junio 25, 2006

UN LIBRO A DOS MANOS

Proximamente un nuevo libro...


Dos autores que se reunen está vez para crear a dos manos una especie de poética de lo más original y chirondolona, como dijera el buen Rockdrigo. La reunión de estos personajes en un texto es de lo más insólito, se espera algo escabroso, tierno, poético pensante y fumado. Tal vez un experimento, tal vez un sistema poético, no se sabe hasta que los lectores le odien o se vean identificados o todo lo contrario, en esto del arte hay para todos.

Se trata de Lucía, mejor conocida como Ximena, y de Oliver E. que se reunen para escribir La metamorfosis de plástico Un libro antes que nada de poesía, pero que dentro de él hay de todo un poco, siendo poético, desafía a la inteligencia y a la lógica racional, pero además, lanza algunas consignas desafiando la naturaleza de nuestros tiempos: la web, los celulares, los Mart, el amor libre, la droga no libre, el arte de aparador, las Barbies, y demás asuntos surrealistas e hiperrealistas. Se trata de un ya viejo y gastado collage, pero no por ello deja de resultar original y novedoso, pues la visión de Lucía y Oliver ante muchas de las situaciones que ahí se presentan marca la diferencia y la originalidad de este libro. Tal vez se vea ya circulando por el mes de septiembre, pero para entonces falltan mucho segundos, así que aquí ponemos una prueba de lo que vendrá y algunas imagenes de estos dos peculiares autores.





Hay moscas para todos

Mi papá, una amiga y yo fuimos de visita a la casa de un amigo de él. Nos recibió y nos quedábamos allí; entonces él nos cuidaba. Pero mi papá se empezó a hacer viejito, y ya no podía hacer nada. Había muchas arañas. El señor hacía casitas para ellas. Había de todo: escaleras chiquitas para que subieran, sus muebles, sus camas, cuartos, baños..., de todo. Y en la cocinita había un refrigerador, así, chiquito, lleno de moscas. Mi amiga y yo le ayudábamos a construir, pegar y pintar la casita. Y mi papá no hacía nada porque estaba muy viejito. El señor no nos dejaba ir, hasta que mi amiga y yo nos subimos a la combi, agarramos a mi papá y nos escapamos de allí.
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Llevo la media vuelta de esta escritura,
de esta ciudad y la estación de la ruta dieciséis
entre las manos sudorosas.
Luces de aparador
derraman en los ojos zoológicos de fantasía.

¿Desde cuándo la escritura es un espectáculo?

Regreso la media noche a mis bolsillos,
espero a que la fiesta se transmute en muerte o viceversa.

Maldita ruta dieciséis
que se roba ilusiones
y las calles son ombligos al aire
hermosos como la rueda que gira sobre mi mano.

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¿Cómo llegaste a mi vida?

Al principio era yo. Sólo yo. Vivía una vida tranquila, con los sobresaltos necesarios, envuelta en relaciones enfermizas y evasiones constantes. Hasta que llegó Ximena. No sé de dónde vino, ni a dónde pertenece. Sólo sé que día con día va usurpando mi cuerpo y sustituyendo mi nombre. Cuando alguien dice a lo lejos "Ximena" volteo yo; esperando encontrar a quien me llama. Y no, no soy yo, no soy Ximena. No lo era...

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Elle se mange froid
se conserva entre las manos
se dedica a congelar tu sangre
todo el frío hierve los latidos

Elle se mange froid
se da vuelta
perfuma con la piel
las sábanas de su siempre ausencia

Elle se mange froid
deja los vientos a la carretera
quita los vidrios del rostro
recoge los papelitos tuertos

Elle se mange froid
mastica lento el corazón
olvida que las amapolas y los tulipanes
lloran de una vez en cuando

Elle se mange froid
deja los pasos al pasillo
gasta las ganas de ganar
juega los jugos como juego

Elle se mange froid
piensa perder precioso
deja debajo los destinos
olvida los olvidos
los traga tramposamente

Elle se mange froid
sus guiños ganan a las ganas
el cielo siente somnolencia
viene viendo vidas perfumadas

Elle se mange froid
se va cuando no viene
vuela
visto está

Elle se mange Froid
se olvida en la silla
sola sólo mira
como contra colores

Elle se mange froid
camina de la mano con la calle
manosea la casa
canta a tres manos juntas.

Elle se mange froid
llega muy temprano
toma posición
el mundo se sostiene

Elle se mange froid
voltea junto con el cabello
esconde lo que no sueña
oculta lo que no es

Elle se mange froid
es enorme gogo
muy grande gogo
terrible gogo

Elle se mange froid
se conserva entre las manos
se dedica a congelar tu sangre
todo el frío hierve los latidos

Elle se mange froid
se da vuelta
perfuma con la piel
las sábanas de su siempre ausencia

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Por fin los encontró, los zapatos rojos.

Cuando era una niña, admiraba a las actrices que desfilaban ante sus ojos presas de personajes absurdos e historias patéticas, ataviadas con jeans ajustados y zapatillas rojas de tacón alto. Se veían tan sofisticadas, tan atrevidas, tan libres, con sus chamarras de mangas abombadas o esas blusas con los hombros caídos; rubias, despreocupadas, frívolas y felices.

Ella no podía ser así porque no le permitían usar tacones, y porque no sabría que hacer con ellos. A los seis años no la invitarían a esas fiestas de chicos de chamarras de cuero y cortes de pelo afeminados que la acosarían y la meterían en problemas.

Este era su momento: los ochenta habían regresado a la moda y esos zapatos existían otra vez. Tenía edad para usarlos y lugares a dónde ir.

Entró a la tienda y los contempló por largo rato. Una vez tuvo unos zapatos rojos de charol con doble correa que usó para bailar vestida de hormiga, con un paraguas estampado y girando alrededor de una fuente de unicel y plástico transparente simulando agua.

No. Estos zapatos eran en serio.

Los usaría para salir con Abril, su novio y el Paro. Se puso los jeans ajustados que todavía le quedaban de la secundaria, alborotó su cabello y se sentó frente a ellos. Los observó unos segundos con una enorme sonrisa, a ellos, los protagonistas de la noche, y los calzó con extrema cautela, para no arruinar el momento con prisas.

Salió, bajó el callejón, volteó hacia ambos lados y, viendo que tenía oportunidad, emprendió la carrera. Sintió que perdía el equilibrio y, sin poder meter las manos para protegerse de la caída, cayó.

No podía hacer otra cosa que revisar si sus zapatos nuevos se habían hecho daño. Los vio y, para su alivio, descubrió que estaban intactos. Sintió que sus pies comenzaban a moverse por sí solos, dejó que la llevaran. Escuchó la música, se entregó al baile, y por las calles de la ciudad avanzó ante la mirada asombrada de los transeúntes atónitos ante el espectáculo. Sentía como los ojos se posaban en ella y, orgullosa de sus zapatillas rojas sonreía y saludaba. Danzó por las calles hasta llegar al lugar de la cita. No estaban allí y supo que nunca estuvieron. Quiso parar, preguntarse por qué le hacían eso justo ahora, en su noche especial, la noche de su triunfo, de su éxito.

Sus pies no le obedecieron. Las zapatillas rojas no dejaban de bailar y la llevaron hasta las puertas de la iglesia mayor. Ahí le esperaba un ciego para explicarle que debía cortarle los pies.

Entonces lo recordó: sólo debía chocar las zapatillas tres veces y decir “no hay lugar como el hogar”.

Sus padres la observaban llorando. Sí. Es ella. Cómo sucedió. Lo hemos visto varias veces. El calzado de mala calidad tiene en los tacones tapas de plástico, no de hule, como debe de ser. Ni siquiera están pegadas; sólo unidas con abrazaderas. Según el forense, su hija cayó mientras cruzaba la calle porque una de esas tapas se desprendió de su zapato y la hizo perder el equilibrio. ¿La ve? Es ésta. Al parecer fue impulsada por la llanta del carro y se le incrustó aquí. Aquí. ¿Sí la ve?
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XIMENA RAPTADA MIENTRAS LEÍA
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OLIVER E. HACIENDO PSICOMAGÍA A LA JODOROWSKY, CON MALOS RESULTADOS DESDE LUEGO PORQUE NO ES ASÍ LO DE LA PSICOGENEALOGÍA.
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NO FALTAN LAS ACALORADAS DISCUCIONES DE LUCÍA CON EL MAISTRO SOBRE TEMAS TRASCENDENTALES DEL ARTE Y LA LITERATURA. EL "MAISTRO", OSCAR EDGAR LÓPEZ, AUTOR DE LOS LIBROS SOLO Y SIN BOLSILLOS PARA METER LAS MANOS DONDE LLORAR Y ELLA AMA LO PUERCO QUE SOY. AMENIZA SIEMPRE UN BUEN VINO ROJO Y DE FONDO LOU REED O LEONARD COHEN, YA DE PLANO ACAPULCO TROPICAL.
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LUCÍA Y OLIVER E.
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LUCÍA POSEIDA POR ALGUNOS ESPÍRITUS MILENARIOS QUE LE HABLABAN SOBRE CEMENTERIOS Y ATAUDES, LA CONCLUSIÓN FUE QUE LA LIBERTAD ES LA CARCEL, QUE LUEGO JAVIER CORCOBADO CANTÓ.
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OLIVER E. CONTANDOLE SUS PENAS AL ETERNO TENI DEL MAISTRO.

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