diciembre 05, 2006

Lo fantástico en la narrativa de huída de Elena Garro




No sólo casi nos amanece en aquellas infinitas pláticas con Lucía, sino que simplemente no había límite de tiempo. Hablábamos desde el cielo estrellado en el fondo de una copa de Anis Mico hasta la hermenéutica psicoanalítica y chirondolona de Paul Ricoeur, entre otros temas de filosofía europea y mexicana. Claro, pasando por los temas de la novela, la música, de los polis culos y animales por el estilo. Con ella aprendí algunas cosillas sobre los tópicos y los topos de la novela latinoamericana, entre muchas otras cosas, Y es que mi mala memoria me hacía volver a las mismas preguntas cada vez que al calor de la mutua entrevista nos encontrábamos hasta no verle final a la conversación, entonces, salía el tema de la escritura, del escritor, y en ello la novela en Latinoamérica.

Aquí una pequeña muestra del trabajo que hace Lucía Salcedo. Tema en el que muchas veces nos vimos envueltos.




Lo fantástico en la narrativa de huída de Elena Garro:

Andamos huyendo, Lola
Por: Lucía Salcedo de Haro

En la narrativa de Elena Garro, sobre todo en Andamos huyendo Lola, obra publicada en 1980, y posterior a su divorcio con el medio intelectual y político mexicano, y tras su exilio voluntario, se puede encontrar la angustia existencial, la sofocación del espíritu, esa imposibilidad de descanso en los protagonistas que huyen, que escapan, que se esconden. Éstos no encuentran salida ni modo de evasión de sus vigilantes y persecutores como no sea en la aniquilación o las salidas milagrosas que resultan de la irrupción de lo fantástico o lo magicorrealista en los relatos.

La autora, nacida en Puebla en 1920, se casó antes de cumplir los 18 años con Octavio Paz. La relación fue intensa y tumultuosa, y dice la leyenda que finalmente se separaron cuando Octavio Paz tiró uno de sus manuscritos al fuego. Con la separación, Garro emprendió un exilio junto a su hija Helena, que se prolongó por un cuarto de siglo y atravesó los Estados Unidos, España y París.[1] Pero su exilio no se debió solamente a la separación de su famoso cónyuge, sino a un hecho que la hizo someterse al escarnio y la humillación públicos: acusó a varios intelectuales de su época de haber organizado el movimiento estudiantil de 1968, como Luis Villoro, Emmanuel Carballo, Leopoldo Zea, Rosario Castellanos, José Luis Cuevas, Carlos Monsiváis, Eduardo Lizalde, Víctor Flores Olea, Leonora Carrington, y el poeta Octavio Paz[2], por lo que la comunidad intelectual mexicana rompió lazos con ella y la acusaron de ser comunista, agente de la CIA, del Vaticano y de Fidel Castro[3]. En 1972, para no seguir sufriendo las consecuencias de sus acciones en México, decidió salir del país en una ausencia que duró más de 20 años.

Se fue al lado de su hija Helena Paz, y lo que vivió en sus viajes y sus estadías en distintos países le sirvió para acumular experiencias que, pasadas por el filtro de la ficción, podemos ver representadas en algunos relatos de Andamos huyendo Lola, aunque más justo es decir que los años en que Elena Garro y su hija vivieron en el camino sirvieron para madurar el talento narrativo y poético de la autora y para que, tomando anécdotas de acá y de allá, pueda escribir un libro asombroso.[4]

La tragedia en los textos de este libro es que sólo se sale de un lugar, de una situación insostenible que raya en los límites del horror para pasar a otra vida igual, parecida o peor que la anterior. Esto, para no entrar en especificaciones y episodios que lo demuestren en otras obras de la autora, solamente lo expondremos con respecto a su volumen de cuentos y novelas cortas Andamos huyendo Lola. Estos relatos, por su unidad temática dada ya sea por la situación de las protagonistas en varias de las narraciones - Lelinca y su hija Lucía -, o por la constante huída y lucha en contra de la aniquilación de los personajes, puede considerarse en su totalidad como una novela polifónica, en la que algunos escritos en un diario de Lelinca, la voz de un sapito mexicano, el testimonio de un niño perdido o las vecinas en un edificio de apartamientos, cuentan los distintos episodios de huida de la madre y su joven hija sucedidos en distintos lugares y tiempos. Hay también narraciones en las que no están ellas como personajes o protagonistas, pero sí la noción de escape, de angustia y de necesidad de una salida que las integran en el resto de la obra.

Antes de hablar de los relatos que aquí analizaremos, presentemos una breve reseña de la situación por la que pasaba la autora, sus puntos de vista acerca de la propia existencia, y los motivos que la convirtieron en una eterna prófuga arrastrando consigo a su hija.

René Avilés Fabila, en “Elena Garro en Los Recuerdos del porvenir”, artículo publicado en su página web, relata que se vio perseguida tanto por el gobierno de Díaz Ordaz como por los intelectuales izquierdistas mexicanos y por los amigos de su ex esposo Octavio Paz[5]. Cuenta que Carlos Monsivais la llamó “la cantante del año” por su función como delatora en el 68 y que continuamente se escuchaban rumores inquietantes acerca de su vida en Madrid, como su posible mendicidad o su crítica al comunismo: Elena por completo distanciada de Paz y su infaltable círculo de aduladores, Elena buscando al embajador Gustavo Díaz Ordaz para arrojarle en su cara el desprecio por las persecuciones padecidas, Elena escribiendo intensamente para vivir, Elena peleada con el “tout Mexique” a causa de su doble separación: de Paz y de la izquierda mexicana, tan enigmática y oportunista ayer como ahora. [6]

La escritora fue también periodista , guionista cinematrográfica, dramaturga, cuentista y novelista. En el terreno periodístico Elena Garro escribió artículos a favor de la política de Carlos Madrazo. Hizo reportajes en torno al reparto agrario y trató temas como la condición de las mujeres presas. Su compromiso social no terminó en el papel y encabezó manifestaciones y plantones a favor de los campesinos[7]. La novela por la que quizá es más reconocida es Los recuerdos del porvenir, publicada en 1963 y por la cual ganó el premio Javier Villaurrutia. En ella innova en las letras mexicanas sobre todo porque el narrador es un pueblo que puede tomar los puntos de vista de todos sus integrantes y así presentar la historia desde distintas perspectivas.

Pero hemos dicho que en Andamos huyendo Lola es recurrente la huida, la aniquilación y el desasosiego. Elena Garro, en una carta fechada en Madrid en 1980 y dirigida a Emmanuel Carballo, habla de lo que para ella es vivir en el exilio, perseguida y constantemente observada por sus persecutores. En ella dice lo que para ella implica no ser una ciudadana común y corriente, sino estar sometida a un aparato burocrático que se encarga de frenar o decidir cada uno de sus movimientos. Hace varios años que formo parte de un ejército que se reproduce por generación espontánea bajo cualquier régimen político. Cuando ingresas, los periodistas escriben: ‘Le han cortado el teléfono’ .Este ‘corte’ es aplaudido en los países democráticos y condenado por ellos si se produce en los otros países. El ‘corte’ indica que has dejado de ser por ‘órdenes superiores’, y que has alcanzado la nueva categoría de No Persona.[8] Explica que al serlo ni siquiera tiene derecho de enfermarse sin que la atención médica sea vigilada, escogida y pagada, y que incluso puede no tomársele en serio creyendo que la enfermedad es un truco económico o publicitario. Las implicaciones de ser una No Persona incluyen el no tener derecho a trabajar, porque siempre será considerada una extranjera, cada movimiento suyo será vigilado, y si no es aprobado será impedido. Dice haber padecido junto con su hija estas injusticias y podemos encontrar huellas de esta persecución, ya sea que haya sido real o imaginaria, en el volumen de relatos que estamos tratando.


A continuación hablaremos de algunas narraciones en las que esta situación de huída y persecución encuentran una salida en lo fantástico. Primero establezcamos qué se entiende por fantástico y distingámoslo del realismo mágico de lo real maravilloso:

Cuando los sucesos o los personajes violan las leyes físicas del universo, como en Aura de Carlos Fuentes, la obra debería clasificarse de fantástica. Cuando esos elementos fantásticos tienen base folclórica asociada con el mundo subdesarrollado con predominio de la cultura indígena o africana, entonces es más apropiado utilizar el término inventado por Carpentier: lo real maravilloso. En cambio, el realismo mágico, en cualquier país del mundo, destaca los elementos improbables, inesperados, asombrosos pero reales del mundo real.[9]

Partiendo de estas definiciones que en el caso de lo fantástico se desarrollará más ampliamente a continuación, entremos, pues, en los textos y veamos como estos representan a dicho géneros.

La trasgresión del límite en “La dama y la Turquesa” y “La primera vez que me vi”.

En “La primera vez que me vi”[10] se relata cómo un personaje llamado Dimas encuentra a Lelinca y Lucía en Estados Unidos, viviendo en la miseria cuando la hija es aún una niña. Nunca dice de qué están huyendo aunque sí dice que las llaman “traidoras a la patria”. Habla de personajes oscuros que las persiguen y las vigilan. Uno de ellos es un loco que, al parecer, no tienen nada que ver con ellas y sólo merodea sin razón alguna, el otro es un intruso con una linterna que finalmente se los lleva a Deportación, a él y a ambas mujeres. Allí, ante las autoridades, la niña rompe en llanto y, mientras se ve en el espejo, lo inunda con las lágrimas, como si fuera un pequeño estanque. La primera que se fue por ese lago fue Lucía, después empujé a la viuda que ya se andaba ahogando y el último en salir de deportación fui yo[11], cuenta Dimas. Así fue como escaparon de la ley saltando de un espejo a otro hasta llegar a casa de unos conocidos suyos, con quienes descubrimos que Dimas es un sapito mexicano.

Así, en un relato en el que todo se desarrolla en un ámbito aparentemente normal, en el que la situación se había tornado insostenible para los personajes, aparece la posibilidad de transgredir los límites y así escapar de lo que, siguiendo las leyes de la lógica de lo real, no hubiera sido posible evitar. Destaquemos que la alteridad, la presencia de dos ámbitos distintos, y, sin embargo, en interrelación, supone, aparte de los dos universos, una frontera, un límite que separa sus territorios y que se convierte también en elemento significativo.[12] En este caso existe un ámbito que se asemeja a lo cotidiano, y se sale de él por medio de un elemento sorpresivo. Sólo la relativa autonomía del ámbito de la ficción permite y genera esa complejidad de inversiones donde el límite que separa los ámbitos se convierte en un laberinto o en un espejismo. Lo fantástico se genera justamente como una de las más extremas formas de la complejidad entre los dos ámbitos y el límite que los separa e interrelaciona.[13]



En ocasiones, en la narrativa fantástica el otro ámbito siempre se encuentra presente. Desde el principio se exponen las leyes o las características que rigen ese universo alterno; en otras, ese universo irrumpe inesperadamente. En el caso de “La primera vez que me vi”, es hasta que saltan por el umbral improvisado que es el espejo de Lucía cuando nos damos cuenta de que estamos ante lo fantástico. Es claramente una puerta de entrada a lo “otro”; al mundo en el que se desafían las leyes de nuestro universo. La representación del límite que separa dos ámbitos, la representación de un umbral que, de una puerta de entrada a un ámbito “otro”, lleno de peligros o maravillas, es una constante en las tradiciones de los pueblos. La narrativa fantástica ha desarrollado la representación del umbral, de la puerta de acceso al ámbito “otro”, como una de sus expresiones.[14]

El caso de “La dama y la turquesa” es distinto, porque una vez establecido que Dionisia se encuentra en una situación desesperante por haber perdido la memoria y siendo aparentemente auxiliada por personajes que le resultan incomprensibles y desagradables, se plantean las características del entorno en el que habitaba Dionisia antes de caer en desgracia: vivía dentro de una turquesa, a la que ella identifica con su memoria, en un ambiente frío en el que lo azul y lo blanco están siempre presentes. Su mundo era tranquilo, sin preocupación alguna. Dionisia recuerda los mundos por los que ha transitado dentro de la turquesa, las manos en las que ha estado, las historias que ha presenciado y las emociones que le han transmitido. Lo fantástico siempre está allí, pero aún así, se da una trasgresión de los límites de su mundo y la pesadilla comienza: la turquesa es cortada por un joyero debido a las órdenes de su dueña, que no quiere que sea tan ostentosa. Así, Dionisia es expulsada de su mundo por la fuerza y es enfrentada a un nuevo entorno en el que todo es hostil y que ella misma es incapaz de comprender.

Quienes aparentan ayudarla son Vallecas y su esposa Paula, así como su “protector” Curro Móstoles. Al verla desvalida le ofrecen un medio de subsistencia: Dionisia puede escribir sus memorias. Ellos creen que lo que cuenta es ficción, pero ella escribe lo que recuerda de su estancia en la turquesa como un medio de recuperar su memoria. Dicen que entregarán sus escritos al editor Azuara, quien al parecer los publica y los distorsiona en forma de guiones de cine en los que las protagonistas lucen como Dionisia, pues, al igual que ella tienen el pelo blanco con destellos azules; una se llama Diódora y la otra Dorotea.

Al respecto, podemos citar otra parte de la carta que Garro escribió a Carballo acerca de su situación: Las No personas carecen de honor, de talento, de fiabilidad, de sentimientos y de necesidades físicas. A la No Persona se le insulta, se le despoja de manuscritos, que más tarde se publican deformados en otros países y firmados por alguna persona. A la No persona se le despoja de familia, animales caseros, amigos y, sobre todo, se le niega el Trabajo. Si se queja, se le considera una Perseguidora peligrosa en el mundo democrático.[15] Vemos de nuevo como en su obra refleja parte de lo que dice haber vivido: el ser despojada de sus escritos y que fueran estos distorsionados y publicados por otros. Además, Dionisia no puede trabajar porque no tiene papeles de identidad. Como extranjera necesita un permiso especial que no puede obtener dado que ni siquiera puede decir de qué país es. Tampoco puede confiar en tener una residencia estable, ya que en las pensiones le piden papeles de los que carece.

Así, el haber salido de su mundo fue para Dionisia una entrada a un mundo angustioso e incomprensible que amenaza con aniquilarla, en lo que podemos encontrar el sentido de que el acceso a otro ámbito es el acceso al ma.l[16] Dionisia es amenazada con ser expulsada del departamento en que vive, pues no le han pagado por sus escritos; además, el administrador de la pensión le quita su abrigo de pieles, pues es muy fino y costoso y puede venderse en caso de que ella no pague. Además, se da cuenta de que quiere matarla, pues afloja el candil que pende sobre su cama; le quita el agua y la luz hasta que pague. Sumida en la desesperación y la oscuridad, con miedo a ser atacada y eliminada, sale del departamento y encuentra a un hombre de impermeable al que sigue, presa del miedo y con la sola intención de tener a alguien cerca, por estrechas calles hasta llegar a una plaza. Y aquí se da una segunda trasgresión de los límites entre los distintos ámbitos que coexisten en el relato, pues este camino que ha seguido tras él ha supuesto un nuevo umbral. El límite puede estar representado por diversos objetos o umbrales. Los más comunes son, además de la puerta, los orificios que llevan al centro de la tierra (como en Lovecraft), o espejos traspasables (como en Carrol). Lo significativo es que el acontecimiento de lo fantástico supone, siempre, la irrupción de un ámbito en otro a través de la trasgresión del límite que los separa.[17]

Habla con García, el hombre al que ha seguido, quien le explica: Al salir de la joyería tomó usted la puerta equivocada[18]. La envía de regreso, para que compruebe que los personajes a los que tanto teme y que tanto daño amenazan con hacerle no existen. Al buscar a Vallecas y Paula en su departamento se da cuenta de que todo es diferente dentro de él, y los porteros del edificio le dicen que nunca han vivido allí ellos dos. Le dicen que deben haber sido ratas y que ha vivido una experiencia sobrenatural. En cuanto a su propio edificio, comprueba que no existe el administrador y que su departamento es distinto y está ocupado por un capitán que le ofrece su ayuda. Espantada, Dionisia regresa a la joyería y se encuentra a García, quien le explica que se ha metido en el revés de las cosas. Por eso es una apátrida.[19]

Y en una nueva trasgresión de los límites, al no encontrar una turquesa desocupada, y dado que las demás piedras también están ocupadas por seres como ella, la envía a vivir dentro de un topacio, con la recomendación de que debe cuidar por qué puerta sale en caso de que la vuelvan a sacar de su hogar.

En otros relatos del volumen de Andamos huyendo Lola aparecen este tipo de transgresiones, pero es suficiente con haber analizado brevemente los anteriores para ejemplificar cómo los protagonistas encuentran una salida por medio de lo fantástico, y cómo reflejan en parte la angustia existencial de la autora por la situación que vive con su hija. Para sus protagonistas vivir es sinónimo de subsistir, y subsistir es una tarea que a duras penas impide la muerte por falta de afecto o de comida. Degradadas por acciones que no se mencionan y fuerzas oscuras que se presienten pero en ningún momento se identifican[20] huyen sin saber de qué lo hacen ni por qué son perseguidas. En el caso de Dionisia, al parecer llega a un punto apacible, pero en los relatos que cuentan la vida de Lelinca y Lucía, puestas contra la pared y a punto de perecer, el mismo destino las salva, las devuelve a su subsistir alucinado y lamentable.[21]

Así, algunos personajes encuentran una salida en sus problemas, en otros se insinúa que son aniquilados, otros más están condenados a vivir escondidos, en el clóset o bajo la cama, como Lola y Petrouchka, que viven una existencia oculta en las habitaciones le la madre y la hija sin posibilidad siquiera de relacionarse con el resto del mundo, con menos voz y voto que sus protectoras. En unos relatos son unos inmigrantes ilegales, en otros son un par de gatos cuyas amas deben ocultar para que no sean arrebatados. Lola y Petrouchka huyen, se esconden y tampoco sabemos de qué o por qué lo hacen. La de los huidos es una comunicación en emergencia contra la comunicación establecida de los dominantes. Una comunicación discontinua y accidentada, indecisa, nunca traicionada. El perseguido sabe que él es la presa de un cazador, por algo se le persigue y, una vez expiada su deuda, puede respirar tranquilo. En cambio, el huido no sabría atribuirle un rostro a su verdugo: huye de todo, ese todo centralizador de la obediencia civil fuera de la cual no se tienen amigos, ni puntos de apoyo, ni tiempo ni lugar ni memoria. [22] Son todos No personas, deben vivir a la sombra de un poder ante el cual no deben rebelarse, ni pueden hacerlo ya que no existe una forma en la que la rebelión encuentre algún eco positivo. Condenados a la huída siempre, así transcurren las vidas de los personajes en Andamos huyendo Lola.

Fuentes

AVILÉS Fabila, René, “Elena Garro en Los Recuerdos del porvenir”, w www.reneavilesfabila.com.mx

BERNÁLDEZ – Bazán, Claudia ,“Elena Garro, una partícula revoltosa”, en Razón y palabra,

http://www.cem.itesm.mx/dacs/publicaciones/logos/anteriores/n27/cbernaldez.html,junio, julio, 2002

BRAVO, Víctor A., La irrupción y el límite, UNAM, México, 1988.

CASTAÑÓN, Adolfo, Arbitrario de literatura Mexicana. Paseos I. Vuelta. 2da Ed. México.

1995.

CARBALLO, Emmanuel, Protagonistas de la literatura mexicana, SEP, Segunda Serie Letras

Mexicanas, México, 1986

LIBERTELLA, Mauro, “Andamos huyendo Lola, de Elena Garro” 2005

www.pagina12.com.ar/libros/Andamos huyendo Lola, de Elena Garro.htm

GARRO, Elena, Andamos huyendo Lola, Joaquín Mortiz, México, 1980.

MENTON, Seymour, Historia verdadera del realismo mágico, FCE, México, 1998.


[1] Mauro Libertella, “Andamos huyendo Lola, de Elena Garro” 2005 www.pagina12.com.ar/libros/Andamos huyendo Lola, de Elena Garro.htm

[2] Claudia Bernáldez – Bazán, “Elena Garro, una partícula revoltosa”, en Razón y palabra, http://www.cem.itesm.mx/dacs/publicaciones/logos/anteriores/n27/cbernaldez.html,junio, julio, 2002

[3] Ídem

[4] Mauro Libertella...

[5] René Avilés Fabila, “Elena Garro en Los Recuerdos del porvenir”, www.reneavilesfabila.com.mx

[6] Ídem

[7] Claudia Bernáldez – Bazán...

[8] C Emmanuel Carballo. Protagonistas de la literatura mexicana. SEP. Segunda Serie Letras Mexicanas. México. 1986, p. 495

[9] Seymour Menton, Historia verdadera del realismo mágico, FCE, México, 1998, p. 29

[10] Elena Garro, Andamos huyendo Lola, Joaquín Mortiz, México, 1980, pp. 33 - 54

[11] Ídem, p. 51

[12] Víctor A. Bravo, La irrupción y el límite, UNAM, México, 1988. P. 31 - 32

[13] Ídem, p. 32 – 33

[14] Ídem, p. 65 - 66

[15] Emmanuel Carballo, p. 494

[16] Víctor A. Bravo, p. 66

[17] Ídem, p.68

[18] Elena Garro, p. 252

[19] Ídem, p. 261

[20] Emmanuel Carballo, pp. 511 - 512

[21] Ídem

[22] Adolfo Castañón. Arbitrario de literatura Mexicana. Paseos I. Vuelta. 2da Ed. México. 1995, p 247

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