diciembre 24, 2010

Letargo de las 5 a. m.

Por: Oliver E. López





El enojo del mar
asoma repentinamente
aspirado por su cuerpo blando.
Al fondo presente y constante
el aullido de un ángel sincroniza con el segundero.
No apagues todavía la luz
que intimida al más valiente de los conductores lejanos de tren.
No son los latidos lo que asusta,
es el vacío,
lo poco que se alcanza a ver
con tan extenso pensamiento
y diminutos ojos.
Baste ahora con asomar un poco la cabeza
para regodearse en un eterno amanecer
cuando el tormento a cuestas vaya siendo menos
y menos ese leve gemido
que enternece la alegría de dormir acompañado.