junio 08, 2008

Pesadilla

Oliver E. López



Me dan ganas de llevarte a la orilla de la orilla

y lanzarte

para que en el vuelo exploten tus entrañas y tus miembros,

caigas en pedazos, te partas y te partas,

ya en el fondo,

el tiempo y el viento, cualquier cosa parecida

te disuelva eternamente en nada,

como si nada

desaparecer

de donde hayas una vez aparecido.

junio 07, 2008

Esta mano

Oliver E. López


Esta mano
que no sabe de horarios ni de hambres
levanta el fantasma
del aroma
muy parecido al tacto
que envenenó tu piel
en el milenio inconcluso
del beso que arrancaste
a lo inesperado.

Era tarde,
lo recuerdo no por el hastío ya de moda en esos días,
más que nada
por el revoloteo,
espanto del baile nupcial,
unos labios cómplices del mismo compás,
la música del deleite.

Y no hay acorde que se atreva con semejante palpitar,
aún la mano
esta mano,
peleada con el intacto de la página,
recuerda semejante fiesta
en todos los sentidos que le alcanzan al cuerpo.

Y de aquella danza
labio con labio,
la mano deja
en palabras
lo que el tinte de tus besos
ha plantado a mi corazón.

Porque la R

Oliver E. López



De ser tonto miope
ignoraría esa R ahí,
ruidosa y palpitante R ahí,
brilla cuando el taladrado afirma:
es una R, no es más sino una R ahí.

Pero el calambre cartesiano de la duda
sacude la hipocondría,
por qué tiene que ser la R,
por qué no la nada,
un gato,
el otoño
y no la R ahí.

Si la imaginación fuera igual de tonta y miope
acabaría de contar las veces en que suena esa R,
pero suena y suena
como suena,
vibra y zumba,
los vocablos infinitos de la R ahí,
lo ya no visto,
la cosa presente u olvidada,
el paisaje más cercano,
el nombre de un hombre sin nombre
un arma que no hiere
pero como duele.

Queda
de estremecido extremo
el escalofrío del cuerpo,
la noche se hace larga,
sin vuelta de hoja
sólo es una R ahí.