enero 07, 2012

SAMUEL RAMOS, SU FILOSOFAR, ¿UNA TEORÍA ESTÉTICA?

Por: Oliver Eduardo López Martínez






La filosofía


Qué es la filosofía para Samuel Ramos. Al respecto tendrá una postura antropológica en donde el hombre resida en el centro de toda reflexión, de todo filosofar. “Considero que todas las cuestiones filosóficas desembocan en un problema central que es más o menos directamente el foco del interés especulativo: el problema del hombre y su mundo” [Ramos, 1997:21]. El hombre se encuentra como sujeto y objeto de las diversas actividades, la historia, la cultura, la ciencia, etc., por tanto una filosofía propiamente dicha tiene que ocuparse en primer y último momento del asunto hombre. Si bien es cierto que la filosofía es conciencia de los problemas y el filosofar es plantearlos y definirlos, para Ramos esto será sólo un primer momento del filosofar, el más abstracto pero específicamente la filosofía es
Una investigación de la conciencia normativa, y su misión no se limita a comprender al hombre empírico, sino además al hombre como idea, lo que el hombre debe ser. Esta última proposición puede interpretarse con igual validez en dos sentidos. En un sentido global, como la determinación de la esencia del hombre, haciendo abstracción de sus manifestaciones empíricas: O bien en un sentido particular como la determinación de las diferentes formas de conciencia humana, conciencia científica, ética, estética, etc. [Ramos, 1997:22]

Aquí el hombre es el punto central de toda reflexión, se trata por tanto de una antropología filosófica en la que se tendrá como referencia al mundo y al ser. Se deriva de todo esto que el hombre está en relación con un mundo inmediato de cosas, que lo que hace es conocer realidades. Ahora bien esas realidades se pretenden conocer desde la objetividad o desde la subjetividad.

Este antagonismo sujeto-objeto, idealismo-realismo, puede ser superando dividiendo la realidad en territorios que están sujetos todos a la existencia humana. Retoma aquí el concepto husserliano de ontología regional [Husserl, 1997:45] y divide los objetos en “reales, ideales, el mundo de valores y la existencia humana” [Ramos, 1997:34]. Este último es el primordial en el que quedan incluidos todos los demás.
Para constituir un nuevo humanismo es necesario emprender una antropología filosófica, ¿en qué consiste esta? Para Ramos consiste en analizar la idea que tenemos de hombre, trazar un a priori sobre lo esencial del hombre, Ramos lo pone a manera de axioma, lo que parece justo, “aquel conjunto de notas que pensamos lógicamente inseparables a la idea general del hombre y cuya evidencia sea tal que no necesite del apoyo de la realidad, de la verificación empírica” [Ramos, 1997:38].

Un axioma sobre el hombre es la conciencia, la revelación del ser, pero no la conciencia aislada, fija, sino una consciencia que fluye constantemente en el amplio caudal de realidades. Unido a la conciencia están los recuerdos y las expectativas; intenciones proyectos y esperanzas, por tanto, la conciencia le da al hombre una dimensión temporal, la realidad óntica derivada de la conciencia de sí y del mundo es el tiempo. Notamos en el proceder de Samuel Ramos la huella indiscutible de Martín Heidegger.

Teniendo ya el axioma de la conciencia el hombre es devenir, por lo que debe de ocuparse de su vida, de su porvenir, en esa medida el territorio del ser del hombre aparece como una entidad teleológica, es decir, “que puede proponerse conscientemente un fin y tratar de alcanzarlo” [Ramos, 1997:42]. En ello se fundamenta no sólo el ser sino el deber ser y entra aquí al terreno del axios, lo valioso. En otras palabras, si el hombre se propone o desea un fin es porque lo considera valioso. “Para definir la esencia del hombre, que es el problema fundamental de la antropología filosófica, es necesario avanzar a una metafísica del hombre que nos diga cómo debe ser” [Ramos, 1997:45]. Finalmente entonces el ser humano es una entidad axiológica.
Hay un orden de valores objetivos que no dependen del placer ni del deseo. El placer es un valor, pero no todo valor es un placer. No valen las cosas porque las deseamos, sino que las deseamos porque valen. En todo esfuerzo desinteresado de valoración tales valores auténticos se muestran a la conciencia. Sólo un espíritu mezquino no reconoce los méritos, cuando los hay, en lo que es contrario a su placer o a su deseo. El hombre de profunda conciencia moral o artística puede dar fe de que sus juicios de valor son dictados por los objetos mismos, en consideración a ciertas cualidades independientes, en su realidad, de la persona que las estima [Ramos, 1997:63].

Para Ramos los valores existen objetivamente así como las ideas existen en la teoría de Platón, por qué negar el valor de la justicia si ésta no se ha visto todavía, resulta que los valores valen, por tanto no es necesario que sean. A esto llama “valores puros”, aquellos que no están todavía realizados, son aquellos que se quiere que sean, el deber ser; que constituye un puente entre el valor como idea no realizada aún y el valor manifestándose adherido a una realidad concreta. “Si algo vale, debe ser”. Así es como el mundo ideal y el mundo real se complementan con el valor, teniendo como mediador al ser humano. “Puede proponerse los valores como fines de su acción y realizarlos en la vida” [Ramos, 1997:66].

De lo anterior observamos que el nuevo humanismo que requiere Ramos es el que considere al ser humano como una entidad espacio-temporal con conciencia de sí mismo en el mundo y con el mundo, capaz de realizarse fines que sean valiosos. El más valioso de los fines es la moralidad, el fin supremo es el valor moral. Dice Ramos “Nosotros consideramos la moralidad como un hecho sentimental en donde el deber sólo tiene sentido como referencia a un fin reconocido como valioso” [Ramos, 1997:69]. A diferencia de Kant quien considera la moral como un fenómeno racional. Es así que si la moralidad de Ramos es un hecho sentimental, estamos hablando de una moralidad estética y como se verá de una estética axiológica.

Al construir un nuevo humanismo sustentado en una antropología filosófica Samuel Ramos nos ha llevado por el siguiente camino: de la conciencia de sí y del mundo que tiene el sujeto llega a la temporalidad; esa temporalidad implica que aparezca el ser como una entidad teleológica, es decir encaminada a fines; así pues esos fines tienen que ser valiosos. De lo valioso nos lleva a la libertad pues una conciencia que estime valiosa una finalidad o varias tiene que ser libre, esa libertad es siempre superior pues está determinada por un sujeto axiológico que se impone deberes valiosos pero que puede así mismo negarlos, pues tiene un ethos. Ramos traduce ethos como un sistema de elección valorativa

El hombre es, pues, el dueño de su propio destino, el nuevo humanismo tiene que dar cuenta de ello, los valores, la personalidad y con ello la creación de una cultura encaminada a un bien serán la libertad tanto social como individual. La historia es hecha por la voluntad del hombre y no al revés. De la autonomía y de la espontaneidad se sirve la inteligencia humana para considerar como valioso aquello que le beneficie, una civilización para el hombre y no el hombre para la civilización, ahorcado, oprimido en su propia creación.

La libertad del hombre tiene que sustentarse en una cultura, en modificar las condiciones naturales sin perder de vista los valores que sustentan la libertad y la personalidad ni dejarse llevar por las condiciones materiales. El materialismo histórico no es el centro de la historia, sino que lo es el hombre. El nuevo humanismo no es el griego que concebía al hombre al nivel de la naturaleza, ni el humanismo cristiano que separa al hombre de la naturaleza y lo pone en un estatus extraño e inconcebible fuera del mundo, con una calidad sobrenatural. Tampoco se trata del humanismo renacentista que baja al hombre del cielo para ponerlo nuevamente al nivel de la naturaleza y que trae como consecuencia un humanismo naturalista, en donde el hombre es concebido por las ciencias naturales y rebajado a la calidad de animal, instintivo, determinado por las leyes de la naturaleza. El nuevo humanismo consiste en determinar la especificidad del hombre al lado de la naturaleza pero elevándolo en la recuperación de sus valores de libertad y personalidad, situándolo en el centro del cosmos con la espiritualidad suficiente para elaborar una cultura en la que la ética y la estética dependan de libre juego de las facultades de su voluntad.

Así mismo el mexicano será libre al ser consciente de su capacidad y su estatus ontológico-antropológico, ya no una víctima más de la civilización-barbarie ni de la historia material de las culturas y los pueblos. El valor más alto es el de crear una cultura en la que el arte sea el medio por el que se exprese la libre voluntad de la persona y el ancla en los valores vitales, sin olvidar el determinismo natural del que no se puede escapar del todo pero sí, con la creación artística, darle la vuelta y hacer alarde de la libertad y la libre voluntad al crear formas y valores estéticos.

Este es el puente que nos llevará de una reflexión sobre el carácter del ser mexicano a una posición central del hombre no ya como miembros de un pueblo o nación, sino como humanidad en general para llegar así a una filosofía de la vida artística en la que se pongan en juego las posibilidades de exaltar como valioso aspectos de la vida del hombre y su relación con el arte.

Filosofía de la vida artística, la estética de Samuel Ramos

Si decimos que la belleza es la representación del orden universal y está vinculada a la perfección del conocimiento, este reconocimiento del orden universal servirá a la perfección del propio sujeto que expresa y conoce un objeto bello. Por tanto la contemplación es fruto de un acto del conocimiento que se esfuerza por acceder allí donde el orden y la belleza se expresan en alto grado. Este esfuerzo ya no implica sólo un acto del entendimiento, sino que requiere necesariamente un impulso de la voluntad y de la virtud. Para Baumgarten, la verdad estética va ligada totalmente a la verdad moral. La verdad estética necesita la adecuación de los elementos representativos, lo conocido sensiblemente, el orden entre las cosas y sus representaciones.

Ramos retoma esta acepción, “la estética en general es una reflexión filosófica sobre el arte efectivamente creado y producido en la historia de la cultura” [Ramos, 1991:5]. Considera entonces que, si el arte es producido por la actividad espiritual del hombre, “la estética debe proponerse, pues, como su objeto peculiar el fenómeno del arte, entendiendo por este nombre todo cuanto sucede en este vasto dominio de la existencia humana, individual y social, que designamos con la expresión de vida artística” [Ramos, 1964:12]. Éste será el punto medular de la estética de Samuel Ramos, la vida artística, en torno a este concepto irá desenvolviendo su teoría estética, que ya desde las primeras páginas de su libro la va perfilando.

Dentro de este concepto -vida artística- quedan incluidas todas las actividades humanas que se refieren al arte, lo mismo la creación que la contemplación artística, la interpretación, la crítica de arte, etc. Naturalmente todas estas actividades se refieren al conjunto de obras, en cuanto que son hechos dados en nuestra realidad humana. El fenómeno del arte se ofrece en una dualidad de elementos que son, por una parte el sujeto artístico, que puede ser creador, espectador, intérprete o crítico y por la otra un objeto real que es la obra de arte. Las notas esenciales del fenómeno estético deben buscarse entonces en las variadas relaciones que se entablan entre estos dos polos: el sujeto del arte y la obra artística. [Ramos, 1964:12]

Allí está la teoría estética de Ramos, su interés es hacerla inclusiva puesto que afirma forma parte de la cultura individual y pública, por ello que contemple al sujeto no sólo como creador, sino que también considera a las otras tantas vertientes que se desarrollan alrededor de una obra de arte, la crítica, la exposición, la contemplación y la interpretación, todo ello dentro del conjunto llamado vida artística que es el objeto de estudio de la estética.

El método más adecuado para el estudio de la estética según Ramos, es “el que busca la ley y la esencia general del fenómeno estético en la realidad misma del arte” [Ramos, 1964:147]. Pero ello no es fácil, se requiere de la intuición de la esencia. Para Ramos la intuición es acercar lo más posible el conocimiento y la vida, por eso es que lo considera el mejor método para acercarse a la estética, aunque, aclara, no se trata de una teoría del conocimiento, sino únicamente de un medio, el más puro, para captar esencias, para aprehender la inmediatez de la vida, aquello a lo que no se llega tan fácilmente con la pura razón, que sola por su parte tampoco puede completar el proceso del conocimiento, sino que es un recipiente que funciona una vez que ha sido llenado con otras facultades como la intuición.

La intuición filosófica, para sus adeptos, se basta a sí misma a causa de un sentimiento de evidencia que la acompaña siempre. Para nosotros, atenerse a esa evidencia equivaldría a meterse a un obscuro subjetivismo. ¿A caso todo lo que parece intuición lo es de veras?, ¿no habrá que cuidarse de las falsificaciones? Mientras la intuición no es demostrada con una técnica intelectualista, no pasa de estado de ánimo personal [Ramos, 1975:76]

El método de la intuición tomado de Benedetto Croce es para Ramos el complemento de la razón, pero cuáles serán las “técnicas intelectualistas” a las que alude Ramos en el párrafo anterior, consideramos que se trata del juicio de valor, recordemos que para este filósofo, los valores son objetivos, entonces, la objetividad de una intuición se hace objetiva mediante el juicio de valor, “mediante el cual se atribuye a los hechos intuidos la categoría de esenciales”[Ramos, 1975:76] Esta idea la hemos rastreado en Croce para quien el arte es “la expresión de impresiones”[Sánchez, 1972:86-94] las impresiones son la intuición que deberá objetivarse como tal, como intuición, más no como expresión.

Samuel Ramos considera el arte como un fenómeno de la cultura, lo que él llama el fenómeno del arte. Lo que entiende por cultura, en términos generales, es el producto de la actividad humana y los accidentes de su historia. La determinación es muy general, en esa medida hay que plantear qué tipo de actividad humana es a la que se refiere específicamente el arte, pues arte no es cultura y viceversa o es que acaso cualquier actividad es considerada arte. No, si se considera el fenómeno del arte de una forma dual: por una parte el sujeto del arte, en donde han de tomarse en cuenta el creador, el espectador, el intérprete y el crítico. Por la otra parte está el objeto del arte: la obra artística, producto del sujeto.

En ese sentido, las características de la estética o del fenómeno estético, deben buscarse en las variadas relaciones entre el sujeto y el objeto del arte. En ese camino, puede llegar a descubrirse su esencia siempre y cuando se determine qué relaciones existen entre las actividades artísticas y la vida humana en su realidad total. Para ello primero hay que determinar el tipo de relaciones que se dan entre arte y vida.

El arte es la manifestación de un interés que emana de ondas necesidades vitales del ser. El arte debe pedir ahora a los estéticos que lo estudien, en conexión con la vida, para que definan cuál es ese interés, propiamente estético [Ramos, 1991:141]

La distinción del concepto no es fácil puesto que lo utiliza de forma indistinta en algunas ocasiones, en otras es claro cuando se refiere a vida como organismo natural, biológico y cuando es la complejidad de todo lo que implica el ser humano, la historia, la cultura y todos los conocimientos que giran en torno al individuo. En el caso de vida artística se refiere al ámbito específico de todo aquello que está relacionado con el arte, la estética misma como reflexión sobre el arte. La vida será el medio artístico con las especificaciones que ello conlleva, es decir, no se trata de la vida común y corriente de cualquier persona, sino de la persona que está en relación directa con el arte. El modelo que seguirá para explicar lo que estudia la estética es precisamente la vida artística, ese cúmulo de relaciones y disposiciones que se dan entre sujeto y objeto.

El estado estético supone una disposición hacia la creación por medio de la imaginación libre en contacto oportuno con la realidad, oportuno en la medida en que se esté consciente de lo que se hace, no un mero arrebato, como la locura y la pérdida del juicio, sino como un accidente controlado dentro de los azares de la libertad artística. En esos términos se hace evidente que el sujeto demande una ruptura con la realidad, un rapto de los sentimientos. Normalmente nadie se guía completamente por los sentimientos o la imaginación, se consideran faltos de lógica, pero si se los sitúa en una posición estética son determinantes. “Quiere esto decir que los estados estéticos se caracterizan por la liberación momentánea de los imperativos de la realidad o de la lógica para entregarse gozosamente a los juegos de la fantasía y rapto de los sentimientos” [Ramos, 1991:28].

En la medida en que la posición estética del sujeto está determinada por los sentimientos o por lo menos en cuestiones de arte los sentimientos juegan un papel importante, habrá que distinguir los límites y alcances de los sentimientos en el arte.

No deja de asaltar finalmente la pregunta por qué el arte produce placer. La respuesta de Ramos es que la emocionalidad artística nos indica la profunda relación que tiene el arte con la vitalidad humana, “el hedonismo por su parte sugiere que el arte debe satisfacer una apremiante necesidad de la vida misma” [Ramos, 1991:32]. En estos términos encontramos una relación de la vida no artística con algunas necesidades satisfechas por la vida artística. “El arte ofrece al hombre la oportunidad de dar una libre expansión a esos aspectos del espíritu que no tienen satisfacción en la vida. El arte es a veces una válvula de escape que permite desahogar esta tención espiritual” [Ramos, 1991:32] Se refiere a la tención entre la voluntad del individuo que reprime en cierta medida, en la vida diaria, la imaginación y el sentimiento.

Al parecer la posición estética del sujeto es únicamente un rapto psíquico en el que se es víctima de la subjetividad pero, ya se ha dicho, la estética no puede ser sólo subjetividad, requiere del elemento objetivo para trascender al sujeto. Para conseguir esa exterioridad debemos de tomar en consideración que el sujeto recurre a la expresión. La vida artística contiene la imperiosa necesidad de expresar, no sólo el creador sino también el espectador del arte. En el concepto de expresión, al igual que en el de sentimiento, hayamos también una relación entre la vida artística y la vida no artística.

El público goza del arte, entre otras cosas, porque encuentra en él una expresión de su propia vida, y así la obra individual del creador adquiere el valor de una expresión colectiva. El simple lector de poesía gusta de ella porque da una voz a sus sentimientos, sus deseos o sus ideales, que él no sabría expresar por sí mismo. Lo que el hombre no artista encuentra en el arte es la imagen de sí mismo. En cuanto a los intérpretes, como el actor o el músico, su misión es desentrañar la expresión artística, contenida en el texto original del autor. [Ramos, 1991:33].

Dejemos en claro la posición estética del sujeto, se trata de la expresión. Tomemos en cuenta no es un expresión común de la vida cotidiana, sino que es una expresión que se caracteriza por ser diferente, selecta, que busca la permanencia al ser plasmada en una obra, es libre, pues se aleja de las formas cotidianas y ayuda a desempolvar aquellos aspectos del espíritu humano que no alcanzan a ser expresados cotidianamente. Es claro que el creador es quien desea expresarse y deja su obra al mundo, pero también para el espectador vale la expresión artística, mediante la comprensión de la obra de arte da paso a desentrañar y expresar la otra dimensión de su vida, la artística. Creador y espectador son participes en estos términos de la posición estética.

La otra parte esencial de toda consideración estética es el objeto, la obra de arte. En la filosofía de la vida artística el objeto estético no es tal sin un sujeto que le juzgue o que se vea afectado por tal obra, por ello tal obra tendrá un valor autónomo e independiente de su creador, aunque siempre será objeto para un sujeto, irremediablemente incluso en términos epistemológicos, esto conduce en la estética de Ramos a considerar los llamados valores estéticos dentro del objeto, que son los que aplicará en todo caso el sujeto al momento de establecer juicios en torno a un objeto estético. Queda claro que “la obra de arte sólo adquiere actualidad con referencia a un sujeto artístico.” [Ramos, 1991:90]. Sin embargo habrá que aclarar que el objeto estético no es algo meramente subjetivo y en este punto Samuel Ramos reclama la ausencia de una categoría que nos ayude a entender el objeto estético; idea, por cierto, tomada de Hartmann quien dice que hay un silencio en los conceptos, y agrega: “Es muy significativa la multiplicidad de los valores estéticos, pero sólo muy pocos de ellos llevan nombres corrientes; la mayoría son anonima, es decir, el lenguaje no los alcanza” [Hartmann, 1977:380] , porque el objeto estético no se ajusta a las categorías ontológicas y al trasladarlo a éstas, ya sea como cosa en sí, real, ideal o de valor, lo único que se consigue es deformar su ser verdadero. Lo único que sabemos es que se trata de un objeto estético, lo que no sabemos es en qué consiste. La solución de Ramos es “dar una idea aproximada de lo que es el objeto artístico, mediante comparaciones y rodeos” [Hartmann, 1977:380]. Es necesario representarse el objeto como independiente aunque éste requiera de un sujeto, en otras palabras no podemos decir que el objeto es subjetivo no obstante sea el sujeto quien le haga vivir.
Otra consideración para no dejar cabida a la total subjetividad del arte y suponer el objeto estético es que no es más que por medio de un objeto por donde se manifiesta el arte, éste puede ser una melodía, una representación teatral o una pieza escultórica, lo esencial es que no es sujeto sino objeto.

Conclusiones

Independientemente del carácter ecléctico que pueda tener la filosofía de Samuel Ramos encontramos en las notas dedicadas a la estética una teoría que está sustentada en marcar una diferencia entre vida artística y vida no artística. El arte marca un distanciamiento de la vida no artística pero en la medida en que trata de aprenderla en su total dimensión, se aparta no para alejarse del todo sino para exaltar el valor de la vida humana y social y el misterio que todo ello implica. Por eso es que llegamos a la filosofía de la vida artística partiendo del caso particular del ser mexicano, la vida comprendida en su total dimensión se exalta no solamente poniendo al ser humano en el centro del universo, sino mediante el arte ver la otra cara de la moneda de la vida.

La teoría estética de Ramos sostiene así que la vida artística comprende la relación de un sujeto estético con un objeto estético. El uno no es sin el otro y en esa medida, al reflexionar sobre la totalidad del arte, se está planteando una estética que además es una estética histórica y circunstancial que se eleva mediante el análisis del ser del hombre a una categoría universal. Y en la medida en que es un modelo explicativo nos atrevemos a decir que sustenta una teoría.

Consideramos que Ramos alcanza a develar en esta teoría los cimientos una estética aunque no establece del todo una estética autónoma, pues lo que alcanzamos a ver en toda su obra es que traslada los ámbitos del arte hacia los terrenos de la ontología y la axiología incluso como se ha dicho ya varias veces, se deja seducir por la psicología. El caso es que Samuel Ramos tuvo la certeza de haber perfilado una reflexión estética bastante original por lo que se logra insertar como un pensador mexicano que hereda una filosofía al saber universal.








Fuentes:

 Bayer, Raymond, Historia de la estética, Fondo de Cultura Económica, México, 1984.

 García Morente, Manuel, Lecciones preliminares de filosofía, Porrúa, México, 1994.

 Gasset, José Ortega, Obras completas, Tomo III.

 Gómez Martínez, José Luis, “La presencia de Ortega y Gasset en el pensamiento mexicano”, Nueva Revista de filosofía Hispánica, 1987, Universidad de Georgia.

 Hartmann, Nïcolai, Estética, UNAM, México, 1977.

 Husserl, Edmund, Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica, Fondo de Cultura Económica, México, 1997.

 Nietzche, Friedrich, El nacimiento de la tragedia, Alianza Editorial, España, 2000.

 Ramos, Samuel, Filosofía de la vida artística, Espasa-Calpe, México, 1964.

 Ramos, Samuel, Hacia un nuevo humanismo, Fondo de Cultura Económica, México, 1997.

 Ramos, Samuel, Historia de la filosofía en México, CONACULTA, México, 1993.

 Ramos, Samuel, Obras completas, Tomo I, UNAM, México, 1975.

 Ramos, Samuel, Obras completas, Tomo II, UNAM México,1990

 Ramos, Samuel, Obras completas, Tomo III, UMAM, México, 1991.

 Salmerón, Fernando, Las mocedades de Ortega y Gasset, Universidad Nacional Autónoma de México, 1983.

 Vázquez, Sánchez, Adolfo, Antología de textos de Estética y teoría del arte, UNAM, México, 1972.

abril 06, 2011

ROSTROS DE AULA

Por: Oliver E. López





Extraños siempre
empáticos de nariz larga a labio grueso.
Agradables asustados
Con mirada voy a matarte
a la vuelta de la esquina no me interesas.

Amplios hermosos simétricos
de sonrisa que abre el cielo
y el envite a seguir respirando,
voluptuosos cuerpos
escondidos bajo vestimentas compartidas.

Deseos carcajadas
bostezo de cátedra
almas doloridas
cual gusanos al sol.

Juventud tan dolorosa
de estar y no ser
de ser y no parecer,
de padecer.

Sócrates pospondría sus tardes de cicuta
por seguir rodeado
de tanto rostro escrutador.

Es tan terrible
presidir los cincuenta minutos
cuando multitud de ojos de dos en dos
excavan
la estúpida presencia.

diciembre 24, 2010

Letargo de las 5 a. m.

Por: Oliver E. López





El enojo del mar
asoma repentinamente
aspirado por su cuerpo blando.
Al fondo presente y constante
el aullido de un ángel sincroniza con el segundero.
No apagues todavía la luz
que intimida al más valiente de los conductores lejanos de tren.
No son los latidos lo que asusta,
es el vacío,
lo poco que se alcanza a ver
con tan extenso pensamiento
y diminutos ojos.
Baste ahora con asomar un poco la cabeza
para regodearse en un eterno amanecer
cuando el tormento a cuestas vaya siendo menos
y menos ese leve gemido
que enternece la alegría de dormir acompañado.

noviembre 10, 2010

Stephen Hawking descarta la existencia de Dios para explicar el origen del Universo

¿De dónde proviene todo? ¿cómo es la realidad? Hawking asegura contundente que la filosofía ha muerto porque "no se ha mantenido al corriente de los desarrollos modernos de la ciencia, en particular de la física.


El astrofísico británico Stephen Hawking. | AP

El astrofísico británico Stephen Hawking. | AP



El científico británico Stephen Hawking afirma en un nuevo libro que la física moderna excluye la posibilidad de que Dios crease el universo.

Del mismo modo que el darwinismo eliminó la necesidad de un creador en el campo de la biología, el conocido astrofísico afirma en su obra, de próxima publicación, que las nuevas teorías científicas hacen redundante el papel de un creador del universo.


El Big Bang, la gran explosión en el origen del mundo, fue consecuencia inevitable de las leyes de la física, argumenta Hawking en su libro, del que adelanta algunos extractos el diario The Times.

Hawking renuncia así a sus opiniones anteriores expresadas en su obra 'Una Breve Historia del Tiempo', en la que sugería que no había incompatibilidad entre la existencia de un Dios creador y la comprensión científica del universo.

"Si llegamos a descubrir una teoría completa, sería el triunfo definitivo de la razón humana porque entonces conoceríamos la mente de Dios", escribió en aquel libro, publicado en 1988 y rápidamente convertido en un éxito de ventas.

Argumento contra Newton

En su nuevo libro, titulado en inglés 'The Grand Design' ('El Gran Diseño') y que sale a las librerías el 9 de septiembre, una semana antes de la visita del Papa a Gran Bretaña, Hawking sostiene que la moderna ciencia no deja lugar a la existencia de un Dios creador del Universo.

En esa obra, escrita al alimón con el físico estadounidense Leonard Mlodinow, Hawking rechaza, según el adelanto periodístico, la hipótesis de Isaac Newton según la cual el Universo no puede haber surgido del caos gracias sólo a las leyes de la naturaleza sino que tuvo que haber intervenido Dios en su creación.


Según Hawking, el primer golpe asestado a esa teoría fue la observación en 1992 de un planeta que giraba en órbita en torno a una estrella distinta de nuestro Sol.


"Eso hace que las coincidencias de las condiciones planetarias de nuestro sistema -la feliz combinación de distancia Tierra-Sol y masa solar- sean mucho menos singulares y no tan determinantes como prueba de que la Tierra fue cuidadosamente diseñada (por Dios) para solaz de los humanos", escribe Hawking.


Múltiples universos

Según Hawking, que fue hasta el año pasado profesor de matemáticas de la universidad de Cambridge, puesto que ocupó en su día el propio Newton, es probable que existan no sólo otros planetas, sino también otros universos, es decir un multiuniverso.

En opinión del científico, si la intención de Dios era crear al hombre, esos otros universos serían perfectamente redundantes.

El conocido biólogo ateo Richard Dawkins se felicitó de la conclusión a la que parece haber llegado su colega Hawking: "Es exactamente lo que afirmamos nosotros. No conozco los detalles de la física, pero es lo que he sospechado siempre".En su libro, Hawking no excluye la posibilidad de que haya vida también en otros universos y señala que la crítica está próxima a elaborar una teoría de todo, un marco único capaz de explicar las propiedades de la naturaleza.

Eso es algo, recuerda 'The Times', que han estado buscando los físicos desde la época de Einstein, aunque hasta el momento ha sido imposible reconciliar la teoría cuántica, que da cuenta del mundo subatómico, con la de la gravedad, que explica la interacción de los objetos a escala cósmica.

Hawking aventura que la llamada teoría-M, proposición que unifica las distintas teorías de las supercuerdas, conseguirá ese objetivo.

"La teoría-M es la teoría unificada con la que soñaba Einstein. El hecho de que nosotros, los seres humanos, que somos tan sólo conjuntos de partículas fundamentales de la naturaleza, estemos ya tan cerca de comprender las leyes que nos gobiernan y rigen el universo es todo un triunfo", escribe el astrofísico.


julio 15, 2010

PARA CUANDO VENGAN LAS LÁGRIMAS



por: Oliver E. López




Qué ha sido de todas las veces
que el estómago trepa y trepa
por la garganta.
Hay que dar brincos
para que se baje
y contemplar fijamente el horizonte
pero sobre todo callar,
callar lo más profundo
para que cuando vengan las lágrimas
poderles dar la bienvenida.

Qué hacer con lo amargoso de las flores
cuando se sirven sin hambre
en la víspera de lo inesperado,
no ser el sueño de nadie.

Qué hacer con todo el montón
Que significa nosotros,
la muchedumbre que pisotea
lo que fue de la pasión,
unos labios abandonados,
unas manos juntas.

Qué hacer si las lágrimas no vienen:
abortar frente al espejo,
dejar que la mitad del cuerpo se congele,
ver sin delicadeza alguna cómo mueren las arañas,
no poder callar para cuando vengan las lágrimas,
atrapar el grito que sube,
dormir eternamente.

Dónde está el abrazo que serena
el sollozo de la media tarde,
en donde se reconfortan los ahogados
en el divino silencio,
única arma,
alivio
para cuando vengan la lágrimas.



junio 01, 2010

Alfred Adler como uno de los sustentos teóricos de El perfil del hombre y la cultura en México de Samuel Ramos

Por: Oliver E. López


El perfil del hombre y la cultura en México del filósofo michoacano Samuel Ramos escrito en 1934 ha sido una de las obras clave para indagar sobre la naturaleza o situación psicológica y social del mexicano. De esta obra son herederos infinidad de autores entre ellos Octavio Paz y Roger Bartra. Aquí rastreamos las influencias que toma Ramos directamente del psicólogo alemán Alfred Adler.






La idea general



La tarea primordial de Ramos es emprender una reforma espiritual en México. Esto lo interpretamos al observar que reforma era una consigna que portaban los intelectuales de su generación: Gómez Morín, Lombardo Toledano, Antonio Caso, José Vasconcelos y un sinfín de personajes que desde las artes, el pensamiento o la ciencia tenían como tarea darle un vuelco a la historia y a la nación en nombre del progreso y la modernidad. En el campo de la política la bandera era el progreso de la sociedad mexicana en el nombre de la revolución y sus postulados heredados por convicción de 1910. En el caso de las artes y las ciencias sucede algo similar, se trata de innovar, de ser punta de lanza en cuanto a nuevos descubrimientos y hazañas. Esta tendencia quizá sea representativa de toda época, es decir, lo nuevo siempre estará de fondo en el quehacer humano dentro de las sociedades, pero es en el siglo XX en el que se nota más marcada esta tendencia. Desde la revolución industrial a finales del siglo XIX, y las revoluciones socialistas en Europa, el progreso ha sido el insomnio de la cultura. La industria, la política, los avances científicos, las vanguardias artísticas, las nuevas tendencias filosóficas en coqueteo con la ciencias naturales y el lenguaje, todo se halla con miras hacia la renovación, hacia la novedad, al modus odiernus constante en todos los discursos. A pesar de las catástrofes científicas, de las decepciones políticas y las guerras mundiales con todo lo que implican, la fe en el progreso continúa, quizá porque sigue siendo abaratada por las políticas de la democracia totalitaria vigente aún en el siglo XXI. Un populismo exacerbado tiene como bandera siempre la diferencia, por lo tanto lo nuevo; un pueblo acrítico siempre padece del afán de novedades. El caso es que Samuel Ramos no escapa a ser redentor de la sociedad, para ello habrá de darse a la tarea de entender la historia y analizar el comportamiento generalizado del mexicano. En el prólogo a la tercera edición de El perfil del hombre y la cultura en México Samuel Ramos clasifica su trabajo como “un ensayo de caracterología y de la filosofía de la cultura”[1]. Es aquí en donde entra en diálogo con el psicólogo alemán Alfred Adler quien define en varios de sus tratados lo que es el rasgo de carácter, punto de vista que es tomado por Ramos para elaborar la “caracterología del mexicano”, partiendo de la idea de que el mexicano no es así, se hizo así, y por lo tanto puede ser de otra manera. “Lo que por primera vez se intenta en este ensayo, es el aprovechamiento metódico de las teorías psicológicas de Alfred Adler al caso mexicano.”[2]

Si la idea general del autor es una renovación de la cultura mexicana, el método que utiliza es similar al de la medicina, recordemos que Samuel Ramos es a la medicina como Ortega y Gasset al periodismo.[3] De no dedicarse a la filosofía se dedicarían a la medicina o al periodismo y de alguna manera emparentaron estas profesiones. Pero más que un método aplicado en la medicina humana podemos aventurarnos a desmenuzarlo con lo que Leslie Stevenson llamó filosofía aplicada. “La aplicación del análisis conceptual a cuestiones de creencia y de ideología que afectan a lo que pensamos que debemos hacer, tanto individual como socialmente.”[4] Quizá no encaje del todo la teoría del estadunidense Stevenson en el análisis de Ramos, aunque hay una estructura primordial que sigue Stevenson que sí podemos aplicar, claro, con ciertas limitantes y algunas distancias. Al analizar algunas teorías, Stevenson sigue el siguiente esquema que, según afirma, siguen muchas teorías e ideologías: “(1) Como trasfondo, una teoría sobre la naturaleza del universo; (2) una teoría básica de la naturaleza del hombre; (3) un diagnóstico de lo que hay de malo o equivocado en el hombre, y (4) una prescripción para corregirlo”[5]. Es claro que ese modelo no se aplicará tal cual a la filosofía de Ramos, puesto que Stevenson lo aplica en mayor medida sobre algunas ideologías, como el cristianismo y el marxismo, “sistemas cerrados”[6] como les llama, y hasta ahora Samuel Ramos no ha sido la génesis ni el sustento de ninguna ideología como tal. No será necesario que busquemos una teoría sobre la naturaleza del universo en Samuel Ramos, ni en buena medida una naturaleza del hombre, sino un tipo de hombre, el mexicano. El diagnóstico de ese tipo de hombre sí lo hace Ramos, por lo tanto la prescripción para corregirlo también.


Acoplando un poco el modelo de Stevenson llamemos al punto (2) el problema, al (3) el diagnóstico y al (4) la prescripción. Es decir, encontrar el problema haciendo una introspección, encontrar los vicios y actitudes, los comportamientos del mexicano, después viene el análisis para determinar de qué tipo de enfermedad se trata, finalmente se da una prescripción para cumplirse al pie de la letra y remediar la situación padecida. Así podremos asomarnos con detenimiento a El perfil del hombre y la cultura en México.


¿Qué hace Ramos en El perfil…? De lo que se trata es de analizar la cultura mexicana y se parte de una definición más o menos general de lo que es la cultura. Lo esencial de la cultura está en el modo de ser del hombre. “Una cultura está condicionada por cierta estructura mental del hombre y los accidentes de su historia.”[7] En estos términos y de acuerdo con lo que se verá de Adler, nos atrevemos a decir que la cultura está, en cierta medida, determinada por el carácter. Lo que trata de buscar Ramos es el ser psíquico del mexicano y así pues, para hacer un estudio de la cultura, habrá que partir de que éste posee una cultura “derivada”, es decir, es producto de varios años de historia.


Recordemos que el método utilizado para detallar el carácter del mexicano es detectar el problema, hacer un análisis del mismo y establecer una prescripción para mejoras. El análisis es muy sencillo, si la cultura es producto del carácter de los hombres forjado en la historia, la cultura mexicana se caracteriza por la autodenigración, producto del interés de los mexicanos por lo extranjero.

No se puede negar que el interés por la cultura extranjera ha tenido para muchos mexicanos el sentido de una fuga espiritual de su propia tierra. La cultura, en este caso, es un claustro en el que se refugian los hombres que desprecian la realidad patria para ignorarla. De esta actitud mental equivocada se originó ya hace más de un siglo la autodenigración mexicana cuyos efectos en la orientación de nuestra historia han sido graves.[8]

Otro concepto clave de la cultura mexicana es la imitación, concepto emparentado con la autodenigración. Si no se quiere así mismo, tendrá que dar la apariencia de ser otro y hacer lo que ya se hizo, sistemas políticos, económicos, tendencias artísticas, etc.
Los mexicanos han imitado mucho tiempo, sin darse cuenta de que estaban imitando. Creían, de buena fe, estar incorporando la civilización al país. El mimetismo ha sido un fenómeno inconsciente que descubre un carácter peculiar de la psicología mestiza. No es la vanidad de aparentar una cultura lo que ha determinado la imitación. A lo largo que se ha tendido inconscientemente, es a ocultar no sólo la mirada ajena, sino aun de la propia, la incultura. Para que algo tienda a imitarse, es preciso creer que vale la pena ser imitado. Así que no se explicaría nuestro mimetismo, si no hubiera cierta comprensión de valor de la cultura.[9]

Autodenigrarse e imitar, dos situaciones que conducen a un complejo de inferioridad. Estas tendencias han surgido en el mexicano debido a la conquista española, momento de la historia en donde dos culturas chocan y se asimilan. La tarea es pues, superar ese sentimiento de inferioridad. No es que sea inferior, es sólo que se siente inferior. No es que el mexicano desprecie el valor de la cultura, lo que sucede es que sintiéndose inferior considera que dar apariencias es lo más sano. Pero entra en el engaño de creer que tiene una cultura auténtica cuando sólo es una imagen de la misma. Se tiene una vida partida en dos, la de la realidad y la de la ficción, la del ser y la del querer ser. Ramos apunta que una vida así, en donde la legalidad le gana a la realidad, explica la serie de conflictos y revueltas sociales constantes desde el siglo XIX. Se imita una carta magna proveniente de otros países con una historia diferente, “el primer texto de la Constitución Americana que se conoció en México a decir de Carlos Pereyra fue una mala traducción traída por un dentista.”[10] Se instalan unas leyes ajenas a la realidad y por consecuencia la sociedad reclama, obviamente el reclamo tampoco se adapta a la legalidad y no hay más que la revuelta y los conflictos armados.

Precisemos: Alfred Adler


Visto el análisis que hace Ramos a la situación del carácter mexicano, resaltamos las ideas que le ayudan a esbozar una imagen del mismo: el mexicano imita, se autodenigra y por lo tanto posee un sentimiento de inferioridad. Ese sentimiento será lo que determine de alguna manera el ser del mexicano. Si el análisis hecho por Ramos en cuanto al carácter del mexicano es una supuesta aplicación de las teorías de Alfred Adler, surgen algunas dudas, por ejemplo ¿qué es lo que específicamente toma Ramos de Adler? Recordemos que se trata de contemporáneos.


Al observar la definición que da Ramos de cultura dice que: “está condicionada por cierta estructura mental del hombre y los accidentes de su historia”[11] y la definición de carácter de Adler dice que se trata de un asunto social, “la manera como una persona se sitúa con respecto a su mundo circundante, es decir, una línea directriz en la que se exterioriza su afán de prerrogativa en unión con su sentimiento de comunidad,”[12] entonces ¿cuál es la diferencia entre carácter y cultura?

Lo que de manera definitiva toma Ramos de Adler es la teoría del carácter acompañada del llamado complejo de inferioridad. Veamos con detenimiento la teoría de Adler sobre el carácter para saber qué es lo que le debe Ramos y precisar las diferencias entre carácter y cultura.

Alfred Adler nace en 1870 en Viena. Se titulo como médico en 1895, fue simpatizante socialista y se inclinó a la psiquiatría en el año de 1907 cuando se unió al círculo de discusión de Freud. A pesar de no concordar del todo con las teorías freudianas fue nombrado presidente de la Sociedad Analítica de Viena y coeditor de la revista de la misma. Debido al debate con Freud se separó formando la Sociedad para el Psicoanálisis Libre en 1911. Viajó posteriormente a Estados Unidos y aceptó el cargo de visitante en el Colegio de Medicina de Long Island. En 1937 murió de un paro al corazón mientras daba clases en la Universidad de Aberdeen.[13]
Seguidor de Freud aunque con ciertas distancias, Adler minimiza el papel de la sexualidad. Divulgó el concepto de “complejo de inferioridad” que abarca tanto las deficiencias psíquicas como las físicas y puso de relieve la tendencia de “compensación” que conduce a una corrección. Esta situación invita a Ramos a decir que la situación del mexicano puede corregirse, lo que será parte de su prescripción.

En cuanto a la teoría del carácter de Adler, encontramos el desarrollo del concepto en dos de sus obras: El carácter neurótico de 1912 y El conocimiento del hombre, de 1926. En el primero es obvio que se concentra en la neurosis y apenas apunta, al lado de ésta, lo que es el carácter: “un patrón inteligente que utiliza la imagen directriz y del cual se sirve tanto la tendencia aseguradora como las disposiciones afectivas”[14]. En la segunda obra lo define de la siguiente manera:



Por rasgo de carácter entendemos la aparición de una cierta forma expresiva del alma en un ser humano que trata de adaptarse a las necesidades y obligaciones que la vida le impone. El “carácter” es, por consiguiente, un concepto social. Del carácter sólo se pude hablar asociándolo con el mundo circundante. En el caso de un Robinson, por ejemplo, carecería de importancia el carácter que tuviera. El carácter es, pues, la actitud, la manera como una persona se sitúa con respecto a su mundo circundante, es decir, una línea directriz en la que se exterioriza su afán de prerrogativa en unión con su sentimiento de comunidad.[15]

En comentario a El carácter neurótico, Jaime Berstein menciona que utiliza el concepto de manera muy rigurosa, “del griego charasso, marcar, sellar, grabar, acuñar. El carácter es para él estilo de vida que es peculiar a cada hombre, que hace de él un ser único, reconocible, inconfundible e indisgregable, en suma, un individuo, un ser indivisible, indesmembrable.”[16] El carácter es pues una identidad que posee el individuo que está determinada por una interrelación de varios factores, genéticos y sociales. Lo que quizá pueda ser también la cultura.

A la par del concepto de carácter, Adler desarrolla también el concepto de “complejo de inferioridad”. En 1907 publica su Estudio de la inferioridad de los órganos en donde habla sobre un sentimiento de inferioridad que padecen todos los hombres desde su nacimiento, el cual motiva al individuo a realizaciones constructivas.[17] La pequeñez y el ser inválidos es lo que produce en los niños recién nacidos sentimientos de inferioridad. Desde que aparece el sentimiento de inferioridad, el niño trata de superarlo, debido a lo intolerable que le resulta. “Pero el niño no tarda en darse cuenta de que su misma debilidad y desvalidéz, su angustia y sus numerosas aptitudes le suministran también medios para asegurarle el auxilio, el apoyo e interés de quienes lo rodean.”[18]

El individuo, durante toda su vida, trata de responder a su sentimiento de inferioridad con una actitud de superioridad. Esta búsqueda constante de significación y/o poder constituiría lo que él llama “sentimiento de comunidad”[19] y engloba también la empatía y la identificación con otros seres humanos.

El hombre es un ser impulsado por un deseo innato de dominar a los demás a fin de compensar los sentimientos profundos, pero ocultos de su propia inferioridad. Adler hizo hincapié en que los sentimientos de inferioridad nacen de las que él consideraba las tres relaciones más importantes: las que el individuo mantiene con su trabajo, tomándolo como actividades útiles a la sociedad; con los amigos, con quienes se expresa el carácter de ser miembros de la raza humana y de la necesidad de adaptarse e interactuar con los demás, y con su objeto amado, pareja del sexo contrario con la que lleva una estrecha unión en cuerpo y mente. [20]



Los sentimientos de inferioridad, conscientes o inconscientes, a los que denominó complejo de inferioridad, combinados con mecanismos compensatorios de defensa, son las causas básicas de su carácter psicopatológico. La función del psicoanalista, en consecuencia, sería descubrir y racionalizar tales sentimientos para terminar con el deseo incontrolable de compensarlos, que acaba determinando actitudes neuróticas egocéntricas, sobrecompensaciones e, incluso, la huída del mundo real y sus problemas o adoptar objetivos de vida poco realistas, que a menudo se manifiestan como una voluntad poco razonable de poder y dominio, que conduce a diversos tipos de comportamiento antisocial, desde la intimidación y la presunción a la tiranía política.

Adler afirma que el consciente es la fuente de neurosis, en vez del inconsciente, como decía Freud, y dice que los trastornos psicológicos provienen de un modo de vida equivocado, que supone la adopción de opiniones y metas erróneas, por un escaso desarrollo del interés social pues mientras que la persona neurótica puede perseguir el poder y la “automagnificación”, la persona normal persigue metas de carácter social y en su realización se toman en cuenta las necesidades de otros.[21]

En personas normales, esta búsqueda de superioridad consiste en encontrar un nivel más alto de desarrollo o una personalidad mejor integrada. Todos los impulsos del hombre no son apetencias separadas y distintas sino una manifestación de esforzarse por alcanzar esta superioridad. Hay una meta final que los hombres tratan de alcanzar, la cual da unidad a sus personalidades; esta meta es alcanzar su imagen directriz, que es un ideal de personalidad. Éste es un punto hacia el cual se va a edificar el carácter del individuo.

Los rasgos de carácter, tal como se manifiestan en la vida del hombre, deben ser considerados como líneas directrices para el pensamiento, el sentimiento, la volición y la acción; como artificios de la psique humana que acusan su mayor relieve cuando el individuo intenta salir de su inseguridad y realizar su idea directriz ficticia. […] El objetivo y la dirección de los rasgos de carácter se reconocen fácilmente en las líneas originarias: rectas, combativas, agresivas. Pero las necesidades y dificultades de la vida imponen modificaciones al carácter, excepto aquellas construcciones adecuadas a la idea de personalidad.[22]

Cuanto más precisa y rígida sea la imagen directriz, tanto más dogmáticamente trazará las líneas directrices de su vida, adecuándolas lo más posible al mundo exterior para evitar un choque. El material para la formación del carácter está latente en todas las regiones de la vida psíquica. Pero las necesidades y dificultades de la vida imponen modificaciones al carácter en ciertos aspectos que no pueden adecuarse a la realidad externa del individuo. Toda esta energía empleada en la compensación de las deficiencias proviene de un impulso agresivo.

Por eso Adler concibe el carácter como un patrón que se dirige a la imagen directriz y es preciso entenderlo como símbolo de plan de vida, como un valor metafórico.

Cada persona descubre su propia manera de esforzarse por realizar el fin fundamental de la superioridad, su propio estilo de vida, y cada estilo es único. Es el camino de cada persona para seguir una meta. Está conformado por tres factores: la herencia, el yo interior y el medio ambiente; siendo la estructura más importante el yo interior ya que éste regula las relaciones entre las dos estructuras restantes. Según Adler una imagen directriz exaltada y reforzada en un niño afectado de alguna inferioridad, puede dar resultado a una serie de intentos de compensación de la psique que pueden degenerar en neurosis o psicosis.[23]

Los neuróticos se aferran con fuerza a sus moldes de seguridad, a su plan de vida y con mayor energía aún si presienten que, de abandonarlos, caerían derrotados. Entonces el neurótico se apodera de la realidad para transformarla o someterla a su ideal de personalidad. Cuando se ve amenazado con una derrota, los dispositivos neuróticos entran en acción impidiendo el despliegue de la acción peligrosa.[24]

Para no adentrarnos más en asuntos que competen a la psicología e ir a nuestro tema, podemos arriesgarnos a resumir la teoría de Adler en tres puntos clave. Todos tendrán que ver con la formación del individuo.

1. El afán de perfeccionamiento. Las personas queremos llegar a nuestro ideal, a lo que queremos ser y a lo que podemos ser. Sin embargo el perfeccionamiento ideal no existe del todo, por lo que generalmente esta tendencia se ve frustrada. “Adler considera que los sentimientos de inferioridad son universales en el hombre. El primer desarrollo de su idea lo hizo en relación con la inferioridad orgánica, ya sea morfológica o funcional.”[25] Ante la situación de algún órgano inferior un individuo tiene dos opciones. Desarrollar otro órgano para compensar el inferior como cuando algún invidente perfecciona su oído o el tacto, o bien puede concentrarse demasiado en sus deficiencias y superarla como en los casos de rehabilitación.

Hasta aquí es claro que el cuerpo reacciona algunas veces de manera inconsciente, pero según Adler también psíquicamente hay tendencias a compensar las inferioridades. La mente busca ese perfeccionamiento ideal y superior, lo que conduce a crear ficciones, algunas veces benéficas para la persona otras veces perjudiciales, pues le alejan de la realidad.

2. La pulsión agresiva. Esta surge cuando se ven frustradas algunas otras necesidades como el sexo, el amor, el comer. El individuo tiende hacia la agresividad.

3. La protesta masculina. Es una tendencia un tanto sexista y patriarcal, determinada en mayor medida por la sociedad. El ser hombre, género masculino, es ser superior. Adler cree que hombres y mujeres tienen las mismas capacidades sólo que las mujeres han sido alejadas de esa igualdad.

Adler estaba a favor de un holismo al momento de considerar y entender a las personas a diferencia de Freud que manejaba conceptos más abstractos y sumamente reduccionistas. Por ello es que llamó a su teoría “Psicología individual” considerando el concepto de forma literal, “lo no dividido”, entender a los demás como un todo y no en partes. En este sentido, la preocupación de Adler era el estilo vital, es decir, la forma en que vives y manejas tu vida, no de manera mecánica y fisiológica puesto que no estamos totalmente determinados por el pasado, y si lo estamos, siempre existirá la opción de cambio. En esta cuestión estará sustentada la prescripción de Samuel Ramos, como ya hemos dicho, para mejorar la vida y cultura del mexicano. Al respecto de la opción de cambio Adler habla de una “teleología,” ser impulsados por ficciones parciales, como los paradigmas científicos. Quien abordó esta perspectiva de los paradigmas fue Thomas Samuel Kuhun en La estructura de las revoluciones científicas. Hablando de los paradigmas dice: “Considero a éstos como realizaciones científicas universalmente conocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica.” [26] Las llamadas ficciones de Adler son una analogía a los paradigmas, verdades parciales que ayudan al descubrimiento de nuevos horizontes. Llama finalismo ficticio cuando consideramos que sabemos en su totalidad lo que es bueno o malo, cielo e infierno, como ficciones claras que ayudan en el comportamiento. Así, cada uno posee una serie de ficciones que están relacionadas con quienes somos y a donde queremos ir. Una clave para entender al individuo es conocer sus ficciones.

Los tres puntos arriba señalados nos conducen a enfocarnos en lo que fue retomado por Samuel Ramos. Aparte del carácter, encontramos el sentimiento de inferioridad, que es compensado con la manifestación de cualquiera, o todos, de los tres puntos que hemos señalado, ambos importantes para ayudar a construir una caracterología del mexicano en El Perfil del hombre y la cultura en México.

Perfilando el perfil

Hay algunas anotaciones en El perfil… que forman parte del análisis de la situación del mexicano. Ya en páginas anteriores Ramos había comentado que la cultura mexicana “tiene que ser derivara;”[27]para ser derivada requirió de un proceso de asimilación y transplantación[28] y fueron dos factores los que ayudaron en este proceso. Primero la transplantación de la cultura española a América en el siglo XVI, después la asimilación del tipo de vida traída por los europeos.

Entendemos por cultura no solamente las obras de pura actividad espiritual desinteresada de la realidad, sino también otras formas de la acción que están inspiradas por el espíritu. Desde este punto de vista, la vida mexicana, a partir de la época colonial, tiende a encausarse dentro de formas cultas traídas de Europa. Los vehículos más poderosos de esta transplantación fueron dos: el idioma y la religión.[29]

Es pues el idioma y la religión de España lo que es asimilado por el aborigen americano que, según Ramos, es el aborigen la niñez de la cultura mexicana y de acuerdo con Adler, en la niñez es en donde comienza a formarse el carácter en contacto con el medio. Por lo tanto el carácter del mexicano está siendo determinado en principio por su pasado criollo, contagiado por la esencia española primordialmente católica. De este modo el espíritu español esta presente en América, sobretodo en su “pasión religiosa” y en su “individualismo rebelde”. La revolución de independencia de México es el síntoma visible de ese rasgo español. “No hacíamos otra cosa que emanciparnos de España a la española.”[30] Es considerable el hecho de que a Samuel Ramos se le escape en su análisis el tema del indígena, población mayoritaria en México y que a pesar de ello sólo le dedique algunas menciones sin profundizar demasiado. Se centra más en la cultura del europeo y en el criollo que en los nativos de quienes menciona “eran reacios a todo cambio, a toda renovación. Vivían apegados a sus tradiciones, eran rutinarios y conservadores.”[31] En cuanto al europeo y al criollo los considera la parte medular de la fisonomía mexicana. En ese sentido se le considera “eurocentrista”[32] por algunos autores, aunque él mismo afirme que no está por el europeísmo ni por el mexicanismo puro, sino por un punto medio.

La herencia criolla es lo que ha estado determinando en el fondo el carácter del mexicano, esto por la influencia del medio y los azares de la historia, el europeo no pudo ser más europeo y el indio no pudo ser más indio, ambas culturas se desvanecían en una nueva, la mexicana que tiene su niñez en el criollismo.

Las pretensiones de Ramos no son sólo descriptivas, ya hemos señalado que el autor se sitúa en una generación en la que promulgan el cambio en todos los sentidos, por lo que advierte no sólo perfilar el carácter del mexicano, “sino que ahondamos hasta descubrir sus causas ocultas, a fin de saber como cambiar su alma”[33]. Menuda empresa. Supone que el mexicano padece de un complejo de inferioridad que se hace latente a partir del siglo XIX, pero que se inicia en el XVI. Para descubrir la situación del mexicano lo hace examinando algunas clases sociales, apuntando que “el mexicano se comporta en un mundo privado lo mismo que en la vida pública”[34].

El análisis

Debemos recordar que estamos adaptando el modelo de Stevenson para desglosar la teoría de Ramos. Hasta ahora hemos presentado el problema que consiste en que el mexicano posee una cultura derivada y que por ello presenta un complejo de inferioridad, este se manifiesta en “una exagerada preocupación por afirmar su personalidad; que se interesa vivamente por todas las cosas o situaciones que significan poder, y que tiene un afán inmoderado de predominar, de ser en todo los primeros.”[35] Situación que encaja hasta cierto punto con la teoría del complejo de inferioridad de Adler, el único problema y, quizá el definitivo para desconfiar de Samuel Ramos es que no está hablando de un individuo sino de toda una sociedad, y hasta donde hemos visto Adler habla únicamente de individuos. Es de suponerse que lo que aplique para uno no puede aplicarse a todos, aunque de ser cierto esto, la psicología no tendría razón de ser, pues se parte de casos específicos para posteriormente aplicarlos a un mayor número de personas. Al respecto hay algunas críticas como la del doctor Gabriel Vargas Lozano quien comenta:

Por mi lado, tengo una serie de objeciones a este planteamiento. En primer término considero que la filosofía no debe diluirse con otras disciplinas como la antropología, la psicología o la sociología sino interrelacionarse en forma creativa. En segundo lugar, un determinado estereotipo como el llamado “complejo de inferioridad” no puede ser extendido a todos los habitantes de un país […] En cuarto lugar Ramos muestra, en este libro, un desprecio a la cultura indígena al caracterizarla como “egipticismo” (hecho que tendrá que corregir después en su Historia de la filosofía) y al hacerlo, está eliminando de tajo, el otro componente central de nuestra cultura[36].

Sea lo que sea, Samuel Ramos toma modelos para entender la mente del mexicano, principalmente modelos de clases sociales: El pelado que “constituye la expresión más elemental y bien dibujada del carácter nacional”[37].El mexicano de la ciudad, quien desempeña un papel activo en la vida del país.[38]Finalmente El burgués mexicano, “el grupo más inteligente y cultivado de los mexicanos”[39].Debemos dejar hablar a Samuel Ramos para entender que imagen formó del mexicano a partir del “pelado”:

Su nombre lo define con mucha exactitud. Es un individuo que lleva su alma al descubierto, sin que nada esconda en sus más íntimos resortes. Ostenta cínicamente ciertos impulsos elementales que otros hombres procuran disimular. El “pelado” pertenece a una fauna social de categoría ínfima representa el deshecho humano de la gran ciudad. En la jerarquía económica es menos que un proletario en la intelectual un primitivo. La vida le ha sido hostil por todos lados, y su actitud ante ella es de un negro resentimiento. Es un ser de naturaleza explosiva cuyo trato es peligroso, porque estalla al roce más leve. Sus explosiones son verbales y tienen como tema la afirmación de sí mismo en un lenguaje grosero y agresivo. Ha creado un dialecto propio cuyo léxico abunda en palabras de uso corriente a las que da un sentido nuevo”[40].

Considera además que el pelado asocia su concepto de hombría al de nacionalidad, así que ser mexicano es ser macho, en todo caso ser un pelado.
En cuanto al mexicano de la ciudad, su nota más característica es la desconfianza. Desconfía de todo lo que le rodea, ideas y personas, es un ser instintivo que trabaja para hoy y no más. Debido a su desconfianza en todo, siempre se siente ofendido y ofende de manera inmediata y sin razón. “Estas transposiciones psíquicas son ardides instintivos para proteger al yo de sí mismo. La fase inicial de un complejo de inferioridad experimentado como desconfianza de sí mismo.”[41]El mexicano vive a la sombra de un fantasma creado por sí mismo, un fantasma que sustituye su complejo y le hace levantarse mediante una vida ficticia.

No hay mucha diferencia en los tres casos, quizá la diferencia mínima sea el grado de peladez asociado con la clase social. El burgués mexicano padece lo mismo que el proletariado, sólo que disimula un poco más sus sentimientos de menor valía, acompaña su ficción con dotes y recursos intelectuales, pero en el fondo se trata de lo mismo, crearse un yo ficticio.

La prescripción

La primer tarea propuesta por Ramos como prescripción al drama mexicano es la sentencia socrática de conócete a ti mismo. “Los fantasmas son seres nocturnos que se desvaneces con sólo exponerlos a la luz del día.”[42]Mediante el autoconocimiento el mexicano podrá darse cuenta de quién es y así acabar con su ficción. La cultura, en cierta medida, ayudará en el desarrollo del individuo y en su carácter, y no será el carácter el que forme una cultura.

A la pregunta planteada antes acerca de cuál es la diferencia entre carácter y cultura no hemos respondido todavía. De acuerdo con lo que nos presenta Samuel Ramos en El perfil… no alcanzamos a notar una clara diferencia entre estos dos conceptos y pareciera ser que son indistintos. Si el carácter se adquiere por las experiencias de vida, la cultura igualmente se forja de acuerdo a las circunstancias, cualquiera de los dos puede ser ficticio, cualquiera puede estar enfermo o engañado y siendo enmascarado por diversidad de ficciones si se quiere, para seguir con el lenguaje de Adler. Pero la cultura es social y el carácter es individual, quizá éste sea el error de Ramos, como lo hace saber Gabriel Vargas Lozano, determinar toda una cultura por un solo tipo de carácter. Podemos entonces responder que la diferencia entre carácter y cultura es la individualidad, la cultura se desprende de la individualidad, que parte de ella formada por el carácter, para dar forma a una sociedad. El carácter le ha hecho creer al mexicano ser otra cosa y en esa creencia descansa toda una cultura que no es del todo propia ni original; o se inclina al nacionalismo aislándola de todas las demás culturas y pueblos, o se asocia directamente con Europa. Samuel Ramos está en un punto medio, decíamos, no hay una cultura de primera mano pura, ni tampoco una herencia directa de europa, por ello que la cultura mexicana sea una cultura derivada, aceptando ambas herencias. Pero antes de establecer una cultura, herencia de Europa y con matices propios, es necesario eliminar el velo que no la deja avanzar como propia y libre. La solución es el conocimiento y éste se obtiene con la educación.

Es decir, que sólo podremos conocernos a nosotros mismos como individuos o como pueblo, cuando a nuestras pequeñas pasiones podamos oponer la gran pasión de la verdad, que es una de las formas de amor desinteresado hacia las personas y las cosas, reales o aun ideales; amor por el conocimiento cuyo símbolo mejor es el eros platónico. Desarrollar este amor por el conocimiento, tiene que ser una de las tareas iniciales de la educación.[43]

Bastante platónicas las pretensiones de Ramos, la filosofía es la panacea del mexicano, el conocimiento desinteresado. Por ello que considere también a la cultura como una función del espíritu destinada a humanizar la realidad y a la educación como aquello que deberá de fomentar y contribuir para formar una cultura humanista, noción que se ha perdido en México.

“Después de estas reflexiones, tal vez el lector se sienta mejor dispuesto a concedernos que más que nunca es oportuno instaurar el humanismo en la educación para contrarrestar los efectos de una civilización engañosa que esconde, como una Circe moderna la potencia mágica de transformar en máquinas a los hombres que se dejan seducir por su aparente belleza. Pero es indispensable primero rebasar el marco antiguo de las “humanidades” –que se reduce a una especie particular de estudios- dándole el sentido de una inspiración general que, dentro de la actualidad, impulse todo un esfuerzo de cultura hacia la meta superior.”[44]

El asunto de la educación humanista no lo desarrollará hasta 1940 en su libro Hacia un nuevo humanismo. Programa de una antropología filosófica en el que pretende aclarar qué entiende por humanismo.


[1] Ramos Samuel, Obras completas I, p. 89.
[2] Idem. p. 117.
[3] Cfr. Guy Alain, Ramos y el humanismo filosófico, DIANOIA, N°6, pp.163-169.
[4] Stevenson, Leslie, Siete teorías de la naturaleza humana, p. 9.
[5] Ibid. p. 21.
[6] Ibid. P 28.
[7] Ramos Samuel, Op. Cit., p. 97.
[8] Ibidem.
[9] Idem. p. 98
[10] Ibidem.
[11] Ibid. p. 97.
[12] Cfr, Adler, Alfred, El Conocimiento del Hombre, p.136.
[13] http://www.psicologia-online.com
[14] Adler, Alfred, EL carácter neurótico, Introducción y apéndice de Jaime Berstein, p. 331.
[15] Adler, Alfred, Conocimiento del hombre, Madrid, 1968, p.136.
[16] Adler, Alfred, EL carácter neurótico, p.16.
[17] Cfr. Wolf Werner, Introducción a la Psicología, pp. 276-283.
[18] Adler, Alfred, El carácter neurótico, p.61.
[19] Adler, Alfred, Conocimiento del hombre, pp.139.
[20] Cfr. Adler, Alfred, Conocimiento del hombre, pp.64-104
[21] Cfr.. Adler, Alfred, Práctica y teoría de la psicología del individuo.
[22] Adler, Alfred, Conocimiento del hombre, pp.330.
[23] Cfr. Adler, Alfred, El carácter neurótico pp. 77-86.
[24] Ibidem.
[25] Thompson, Clara, El psicoanálisis, p. 164.
[26] Kuhun, Thomas Samuel, La estructura de las revoluciones científicas, p.13.
[27] Ramos, Samuel, Op. Cit., p. 97.
[28] Idem. p. 102.
[29] Ibid. p. 103.
[30] Ibid. p. 105
[31] Ibid. p. 107.
[32] Cfr. Toscano, Marco Arturo, Una cultura derivada. El filosofar sobre México de Samuel Ramos, p. 213.
[33] Ibid. p. 117.
[34] Ibid. p. 119.
[35] Ibid. p. 118.
[36] Ramírez, Filosofía de la cultura en México, Vargas Lozano, Gabriel, Esbozo histórico de la filosofía mexicana del siglo XX, p. 9.
[37] Ramos Samuel, Op. Cit. p.119.
[38] Ibid. P. 122.
[39] Ibid. p. 124.
[40] Ibid. p. 119.
[41] Ibid. pp. 123-124.
[42] Ibid. p. 127.
[43] Ibid. p. 144.
[44] Ibíd. p. 157.

febrero 20, 2010

Vivo y duermo con una espalda

por: Oliver E. Lopez



Vivo y duermo con una espalda,
a veces es cálida y ancha
otras veces tierna y angosta,
reclama,
se aleja,
es exigente,
hay que mantenerla al día
sobándole los músculos y acomodando sus huesos.

Le he visto el rostro de vez en cuando
reflejada por el espejo,
es larga, se deja caer por entre mis manos
si la aprieto un poco de más suelta un grito eufórico,
si la aprieto de menos derrama lágrimas a granel.

Cada noche me pego y apego mi espalda,
no la suelto,
la olvido entre sueños pero no la suelto,
aunque ella crea que soy cadáver.

La espalda no permite mínimo reclamo,
en la soledad de la vigilia,
la pesadez de la nausea
la espalda insiste en que vive sola
abandonada.