agosto 07, 2006

Kubla Khan, el extasis de lo macabro


Conocí por primera vez este poema en una grabación de cinta, lo leía un voz macabra, en inglés, y tenía de fondo una atmósfera musical también un tanto macabra, me refiero a macabra como a aquello que participa de la fealdad de la muerte y de la repulsión que esta suele causar. Cosa curiosa, esa grabación en "apariencia", era una contradicción, pues el poema del inglés Samuel Taylor Coleridge, también en apariencia, es un tanto colorido y extasiado como para relacionarlo con la muerte. Pero si pensamos al vocablo macabro, más cercano a su etimología original francesa, que viene más bien de un baile, de la danse macabrè.

El término “Danza macabra” encierra ciertas manifestaciones artísticas que cobraron auge en Europa entre los siglos XIV y XV. En un mundo azotado por plagas devastadoras surge la danza macabra como uno memento mori, recordatorio de la fragilidad de la vida terrena y la posibilidad latente de una muerte repentina, aunado a la búsqueda espiritual que exhorta a estar preparado, en cualquier momento, para rendir cuentas al Creador.

Por medio del ámbito literario y plástico, el hombre de la saliente Edad Media manifiesta su inquietud no con la burla ni la representación lúdica de la muerte (como sucede en otras culturas), sino a través de la expresión del horror provocado por la muerte inesperada que es sublimado en tajante resignación que llega a tomar tintes de cinismo y de ironía.

La Danza Macabra del Cementerio de los Santos Inocentes de París está considerada como el punto de partida de otras Danzas europeas. Fue realizada entre 1424 y 1425 en el muro sur del Convento de Frailes Menores. En 1669, con el fin de realizar una ampliación, dicho muro fue demolido ignorado por la estética vigente durante el reinado de Louis XIV.

Por fortuna, la Bibloteca Nacional de París preservó en dos manuscritos los versos de esta danza. Los grabados, realizados a partir de los frescos originales, provienen de la edición de La Danza Macabra de Guyot Marchant publicada en 1485 (cuyo original se encuentra en la biblioteca de Grenoble).

Por provenir de un libro sólo podemos admirar escenas aisladas de la danza y no con la perspectiva usual de estas representaciones: la de una línea completa (un corro) de danzantes y Muertes alternados.

La cosa es que macabro tiene que ver con la muerte y con la danza, por lo tanto lo macabro como éxtasis. No se contradice entonces esa grabación en la que se recitaba un poema, que no solamente es orgiástico sino que también es macabro, luego, doblemente orgiástico o, si se quiere, doblemente macabro. La muerte y la danza en la misma fiesta. Eso es el poema de Samuel Taylor Coleridge.


Aunque hay una gran diferencia de épocas entre la daza macabra del siglo XV y la poesía del XIX del utopista Samuel Taylor Coleridge, el romanticismo de éste acerca a aquella, es decir, que la completa nostalgia y el asombro por lo sobrenatural del romántico Coleridge, le permite un cierto parentesco con la cosa de lo macabro, de la muerte que sale a bailar, del terrible peso de la vida, o de una vez dicho, la danza macabra es un tema romántico. Al perecer es forzada la comparación, pero corrientes como el romanticismo, tienen ciertas nostalgias al pasado, eso es lo que acerca más estos instantes del siglo XVI y el XIX.


Pero estamos lejos de Kubla Khan, pues más que macabro, parece que se trata de algo sagrado, y lo sagrado no únicamente en cuanto al contenido del poema, sino sagrado en la forma en la que esta escrito, alabanza salmo, un romántico que narra un poema extasiado, pues bien pudiéramos identificar el éxtasis como algo sagrado, que es precisamente su significado más originario. Se le ha querido asociar con lo sexual, pero está más que claro, éxtasis tiene que ver con lo sagrado, es un estado del alma caracterizado por cierta unión mística con Dios mediante la contemplación y el amor, y por la suspensión del ejercicio de los sentidos. Kubla Khan es pues el éxtasis de lo macabro.

Espero sus comentarios:
Oliver E. López













KUBLA KHAN
In Xanadu did Kubla Khan
A stately pleasure-dome decree :
Where Alph, the sacred river, ran
Through caverns measureless to man
Down to a sunless sea.
So twice five miles of fertile ground
With walls and towers were girdled round :
And there were gardens bright with sinuous rills,
Where blossomed many an incense-bearing tree ;
And here were forests ancient as the hills,
Enfolding sunny spots of greenery.

But oh ! that deep romantic chasm which slanted
Down the green hill athwart a cedarn cover !
A savage place ! as holy and enchanted
As e'er beneath a waning moon was haunted
By woman wailing for her demon-lover !
And from this chasm, with ceaseless turmoil seething,
As if this earth in fast thick pants were breathing,
A mighty fountain momently was forced :
Amid whose swift half-intermitted burst
Huge fragments vaulted like rebounding hail,
Or chaffy grain beneath the thresher's flail :
And 'mid these dancing rocks at once and ever
It flung up momently the sacred river.
Five miles meandering with a mazy motion
Through wood and dale the sacred river ran,
Then reached the caverns measureless to man,
And sank in tumult to a lifeless ocean :
And 'mid this tumult Kubla heard from far
Ancestral voices prophesying war !

The shadow of the dome of pleasure
Floated midway on the waves ;
Where was heard the mingled measure
From the fountain and the caves.
It was a miracle of rare device,
A sunny pleasure-dome with caves of ice !
A damsel with a dulcimer
In a vision once I saw :
It was an Abyssinian maid,
And on her dulcimer she played,
Singing of Mount Abora.
Could I revive within me
Her symphony and song,
To such a deep delight 'twould win me,
That with music loud and long,
I would build that dome in air,
That sunny dome ! those caves of ice !
And all who heard should see them there,
And all should cry, Beware ! Beware !
His flashing eyes, his floating hair !
Weave a circle round him thrice,
And close your eyes with holy dread,
For he on honey-dew hath fed,
And drunk the milk of Paradise.

-------------------------------------------

EN Xanadú, Kubla Khan
mandó que levantaran su cúpula señera:
allí donde discurre Alfa, el río sagrado,
por cavernas que nunca ha sondeado el hombre,
hacia una mar que el sol no alcanza nunca.
Dos veces cinco millas de tierra muy feraz
ciñeron de altas torres y murallas:
y había allí jardines con brillo de arroyuelos,
donde, abundoso, el árbol de incienso florecía,
y bosques viejos como las colinas
cercando los rincones de verde soleado.

¡Oh sima de misterio, que se abría
bajo la verde loma, cruzando entre los cedros!
Era un lugar salvaje, tan sacro y hechizado
como el que frecuentara, bajo menguante luna,
una mujer, gimiendo de amor por un espíritu.
Y del abismo hirviente y con fragores
sin fin, cual si la tierra jadeara,
hízose que brotara un agua caudalosa,
entre cuyo manar veloz e intermitente
se enlazaban fragmentos enormes, a manera
de granizo o de mieses que el trillador separa:
y en medio de las rocas danzantes, para siempre,
lanzóse el sacro río.
Cinco millas de sierpe, como en un laberinto,
siguió el sagrado río por valles y collados,
hacia aquellas cavernas que no ha medido el hombre,
y hundióse con fragor en una mar sin vida:
y en medio del estruendo, oyó Kubla, lejanas,
las voces de otros tiempos, augurio de la guerra.

La sombra de la cúpula deliciosa flotaba
encima de las ondas,
y allí se oía aquel rumor mezclado
del agua y las cavernas.
¡Oh, singular, maravillosa fábrica:
sobre heladas cavernas la cúpula de sol!

Un día, en mis ensueños,
una joven con un salterio aparecía
llegaba de Abisinia esa doncella

y pulsaba el salterio;
cantando las montañas de Aboré.
Si revivir lograra en mis entrañas
su música y su canto,

tal fuera mi delicia,
que con la melodía potente y sostenida
alzaría en el aire aquella cúpula,

la cúpula de sol y las cuevas de hielo.
Y cuantos me escucharan las verían
y todos clamarían: «¡Deteneos!
¡Ved sus ojos de llama y su cabello loco!
Tres círculos trazad en torno suyo

y los ojos cerrad con miedo sacro,
pues se nutrió con néctar de las flores
y la leche probó del Paraíso».

Versión de Màrie Montand

No hay comentarios.: