la designación cubre solamente el hecho de retorcerse; podría, por tanto, atribuírsele también al gusano. ¿Qué arbitrariedad en las delimitaciones! ¿Qué parcialidad en las preferencias, unas veces de una propiedad de una cosa, otras veces de otra! Los diferentes lenguajes, comparados unos con otros, ponen en evidencia que con las palabras jamás se llega a la verdad ni a una expresión adecuada pues, en caso contrario, no habría tantos lenguajes. La "cosa en sí" (esto sería justamente la verdad pura, sin consecuencias) es totalmente inalcanzable y no es deseable en absoluto para el creador del lenguaje. Éste se limita a designar las relaciones de las cosas con respecto a los hombres y para expresarlas apela a las metáforas más audaces. ¿En primer lugar, un impulso nervioso extrapolado en una imagen! Primera metáfora. ¿La imagen transformada de nuevo en un sonido! Segunda metáfora. Y, en cada caso, un salto total desde una esfera a otra completamente distinta. Se podría pensar en un hombre que fuese completamente sordo y jamás hubiera tenido ninguna sensación sonora ni musical; del mismo modo que un hombre de estas características se queda atónito ante las figuras acústicas de Chladni en la arena, descubre su causa en las vibraciones de la cuerda y jurará entonces que, en adelante, no se puede ignorar lo que los hombres llaman "sonido", así nos sucede a todos nosotros con el lenguaje. Creemos saber algo de las cosas mismas cuando hablamos de árboles, colores, nieve y flores y no poseemos, sin embargo, más que metáforas de las cosas que no corresponden en absoluto a las esencias primitivas. Del mismo modo que el sonido configurado en la arena, la enigmática x de la cosa en sí se presenta en principio como impulso nervioso, después como figura, finalmente como sonido. Por tanto, en cualquier caso, el origen del lenguaje no sigue un proceso lógico, y todo el material sobre el que, y a partir del cual, trabaja y construye el hombre de la verdad, el investigador, el filósofo, procede, si no de las nubes, en ningún caso de la esencia de las cosas.
Pero pensemos especialmente en la formación de los conceptos. Toda palabra se convierte de manera inmediata en concepto en tanto que justamente no ha de servir para la experiencia singular y completamente individualizada a la que debe su origen, por ejemplo, como recuerdo, sino que debe encajar al mismo tiempo con innumerables experiencias, por así decirlo, más o menos similares, jamás idénticas estrictamente hablando; en suma, con casos puramente diferentes. Todo concepto se forma por equiparación de casos no iguales. Del mismo modo que es cierto que una hoja no es igual a otra, también es cierto que el concepto hoja se ha formado al abandonar de manera arbitraria esas diferencias individuales, al olvidar las notas distintivas, con lo cual se suscita entonces la representación, como si en la naturaleza hubiese algo separado de las hojas que fuese la "hoja", una especie de arquetipo primigenio a partir del cual todas las hojas habrían sido tejidas, diseñadas, calibradas, coloreadas, onduladas, pintadas, pero por manos tan torpes, que ningún ejemplar resultase ser correcto y fidedigno como copia fiel del arquetipo. Decimos que un hombre es "honesto". ¿Por qué ha obrado hoy tan honestamente?, preguntamos. Nuestra respuesta suele ser así: a causa de su honestidad. ¿La honestidad! Esto significa a su vez: la hoja es la causa de las hojas. Ciertamente no sabemos nada en absoluto de una cualidad esencial, denominada "honestidad", pero sí de una serie numerosa de acciones individuales, por lo tanto desemejantes, que igualamos olvidando las desemejanzas, y, entonces, las denominamos acciones honestas; al final formulamos a partir de ellas una qualitas occulta con el nombre de "honestidad".La omisión de lo individual y de lo real nos proporciona el concepto del mismo modo que también nos proporciona la forma, mientras que la naturaleza no conoce formas ni conceptos, así como tampoco ningún tipo de géneros, sino solamente una x que es para nosotros inaccesible e indefinible. También la oposición que hacemos entre individuo y especie es antropomórfica y no procede de la esencia de las cosas, aun cuando tampoco nos aventuramos a decir que no le corresponde: en efecto, sería una afirmación dogmática y, en cuanto tal, tan demostrable como su contraria.
¿Qué es entonces la verdad? Una hueste en movimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que, después de un prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes; las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son; metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y no son ahora ya consideradas como monedas, sino como metal.No sabemos todavía de dónde procede el impulso hacia la verdad, pues hasta ahora solamente hemos prestado atención al compromiso que la sociedad establece para existir: ser veraz, es decir, utilizar las metáforas usuales; por tanto, solamente hemos prestado atención, dicho en términos morales, al compromiso de mentir de acuerdo con una convención firme, mentir borreguilmente, de acuerdo con un estilo vinculante para todos. Ciertamente, el hombre se olvida de que su situación es ésta; por tanto, miente de la manera señalada inconscientemente y en virtud de hábitos seculares --y precisamente en virtud de esta inconsciencia, precisamente en virtud de este olvido, adquiere el sentimiento de la verdad--.
A partir del sentimiento de estar comprometido a designar una cosa como "roja", otra como "fría" y una tercera como "muda", se despierta un movimiento moral hacia la verdad; a partir del contraste del mentiroso, en quien nadie confía y a quien todo el mundo excluye, el hombre se demuestra a sí mismo lo honesto, lo fiable y lo provechoso de la verdad. En ese instante, el hombre pone sus actos como ser racional bajo el dominio de las abstracciones; ya no tolera más el ser arrastrado por las impresiones repentinas, por las intuiciones; generaliza en primer lugar todas esas impresiones en conceptos más descoloridos, más fríos, para uncirlos al carro de su vida y de su acción. Todo lo que eleva al hombre por encima del animal depende de esa capacidad de volatilizar las metáforas intuitivas en un esquema; en suma, de la capacidad de disolver una figura en un concepto. En el ámbito de esos esquemas es posible algo que jamás podría conseguirse bajo las primitivas impresiones intuitivas: construir un orden piramidal por castas y grados; instituir un mundo nuevo de leyes, privilegios, subordinaciones y delimitaciones, que ahora se contrapone al otro mundo de las primitivas impresiones intuitivas como lo más firme, lo más general, lo mejor conocido y lo más humano y, por tanto, como una instancia reguladora e imperativa. Mientras que toda metáfora intuitiva es individual y no tiene otra idéntica y, por tanto, sabe siempre ponerse a salvo de toda clasificación, el gran edificio de los conceptos ostenta la rígida regularidad de un columbarium romano e insufla en la lógica el rigor y la frialdad peculiares de la matemática. Aquel a quien envuelve el hálito de esa frialdad, se resiste a creer que también el concepto, óseo y octogonal como un dado y, como tal, versátil, no sea más que el residuo de una metáfora, y que la ilusión de la extrapolación artística de un impulso nervioso en imágenes es, si no la madre, sí sin embargo la abuela de cualquier concepto. Ahora bien, dentro de ese juego de dados de los conceptos se denomina "verdad" al uso de cada dado según su designación; contar exactamente sus puntos, formar las clasificaciones correctas y no violar en ningún caso el orden de las castas ni la sucesión jerárquica. Así como los romanos y los etruscos dividían el cielo mediante rígidas líneas matemáticas y conjuraban en ese espacio así delimitado, como en un templum, a un dios, cada pueblo tiene sobre él un cielo conceptual semejante matemáticamente repartido y en esas circunstancias entiende por mor de la verdad, que todo dios conceptual ha de buscarse solamente en su propia esfera.
Cabe admirar en este caso al hombre como poderoso genio constructor, que acierta a levantar sobre cimientos inestables y, por así decirlo, sobre agua en movimiento una catedral de conceptos infinitamente compleja: ciertamente, para encontrar apoyo en tales cimientos debe tratarse de un edificio hecho como de telarañas, suficientemente liviano para ser transportado por las olas, suficientemente firme para no desintegrarse ante cualquier soplo de viento. Como genio de la arquitectura el hombre se eleva muy por encima de la abeja: ésta construye con la cera que recoge de la naturaleza; aquél, con la materia bastante más delicada de los conceptos que, desde el principio, tiene que fabricar por sí mismo. Aquí él es acreedor de admiración profunda --pero no ciertamente por su inclinación a la verdad, al conocimiento puro de las cosas--. Si alguien esconde una cosa detrás de un matorral, a continuación la busca en ese mismo sitio y, además, la encuentra, no hay mucho de qué vanagloriarse en esa búsqueda y ese descubrimiento; sin embargo, esto es lo que sucede con la búsqueda y descubrimiento de la "verdad" dentro del recinto de la razón. Si doy la definición de mamífero y a continuación, después de haber examinado un camello, declaro: "he aquí un mamífero", no cabe duda de que con ello se ha traído a la luz una nueva verdad, pero es de valor limitado; quiero decir; es antropomórfica de cabo a rabo y no contiene un solo punto que sea "verdadero en sí", real y universal, prescindiendo de los hombres. El que busca tales verdades en el fondo solamente busca la metamorfosis del mundo en los hombres; aspira a una comprensión del mundo en tanto que cosa humanizada y consigue, en el mejor de los casos, el sentimiento de una asimilación. Del mismo modo que el astrólogo considera a las estrellas al servicio de los hombres y en conexión con su felicidad y con su desgracia, así también un investigador tal considera que el mundo en su totalidad está ligado a los hombres; como el eco infinitamente repetido de un sonido original, el hombre; como la imagen multiplicada de un arquetipo, el hombre. Su procedimiento consiste en tomar al hombre como medida de todas las cosas; pero entonces parte del error de creer que tiene estas cosas ante sí de manera inmediata,como objetos puros. Por tanto, olvida que las metáforas intuitivas originales no son más que metáforas y las toma por las cosas mismas.
Sólo mediante el olvido de este mundo primitivo de metáforas, sólo mediante el endurecimiento y petrificación de un fogoso torrente primordial compuesto por una masa de imágenes que surgen de la capacidad originaria de la fantasía humana, sólo mediante la invencible creencia en que este sol, esta ventana, esta mesa son una verdad en sí, en resumen: gracias solamente al hecho de que el hombre se olvida de sí mismo como sujeto y, por cierto, como sujeto artísticamente creador, vive con cierta calma, seguridad y consecuencia; si pudiera salir, aunque sólo fuese un instante, fuera de los muros de esa creencia que lo tiene prisionero, se terminaría en el acto su "conciencia de sí mismo". Le cuesta trabajo reconocer ante sí mismo que el insecto o el pájaro perciben otro mundo completamente diferente al del hombre y que la cuestión de cuál de las dos percepciones del mundo es la correcta carece totalmente de sentido, ya que para decidir sobre ello tendríamos que medir con la medida de la percepción correcta, es decir, con una medida de la que no se dispone. Pero, por lo demás, la "percepción correcta" --es decir, la expresión adecuada de un objeto en el sujeto-- me parece un absurdo lleno de contradicciones, puesto que entre dos esferas absolutamente distintas, como lo son el sujeto y el objeto, no hay ninguna causalidad, ninguna exactitud, ninguna expresión, sino, a lo sumo, una conducta estética, quiero decir: un extrapolar alusivo, un traducir balbuciente a un lenguaje completamente extraño, para lo que, en todo caso, se necesita una esfera intermedia y una fuerza mediadora, libres ambas para poetizar e inventar. La palabra "fenómeno" encierra muchas seducciones, por lo que, en lo posible, procuro evitarla, puesto que no es cierto que la esencia de las cosas se manifieste en el mundo empírico. Un pintor que careciese de manos y quisiera expresar por medio del canto el cuadro que ha concebido, revelará siempre, en ese paso de una esfera a otra, mucho más sobre la esencia de las cosas que en el mundo empírico. La misma relación de un impulso nervioso con la imagen producida no es, en sí, necesaria; pero cuando la misma imagen se ha producido millones de veces y se ha transmitido hereditariamente a través de muchas generaciones de hombres, apareciendo finalmente en toda la humanidad como consecuencia cada vez del mismo motivo, acaba por llegar a tener para el hombre el mismo significado que si fuese la única imagen necesaria, como si la relación del impulso nervioso original con la imagen producida fuese una relación de causalidad estricta; del mismo modo que un sueño eternamente repetido sería percibido y juzgado como algo absolutamente real. Pero el endurecimiento y la petrificación de una metáfora no garantizan para nada en absoluto la necesidad y la legitimación exclusiva de esta metáfora.
Sin duda, todo hombre que esté familiarizado con tales consideraciones ha sentido una profunda desconfianza hacia todo idealismo de este tipo, cada vez que se ha convencido con la claridad necesaria de la consecuencia, ubicuidad e infalibilidad de las leyes de la naturaleza; y ha sacado esta conclusión: aquí, cuanto alcanzamos en las alturas del mundo telescópico y en los abismos del mundo microscópico, todo es tan seguro, tan elaborado, tan infinito, tan regular, tan exento de lagunas; la ciencia cavará eternamente con éxito en estos pozos, y todo lo que encuentre habrá de concordar entre sí y no se contradirá. Qué poco se asemeja esto a un producto de la imaginación; si lo fuese, tendría que quedar al descubierto en alguna parte de la apariencia y la irrealidad. Al contrario, cabe decir por lo pronto que, si cada uno de nosotros tuviese una percepción sensorial diferente, podríamos percibir unas veces como pájaros, otras como gusanos, otras como plantas, o si alguno de nosotros viese el mismo estímulo como rojo, otro como azul e incluso un tercero lo percibiese como un sonido, entonces nadie hablaría de tal regularidad de la naturaleza, sino que solamente se la concebiría como una creación altamente subjetiva. Entonces, ¿qué es, en suma, para nosotros una ley de la naturaleza? No nos es conocida en sí, sino solamente por sus efectos, es decir, en sus relaciones con otras leyes de la naturaleza que, a su vez, sólo nos son conocidas como sumas de relaciones. Por consiguiente, todas esas relaciones no hacen más que remitir continuamente unas a otras y nos resultan completamente incomprensibles en su esencia; en realidad sólo conocemos de ellas lo que nosotros aportamos: el tiempo, el espacio, por tanto las relaciones de sucesión y los números. Pero todo lo maravilloso, lo que precisamente nos asombra de las leyes de la naturaleza, lo que reclama nuestra explicación y lo que podría introducir en nosotros la desconfianza respecto al idealismo, reside única y exclusivamente en el rigor matemático y en la inviolabilidad de las representaciones del espacio y del tiempo. Sin embargo, esas nociones las producimos en nosotros y a partir de nosotros con la misma necesidad que la araña teje su tela; si estamos obligados a concebir todas las cosas solamente bajo esas formas, entonces no es ninguna maravilla el que, a decir verdad, sólo captemos en todas las cosas precisamente esas formas, puesto que todas ellas deben llevar consigo las leyes del número, y el número es precisamente lo más asombroso de las cosas. Toda la regularidad de las órbitas de los astros y de los procesos químicos, regularidad que tanto respeto nos infunde, coincide en el fondo con aquellas propiedades que nosotros introducimos en las cosas, de modo que, con esto, nos infundimos respeto a nosotros mismos. En efecto, de aquí resulta que esta producción artística de metáforas con la que comienza en nosotros toda percepción, supone ya esas formas y, por tanto, se realizará en ellas; sólo por la sólida persistencia de esas formas primigenias resulta posible explicar el que más tarde haya podido construirse sobre las metáforas mismas el edificio de los conceptos. Este edificio es, efectivamente, una imitación, sobre la base de las metáforas, de las relaciones de espacio, tiempo y número.
2
Como hemos visto, en la construcción de los conceptos trabaja originariamente el lenguaje; más tarde la ciencia. Así como la abeja construye las celdas y, simultáneamente, las rellena de miel, del mismo modo la ciencia trabaja inconteniblemente en ese gran columbarium de los conceptos, necrópolis de las intuiciones; construye sin cesar nuevas y más elevadas plantas, apuntala, limpia y renueva las celdas viejas y, sobre todo, se esfuerza en llenar ese colosal andamiaje que desmesuradamente ha apilado y en ordenar dentro de él todo el mundo empírico, es decir, el mundo antropomórfico. Si ya el hombre de acción ata su vida a la razón y a los conceptos para no verse arrastrado y no perderse a sí mismo, el investigador construye su choza junto a la torre de la ciencia para que pueda servirle de ayuda y encontrar él mismo protección bajo ese baluarte ya existente. De hecho necesita protección, puesto que existen fuerzas terribles que constantemente le amenazan y que oponen a la verdad científica "verdades" de un tipo completamente diferente con las más diversas etiquetas.Ese impulso hacia la construcción de metáforas, ese impulso fundamental del hombre del que no se puede prescindir ni un solo instante, pues si así se hiciese se prescindiría del hombre mismo, no queda en verdad sujeto y apenas si domado por el hecho de que con sus evanescentes productos, los conceptos, resulta construido un nuevo mundo regular y rígido que le sirve de fortaleza. Busca un nuevo campo para su actividad y otro cauce y lo encuentra en el mito y, sobre todo, en el arte. Confunde sin cesar las rúbricas y las celdas de los conceptos introduciendo de esta manera nuevas extrapolaciones, metáforas y metonimias; continuamente muestra el afán de configurar el mundo existente del hombre despierto, haciéndolo tan abigarradamente irregular, tan inconsecuente, tan inconexo, tan encantador y eternamente nuevo, como lo es el mundo de los sueños. En sí, ciertamente, el hombre despierto solamente adquiere conciencia de que está despierto por medio del rígido y regular tejido de los conceptos y, justamente por eso, cuando en alguna ocasión un tejido de conceptos es desgarrado de repente por el arte llega a creer que sueña. Tenía razón Pascal cuando afirmaba que, si todas las noches nos sobreviniese el mismo sueño, nos ocuparíamos tanto de él como de las cosas que vemos cada día: "Si un artesano estuviese seguro de que sueña cada noche, durante doce horas completas, que es rey, creo --dice Pascal-- que sería tan dichoso como un rey que soñase todas las noches durante doce horas que es artesano". La diurna vigilia de un pueblo míticamente excitado, como el de los antiguos griegos, es, de hecho, merced al milagro que se opera de continuo, tal y como el mito supone, más parecida al sueño que a la vigilia del pensador científicamente desilusionado. Si cada árbol puede hablar como una ninfa, o si un dios, bajo la apariencia de un toro, puede raptar doncellas, si de pronto la misma diosa Atenea puede ser vista en compañía de Pisístrato recorriendo las plazas de Atenas en un hermoso tiro --y esto el honrado ateniense lo creía--, entonces, en cada momento, como en sueños, todo es posible y la naturaleza entera revolotea alrededor del hombre como si solamente se tratase de una mascarada de los dioses, para quienes no constituiría más que una broma el engañar a los hombres bajo todas las figuras.
Pero el hombre mismo tiene una invencible inclinación a dejarse engañar y está como hechizado por la felicidad cuando el rapsoda le narra cuentos épicos como si fuesen verdades, o cuando en una obra de teatro el cómico, haciendo el papel de rey, actúa más regiamente que un rey en la realidad. El intelecto, ese maestro del fingir, se encuentra libre y relevado de su esclavitud habitual tanto tiempo como puede engañar sin causar daño, y en esos momentos celebra sus Saturnales. Jamás es tan exuberante, tan rico, tan soberbio, tan ágil y tan audaz: poseído de placer creador, arroja las metáforas sin orden alguno y remueve los mojones de las abstracciones de tal manera que, por ejemplo, designa el río como el camino en movimiento que lleva al hombre allí donde habitualmente va. Ahora ha arrojado de sí el signo de la servidumbre; mientras que antes se esforzaba con triste solicitud en mostrar el camino y las herramientas a un pobre individuo que ansía la existencia y se lanza, como un siervo, en buscar de presa y botín para su señor, ahora se ha convertido en señor y puede borrar de su semblante la expresión de indigencia. Todo lo que él hace ahora conlleva, en comparación con sus acciones anteriores, el fingimiento, lo mismo que las anteriores conllevaban la distorsión. Copia la vida del hombre, pero la toma como una cosa buena y parece darse por satisfecho con ella. Ese enorme entramado y andamiaje de los conceptos al que de por vida se aferra el hombre indigente para salvarse, es solamente un armazón para el intelecto liberado y un juguete para sus más audaces obras de arte y, cuando lo destruye, lo mezcla desordenadamente y lo vuelve a juntar irónicamente, uniendo lo más diverso y separando lo más afín, pone de manifiesto que no necesita de aquellos recursos de la indigencia y que ahora no se guía por conceptos, sino por intuiciones. No existe ningún camino regular que conduzca desde esas intuiciones a la región de los esquemas espectrales, las abstracciones; la palabra no está hecha para ellas, el hombre enmudece al verlas o habla en metáforas rigurosamente prohibidas o mediante concatenaciones conceptuales jamás oídas, para corresponder de un modo creador, aunque sólo sea mediante la destrucción y el escarnio de los antiguos límites conceptuales, a la impresión de la poderosa intuición actual.Hay períodos en los que el hombre racional y el hombre intuitivo caminan juntos; el uno angustiado ante la intuición, el otro mofándose de la abstracción; es tan irracional el último como poco artístico el primero. Ambos ansían dominar la vida: éste sabiendo afrontar las necesidades más imperiosas mediante previsión, prudencia y regularidad; aquél sin ver, como "héroe desbordante de alegría", esas necesidades y tomando como real solamente la vida disfrazada de apariencia y belleza. Allí donde el hombre intuitivo, como en la Grecia antigua, maneja sus armas de manera más potente y victoriosa que su adversario, puede, si las circunstancias son favorables, configurar una cultura y establecer el dominio del arte sobre la vida; ese fingir, ese rechazo de la indigencia, ese brillo de las intuiciones metafóricas y, en suma, esa inmediatez del engaño acompañan todas las manifestaciones de una vida de esa especie. Ni la casa, ni el paso, ni la indumentaria, ni la tinaja de barro descubren que ha sido la necesidad la que los ha concebido: parece como si en todos ellos hubiera de expresarse una felicidad sublime y una serenidad olímpica y, en cierto modo, un juego con la seriedad. Mientras que el hombre guiado por conceptos y abstracciones solamente conjura la desgracia mediante ellas, sin extraer de las abstracciones mismas algún tipo de felicidad; mientras que aspira a liberarse de los dolores lo más posible, el hombre intuitivo, aposentado en medio de una cultura, consigue ya, gracias a sus intuiciones, además de conjurar los males, un flujo constante de claridad, animación y liberación. Es cierto que sufre con más vehemencia cuando sufre; incluso sufre más a menudo porque no sabe aprender de la experiencia y tropieza una y otra vez en la misma piedra en la que ya ha tropezado anteriormente. Es tan irracional en el sufrimiento como en la felicidad, se desgañita y no encuentra consuelo. ¿Cuán distintamente se comporta el hombre estoico ante las mismas desgracias, instruido por la experiencia y autocontrolado a través de los conceptos! Él, que sólo busca habitualmente sinceridad, verdad, emanciparse de los engaños y protegerse de las incursiones seductoras, representa ahora, en la desgracia, como aquél, en la felicidad, la obra maestra del fingimiento; no presenta un rostro humano, palpitante y expresivo, sino una especie de máscara de facciones dignas y proporcionadas; no grita y ni siquiera altera su voz; cuando todo un nublado descarga sobre él, se envuelve en su manto y se marcha caminando lentamente bajo la tormenta.